“Un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios”: Carta encíclica del Santo Padre Francisco.
“Por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza”: Simón Bolívar.
Se debe entender como territorio la complejidad del sistema ecológico que hace parte de la “Casa Común”, dice el Papa Francisco para referirse a la pachamama, es decir, a la tierra. Hay en su entraña bióticos y abióticos, debidamente organizados producto de la continua evolución, pero que la dinámica perversa y depredadora del régimen capitalista neoliberal hoy tiene colapsado ese proceso natural vital, colocando la vida de la naturaleza en su conjunto en entredicho. Entre ella, por supuesto, a la humanidad. Así las cosas, no hay que responsabilizar a los hombres, hay que responsabilizar el régimen, el sistema capitalista y su política monstruosa neoliberal que todo lo ha cosificado convirtiéndolo en mercancía.
Este sistema capitalista hoy tiene en venta nuestro territorio. Todo absolutamente todo: Las cordilleras, las llanuras, el agua, el aire, la fauna, la flora, la vida de todos cuanto pueblan la Casa Común que aquí queremos llamar Tolima. El 85% del territorio tolimense – por ejemplo – se encuentra concesionado a multinacionales y transnacionales en títulos mineros, unos concedidos y otros por conceder. Hay vía libre para destruir las cordilleras, las montañas con el único propósito de sacar de sus entrañas sus metales preciosos, no para satisfacer el interés colectivo de los habitantes de la ciudad y del campo, se hace con el fin de fortalecer el imperialismo (multimillonarios) a través de sus multinacionales y transnacionales.
Acudiendo a los términos más sencillos del pueblo para hablar el mismo idioma, la megaminería a cielo abierto consiste en derribar los árboles, los bosques, destruir la capa vegetal, dejar la roca a la intemperie, abrirle pequeños agujeros, rellenarlos de dinamita, explotar dicha roca, llevar esta roca dinamitada a grandes fondos, pailas, echarle cianuro, mucha agua y someterla a grandes temperaturas. Por un lado saldrá el oro y por el otro lado los desechos, los cuales habrán de contaminar lo poco que quede con vida, si es que queda. Es como coger un ser humano, cortarle sus extremidades, sacarle sus intestinos, buscar lo que se quiere y dejarlo abandonado. ¿No es esto un crimen atroz? ¿No es esto un crimen abominable, salvaje? Es un etnocidio de vastas proporciones.
Durante mucho tiempo se pensó que la tierra no sentía y se le podía hacer toda clase de maldad y que no reaccionaba. Por el contrario. Mantenía intacta. Hoy sabemos que la tierra siente, reacciona y muere. La esterilidad avanza dramáticamente. Cada vez la tierra es menos fértil. El uso de químicos, abonos, la lluvia de bombas y ametrallamientos del militarismo recalcitrante como consecuencia del crudo conflicto que lleva más de 50 años constantemente hace mella. La guerra declarada por esta rancia oligarquía colombiana en contubernio con el imperialismo de los Estados Unidos, a partir de 1964 con el tenebroso plan Latin América Security Operation (Laso), contra el pueblo colombiano, especialmente los campesinos del sur del Tolima, la heroica Marquetalia, Gaitania y Planadas, en el departamento de Tolima, tiene profundas repercusiones sociales, económicas, políticas, ambientales y culturales, que hoy nos coloca en la gran encrucijada, donde debemos insistir y persistir en una solución política a este larvado conflicto, lo cual implica determinar las causas y combatir las consecuencias con políticas sociales y no guerreristas como se empecina el Estado Colombiano. La paz con justicia social, que significa determinar las causas para tomar acciones concretas. Las venas del departamento del Tolima están rotas y se deben suturar con cambios estructurales, no con cambios cosméticos. Hay que ir al fondo. Y la única forma de ir al fondo es que el pueblo tolimense se levante como una sola persona a rechazar la megaminería a cielo abierto y a sacar en estampida de nuestro territorio a las multinacionales y transnacionales, especialmente la Anglo Gold Ashanti. Unidos tenemos que decir: “Sí a la vida, no a la mina”. El camino es la unidad y la acción colectiva de las masas. Mientras el pueblo siga atrapado en el analfabetismo político, en el sectarismo y en la indiferencia, el Tolima estará condenado a ser un gigantesco de desierto a corto o largo plazo. Por eso, la lucha ambiental, es ante todo una lucha política. No se es coherente – por ejemplo – apoyar la lucha ambiental, pero seguir votando por los mismos con las mismas. La tragedia que vive la naturaleza tolimense y en conjunto, la naturaleza nacional, no es producto de la casualidad, es producto de decisiones políticas tomadas en el parlamento colombiano. Anglo Gold Ashanti está en el Tolima y en Colombia, porque el parlamento y el gobierno nacional la autorizaron. Así las cosas, hay que romper ante todo con el analfabetismo político. Solo así es posible defender nuestro territorio y el proceso de paz que hoy se discute en la Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc –Ep) y el gobierno Santos. Para ello resulta importante dos cosas: El cese bilateral de fuegos y el compromiso de las partes de no levantarse de la mesa hasta tanto haya un acuerdo que satisfaga las partes. Es indudable: La paz está cruzada por la lucha de clases. El gobierno añora una pax romana, el pueblo añora una paz con justicia social. La diferencia es enorme.
[i] Hoy 28 de agosto se realiza en Ibagué encuentro departamental de paz en el marco de la II asamblea nacional por la paz que se realizará en Bogotá los días 19 y 20 de noviembre de 2015. El partido Comunista local Ibagué presenta este documento a la discusión.
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