lunes, 3 de julio de 2023

Y después de la resaca, la realidad …

 

Foto: Internet

Por Nelson Lombana Silva

“Gracias a Dios se terminaron las fiestas”, dijo una vendedora de comida chatarra ubicada sobre la carrera quinta de la ciudad de Ibagué (Tolima); un señor que saboreaba un tinto, comentó con cierta ironía: “Ahora a ver televisión en la casa del vecino”. Uno más agregó: “Se acabó el sueño, volvemos a la realidad”.


A nombre del folclor y las tradiciones, los festejos terminaron en el Tolima y Huila. Los resultados están determinados por los resultados que cada pueblo puede presentar después de la resaca: Para unos pocos, jugosas ganancias y para la inmensa mayoría “peladuras económicas”. Además, contusiones, heridas, luto, accidentes y muchas tragedias más, totalmente invisibilizados por los medios masivos de comunicación que cooptados por los organizadores del parrando, no transmitieron y menos informaron de todos estos sucesos tan lamentables.

Muchas peleas y atracos, caracterizaron los suntuosos desfiles por las calles céntricas de Ibagué y Neiva. No es un secreto, en cada evento de esta naturaleza el primero que se apunta a participar es la delincuencia. Y es tal la presencia que hace carrera el tétrico dicho que dice: “Fiestas sin muertos, no es fiesta”.

Y ahora, ¿Qué?

Dichos a granel: “Después de la tempestad viene la calma”, “Después de los gloriosos, los dolorosos”, “después del bullicio el silencio”. Se esfumaron millones y millones de pesos, otros tantos fueron a manos de particulares, multinacionales y transnacionales. Un fandango que, a pesar de haber sido tan largo, se esfumó para delicia de unos cuantos y para dolores de cabeza de la inmensa mayoría. En el Tolima, se tiró la casa por la ventana y seguramente en el Huila ocurrió lo mismo.

Muchos terminaron en el cementerio, en los hospitales y clínicas, en la cárcel, huyendo o en recuperación. Pero, también muchos felices porque mejoraron sus magras entradas económicas. Una joven universitaria utilizó la fiesta para hacer algunas “rupias”, como suele decir el maestro Arlés Herrera, uno de los mejores caricaturistas del mundo.

Desde luego, no todo es trágico. Hay cosas dignas de destacar. El esfuerzo de artistas populares, bailarines, músicos, compositores y arreglistas, que no dudaron en dar lo mejor de sí para agradar y mostrar sus talentos, sus creaciones y su propio amor por su profesión, por su cultura y por su folclor, ante propios y visitantes. Muchos de ellos a honoris causa, aguantando hambre y sed. Así, pues, concluyeron las festividades una vez más en el Tolima Grande, cada quien contará su versión como le haya ido.

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