Por Nelson Lombana Silva
7 de agosto de 1819 – 7 de agosto de 2015, hace 196 años el pueblo patriota en sangrienta batalla sellaba la independencia del alicaído pero criminal imperio español, en los hermosos campos del puente de Boyacá. Brillaría la sed de libertad, la combatividad internacionalista de la mano de Simón Bolívar, Anzoátegui, Pedro Pascasio Martínez, un niño ejemplar que peleó por la libertad y demostró la más elevada lealtad a la patria, a la libertad y a la justicia social y tantos más que ofrendaron sus vidas por la causa justa de los pueblos.
Este ejército libertador nos enseñó que los tiranos son efímeros y los pueblos eternos. Es más: Los imperios caen cuando el pueblo se concientiza, se organiza y pelea por sus derechos. No son invencibles ante la fuerza formidable del pueblo politizado y organizado. Así también cayó en su momento el imperio romano, uno de los más criminales que recuerda la historia.
¿Qué nos enseña esta historia? Que el imperialismo de los Estados Unidos caerá estruendosamente a pesar de su criminal y desalmado imperio dominante que hoy tiene a la humanidad amenazada y en inminente peligro de una tercera guerra mundial de colosales proporciones. Por un simple error de cálculo en menos de cinco minutos se podría borrar del planeta todo rastro de vida y de luz, volvería el reinado de las tinieblas y de la soledad sonora sin la posibilidad de una segunda oportunidad.
No es una exageración, es una terrible realidad. La paz mundial – en consecuencia – pende de un hilo exageradamente delgadito. Si este imperialismo les permitiera a los pueblos pensar crítica y libremente, las posibilidades de una catástrofe nuclear serían menos, pero la verdad es que la humanidad ignora qué se cuece bajo sus pies y en las alturas del poder dominante de la burguesía y el imperialismo o los imperialismos. El analfabetismo político lo hace autómata, su alienación extrema lo lleva a venerar a los verdugos y a rechazar a los nuevos libertadores.
La configuración del imperialismo de los Estados Unidos en el siglo XXI es aún más criminal que en el siglo pasado. Elementos nuevos surgen en la dinámica como bien lo predijeron Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista escrito en 1848 y cuya vigencia no admite duda o sospecha, cuando escriben que una forma de desarrollarse el capitalismo es precisamente renovándose incesantemente. Algunos incluso, dicen que el capitalismo no está en crisis, sino que está mutando. Es decir, se está actualizando para hacerse más depredador, más criminal y más salvaje.
Para comprender la dramática realidad que vive Colombia, necesariamente hay que conocer el capitalismo por dentro, esa fase que Lenin llamó imperialismo. La clase dirigente de este país no tiene pulmones propios, respira por los pulmones del Tío Sam.
Las estadísticas dolorosas que hoy presenta Colombia no son frutos del azar o de leyes divinas, como nos lo quiere hacer creer la oligarquía colombiana y pro imperialista. Son producto de decisiones políticas tomadas por la clase dominante.
Algunas son elocuentes: De los 47 millones de habitantes que tiene Colombia, 34 millones son pobres, el 45 por ciento del total se encuentra en la indigencia, 19 millones padecen hambre o desnutrición crónica, el 78 por ciento de colombianos viven por debajo de la línea de pobreza, 80 por ciento de la población económicamente activa está desempleada, subempleada o en la informalidad, 5 millones de desplazados, el índice Gini es 0,59 uno de los más altos de América Latina y del mundo, lo dicen Renán Vega Cantor y Felipe Martín Novoa, en su libro intitulado: “Colombia y el imperialismo contemporáneo un eslabón geoestratégico de los Estados Unidos”.
Esta cruda realidad tiene que ver con la política imperialista de los Estados Unidos, quien aplicando la tenebrosa política de James Monroe de “América para los americanos”, (Mejor para los Estados Unidos) y gracias a la posición genuflexa y pusilánime de la clase dominante (Oligarquía Colombiana), quien habla español pero piensa en inglés, ha otorgado sin sonrojarse toda la soberanía nacional. Con razón el candidato a la asamblea del Tolima por la Unión Patriótica, Danilo López Carrero, decía por estos días: “¿Cuál soberanía nacional? ¿Cuál patria? El gobierno ha entregado el país hace rato a las multinacionales y transnacionales, hace rato no tenemos patria”.
Estados Unidos le suministra a Colombia más de 2 millones de dólares diarios con destino a las fuerzas militares, siendo este país el tercero en captar recursos por este concepto después de Israel y Egipto. ¿Generosidad de los gringos? Por supuesto que no, dominio imperialista es lo que esto significa.
Hay en este país sudamericano 7 bases norteamericanas. Algunos hablan de 15, esta monitoreada Colombia por radares de ese país imperial segundo a segundo y milímetro a milímetro. Este país recopila la información y solo les suministra a los militares colombianos lo que le conviene al imperio, lo demás es secreto de Estado. Cuando Santos le fue a contar a Barack Obama sobre la intención de dialogar con las Farc – Ep, este le respondió sin inmutarse: “La CIA ya me había informado de eso”.
