No hay duda: El triunfo del presidente boliviano, Evo Morales, es el triunfo del pueblo boliviano y del pueblo latinoamericano. El resultado de las urnas tiene inmensa connotación en la lucha de este continente por la segunda y definitiva emancipación.
Como bien lo dijo el presidente reelecto una vez escrutado más del 95 por ciento: “Ganamos una vez más, son cuatro elecciones consecutivas que ganamos, es histórico e inédito”.
La fuerza de la razón se impuso, sobre montañas de mentiras y calumnias, juegos sucios, la mano tenebrosa de la CIA y la Organización de los Estados Americanos (OEA), liderada por el inefable, Luis Almagro, ventrílogo de tiempo completo de Estados Unidos.
El Movimiento Al Socialismo (MAS), del cual hace parte Evo Morales, una vez más salió victorioso en medio de la adversidad y la presión permanente de la clase oligárquica y el imperialismo norteamericano, confirmándose así el poder imbatible del pueblo organizado, politizado y movilizado. No lo ataja nadie. Es la gran lección que hay que dimensionar en Colombia en estos tiempos de crisis, violencia e incertidumbre gracias a un gobierno de hinojos ante los yanquis y la putrefacta oligarquía vende patria.
Aunque el resultado es inexorable una vez escrutado más del 95 por ciento, hay observadores conservadores que prefieren esperar el 100 por ciento.
Los guarismos son claros: Evo Morales: 46.86 por ciento; Carlos Mesa: 36.73 por ciento; Chi Hyung Chung, pastor evangelista ultra reaccionario, 8.00 por ciento; Oscar Ortiz, la “vaca sagrada” de Santa Cruz, 4.00 por ciento.
Así las cosas, Evo Morales logra establecer una diferencia a su favor de 10.13 puntos, lo que lo unge como presidente directamente de acuerdo a la constitución y las normas vigentes en este país sudamericano.
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