Pasacalles del gobernador del Tolima, Óscar Barreto Quiroga. Foto: Nelosi |
El gobernador del Tolima, Óscar Barreto Quiroga, estaría metido en la campaña electoral directamente, de frente, sin el menor escrúpulo. Su afán, al parecer, nombrar un sucesor que le cubra la espalda y que todo siga tal cual, en el marco de la cruda impunidad que domina las costumbres políticas en Colombia.
En los pasacalles está el mensaje subliminal y no tan subliminal: “El de Barreto”. No parece decir nada, pero en realidad dice mucho, sabiendo que los candidatos del mandatario son: Orozco y Hurtado, gobernación y alcaldía, respectivamente. En esas condiciones, ¿De qué garantía entonces, se podría hablar en esta sección del país?
Se supone que la primera autoridad del departamento debería brindar plenas garantías a todos los candidatos y las candidatas, mantenerse al margen del debate y velar porque todo transcurra con garantías y en paz. Pero no es así. Los campesinos beneficiados afirman que el mandatario viene entregando a dos manos bultos de abono para que la votación se incline a favor de sus pupilos. Incluso, hay denuncias que señalan que dicho abono realmente no es abono.
El candidato conservador a la alcaldía de Ibagué, Alfredo Bocanegra, en rueda de prensa, le pidió al gobernador que no lo mandara a matar antes de ser denunciado en la Fiscalía General de la Nación. Son palabras mayores y dicientes que al parecer se las ha llevado el viento.
Precisamente, esta campaña política que está culminando, se ha caracterizado por la ausencia de grandes y alegres concentraciones. Poco discurso y mucho dinero, a excepción de los candidatos de izquierda, que con las uñas y las propias limitaciones tratan de orientar y crear conciencia social y de clase. Es la típica lucha de clases. Es la comparación diáfana entre el rico Epulón y el pobre Lázaro.
Todo indicaría que una vez más ganaría la abstención. Se nota a leguas la apatía del pueblo. Al decir no hay un solo estimulo concreto que arrastre masa a las urnas. A eso hay que sumarle el analfabetismo político y el terrorismo de estado. La mayoría de los electores no irán conscientemente a las urnas, irán presionados, amenazados y engañados. “Me toca votar por fulano si no mi hija pierde su puesto”, me dijo una madre adentrada en años. “No me gusta el candidato, pero toca”, agrega con aire absorto. Y, para complejizar más la situación, candidatos de derecha no han tenido escrúpulos en disfrazarse de izquierda, solamente para dividirla y que siga siendo minoría en la región.
Sin embargo, en el fondo subyace la esperanza de que el pueblo pueda romper la casi impenetrable maraña y en esta elección elija a los candidatos de su clase social. La izquierda, izquierda, solo necesita una oportunidad para demostrar en la praxis que sí se puede gobernar con honestidad, transparencia y efectividad. Tras esa bandera hay que caminar con decisión, bandera que solo ondea con seriedad la izquierda, izquierda.
Hay la esperanza – por ejemplo – que aunque sea un comunista regrese al concejo municipal de Ibagué, en este caso el joven universitario, Andrés Hernández. Naturalmente, no será tempestad, pero sí una gota que ayudará a abrir alamedas de cambio, transparencia y compromiso revolucionario. Está respaldado por la Colombia Humana – Unión Patriótica y marcado en el tarjetón con el número 2.
El Tolima necesita una nueva clase política y ésta no está en la clase dominante, en la clase oligárquica, está en la clase popular, en la entraña del pueblo. La idea entonces, no es mirar para arriba, sino al lado. Solo así se podría combatir la corrupción tan arraigada en las costumbres políticas de nuestro país y en “personajes” como el gobernador Óscar Barreto Quiroga.
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