El dominio es total. El paramilitarismo es recomendación de los Estados Unidos. Durante su visita a Colombia del general norteamericano, William Yarborough, en 1962, recomendó la creación del paramilitarismo. Señala con el mayor cinismo del mundo:
“Debe crearse ya mismo un equipo en dicho país, para seleccionar personal civil y militar con miras a un entrenamiento clandestino en operaciones de represión, por si se necesitaren después. Esto debe hacerse con miras a desarrollar una estructura cívico militar que se explote en la eventualidad de que el sistema de seguridad interna de Colombia se deteriore más. Esta estructura se usará para presionar los cambios que sabemos, que se van a necesitar para poner en acción funciones de contra – agentes y contra – propaganda y, en la medida en que sea necesario, impulsar sabotajes y/o actividades terroristas paramilitares contra los conocidos partidarios del comunismo. Los Estados Unidos deben apoyar eso”. [i]
Varias cosas a considerar: 1. El paramilitarismo no es nada nuevo; 2. Es una política sucia de Estado estimulada por los Estados Unidos; 3. Se puede entender por qué Álvaro Uribe Vélez se mueve como pez en el agua con semejante prontuario sin que le pase nada, absolutamente nada hasta ahora. La única explicación es que tiene visto bueno de los Estados Unidos y mientras a este país le sirva será intocable. Uribe está en el escalafón de narcotraficantes marcado por los gringos con el número 82. Le conocen su procelosa existencia de extremo a extremo.
¿Por qué tanta inversión militar de los Estados Unidos en todos estos países considerados periféricos o subdesarrollados? Porque hay un interés económico, imperialista. Va tras los recursos naturales renovables y no renovables de estos países. Por eso la extrema y demencial militarización, caso concreto de Colombia.
El rostro contemporáneo del imperialismo está reflejado en los Tratados de Libre Comercio (Tlc), en el control mediático y en la delirante militarización. El mal llamado “Plan Colombia” que comenzó a implementarse en octubre de 2009, mientras Pastrana Arango distraía a la opinión pública con los diálogos del Caguán entre las Farc – Ep y el gobierno nacional, era escrito en inglés y traducido mucho tiempo después al español.
Se dijo que era un plan para luchar con el narcotráfico. Falso. Germán Castro Caicedo lo desnuda en su libro nuestra guerra ajena. Su verdadera esencia era: Plan militar contrainsurgente y controlar la región amazónica, zona geopolítica esencial para los Estados Unidos. Es decir, romper las líneas fronterizas para que las multinacionales y transnacionales entraran al país a avasallarlo, a robarle sus recursos naturales, como efectivamente está sucediendo. Los batallones de alta montaña no son para cuidar a los colombianos o la soberanía nacional, los batallones están para garantizar la seguridad a estas monstruosas multinacionales y transnacionales.
Durante 1998 – 2008, se calcula que unos 72 mil militares y policías de Colombia fueron entrenados por personal de los Estados Unidos, siendo el segundo después de Corea del Sur, dicen Renán Vega Cantor y Felipe Martín Novoa en su libro del cual venimos haciendo referencia.
En la actualidad hay 1400 mercenarios norteamericanos en Colombia, cuando el convenio era apenas de 400. La fiebre militarista en Colombia es altísima. Su gasto militar así lo dice: 6.5 del Producto Interno Bruto (Pib). Una cifra altísima a nivel orbital. Entre los países de Sudamérica oscila entre 1.5 y el 2 por ciento.
Es más: Las fuerzas militares colombianas son las que más han crecido en el continente. Representa medio millón de efectivos. Contrasta con otros países, a manera de ejemplo: En el 2008 Brasil contaba con 190 mil, Francia 137 mil, Israel 125 mil. Proporcionalidad: En Venezuela la relación era de 6 a 1, Ecuador 11 a 1. Por eso, no es ingenuidad preguntar, ¿Quién manda en Colombia?
Toda esta parafernalia militarista es inspiración gringa en procura de sus intereses imperialistas. Todo está sincronizado milimétricamente. Es por eso que los comunistas llamamos insistentemente a la unidad y a la globalización de la lucha de los pueblos, a la unidad de la izquierda, pues no se está enfrentando un tigre de papel, se está enfrentando un imperialismo descomunal y monstruoso. No se debe fragmentar la lucha. Todo lo contrario. La unidad y la acción colectiva serán salidas plausibles y revolucionarias. Hay que aprender de la historia, comenzando por conocerla críticamente. Bolívar luchó por la primera emancipación, es nuestro deber luchar por la segunda y definitiva. Manos a la obra.
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[i] VEGA CANTOR, Renán y MARTÍN NOVOA, Felipe. Colombia y el imperialismo contemporáneo un eslabón geoestratégico de los Estados Unidos. Colección contexto latinoamericano. Ocean Sur, una editorial latinoamericana. Primera edición 2014, segunda impresión 2014. Página consultada 48.
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