Viene a mi memoria la insigne obra de literatura del colombiano, Fernando Soto Aparicio: “La Rebelión de las Ratas”. Sucede por la comparecencia de la “rata” Uribe Vélez ante la Corte Suprema de Justicia.
Esta obra literaria refleja la cruda realidad del pueblo en el sistema capitalista. De igual manera, el único camino posible para salir de ese laberinto trágico y monstruoso que tiene el pueblo colombiano: La Rebeldía.
Todo sucede en Timbalí, pueblo imaginario ubicado en el departamento de Boyacá. El personaje central: Rudecindo Cristancho, acosado por la pobreza y la necesidad de alimentar a su familia, acude al centro de explotación carbonífera en busca de un empleo digno, pero se encuentra con la terrible realidad, un pueblo hambriento, descachalandrado y brutalmente explotado por la multinacional estadounidense. Acosado por la necesidad económica no tiene otra alternativa que vender su fuerza de trabajo enterrándose en esos socavones profundos y sombríos.
La precaria condición de vida, la sobreexplotación y el trato inhumano de los propietarios de la mina, van generando indignación en Rudecindo Cristancho y sus demás compañeros y compañeras de infortunio. Venciendo el desconocimiento, el miedo y las amenazas de la multinacional carbonífera, poco a poco la indignación se va colectivizando, materializándose en la huelga. No hay otra alternativa que protestar en conjunto, bajo el entendido que la unión hace la fuerza.
Los burócratas de dicha multinacional reaccionan en defensa de sus intereses de clase y en vez de escuchar los reclamos de los obreros y buscar una solución que mitigue su drama, acuden a la represión policial. Pronto un piquete de policías toma el control de la mina y comete toda clase de bellaquerías, con el único propósito de generar terror y que los obreros retrocedan en sus nobles exigencias.
Esta obra de literatura retrata muy bien la realidad del pueblo campesino, indígena y el obrero colombiano.
A propósito, cuando era estudiante del colegio Carlos Blanco Nassar, en el municipio de Anzoátegui (Tolima), yo era el presidente del comité estudiantil y en una huelga que hicimos para exigir docentes y mejor calidad de la educación, el rector ni corto ni perezoso subvaloró la protesta, afirmando: “Esto no es más que la rebelión de las ratas”. (Todavía no había tenido el placer de esta obra).
Ante esta apreciación displicente de la protesta estudiantil en esa oportunidad, decidimos radicalizarla y durante la noche copamos el plantel de letreros, convocamos a los padres de familia y bloqueamos el acceso al poblado. Entonces, el rector decidió escucharnos, ayudarnos y no tomar retaliaciones contra el comité estudiantil como había dicho inicialmente.
Literatura, arma revolucionaria
La literatura es, indudablemente, arma revolucionaria que hay que utilizar en esta dura batalla por el Socialismo. ¡Cuánto admiro y valoro la poesía de Pablo Neruda en mi formación política, por ejemplo! O la de Gabriel García Márquez, como El Coronel no tiene quien le escriba, La mala hora, Cien años de soledad, El general en su laberinto, los Reportajes, Clandestino en Chile, etc.
Las obras costumbristas de Álvaro Salóm Becerra: Al pueblo nunca le toca, Don Simeón Torrente ha dejado de deber, un Tal Bernabé Bernal, etc. La madre de Máximo Gorki, Así se templó el acero, etc.
Fidel Castro, el eterno comandante, con qué énfasis trató el tema de la cultura en el proceso revolucionario. Demostró claramente que ésta no es algo accesoria, sino fundamental en el histórico proceso de desarrollar real y creativamente el Socialismo, el cual sale de las entrañas del Capitalismo.
Durante mucho tiempo entendí que la revolución socialista era una batalla sangrienta. Hoy comprendo que la revolución socialista es un proceso complejo que no se da con la simple colectivización de los medios y las relaciones de producción, tampoco se da de la noche a la mañana. Insisto: Es todo un proceso dinámico y complejo donde la cultura juega papel preponderante.
La cultura Socialista tampoco nace de la nada. Nace de las entrañas de la cultura burguesa. Luego, su posicionamiento no se da fácilmente, es una lucha enconada, dramática, con avances y retrocesos. Hoy vemos – por ejemplo – cultores progresistas que dan declaraciones consecuentes con la realidad histórica que significa el tránsito del capitalismo al socialismo. Son declaraciones importantes que hay que dimensionar. Sin embargo, no asumen posición ideológica y política. Algunos se consideran por encima del bien y del mal, con licencia para decir y no decir. Incluso, en elecciones no dudan en votar por la clase dominante.
Pero, también están los cultores (algunos los llaman intelectuales, definición con la cual no estoy muy de acuerdo porque todo ser humano cuerdo es intelectual y creo que eso mismo afirmaba Fidel Castro Ruz), comprometidos con la causa noble de los pueblos y con el Socialismo. Son muchos. A manera de ejemplo: Pablo Neruda, Luis Vidales, Arlés Herrera, el maestro Calarcá, el poeta español de apellido Hernández, etc.
Hay que contar, entonces, con la cultura y dentro de ésta con la literatura en la construcción del sistema Socialista. Eso implica leer mucho y constantemente. Se dice que el Che Guevara, siempre llevaba en su morral de campaña un número de Canto General de Pablo Neruda, entre otros libros. Fidel no paraba de leer en la Sierra Maestra. Los revolucionarios estamos en el deber de estar leyendo constantemente, sobre todo, los Comunistas, porque sabemos que todo está en movimiento. Lo que ayer era nuevo hoy es viejo y lo que hoy es nuevo mañana será viejo. Actuando así, la rebelión de las ratas será más rápida en Colombia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario