La seguridad que ofrece el gobierno nacional es cada vez más insegura y mentirosa a lo largo y ancho del territorio nacional. La Unidad Nacional de Protección (Unp) es un elefante blanco, física burocracia y al parecer nido de corrupción. Recientemente se filtró a los medios de comunicación escándalo al parecer de corrupción, pero como el que coloca la inyección es el que tiene la jeringa éste desapareció como por arte de sortilegio y todo volvió a la normalidad.
Hasta el momento ni una gota de gasolina, ni las mínimas medidas de seguridad para las personas, líderes y dirigentes populares seriamente amenazados. Sálvese quien pueda, es la consigna. Explicaciones baladíes son el pan nuestro de cada día.
Mientras tanto, la delincuencia sigue haciendo su agosto. Asesinatos, amenazas, heridos por doquier, silenciado por los medios de comunicación. Es la constante en el país del sagrado corazón de Jesús. Colombia, seguramente es uno de los países más inseguros a nivel mundial. No obstante, el presidente Santos habla maravillas a nivel nacional e internacional.
Pareciera un complot, un plan fríamente calculado como diría el comediante mejicano. Sin embargo, esta actitud no es nada nueva. Recordemos que cuando atentaron contra el candidato presidencial Bernardo Jaramillo Osa en el puente aéreo El Dorado en Bogotá, la versión fue que inexplicablemente a esa hora no estaba funcionando el servicio de cámaras. Uno no se explica cómo pudieron atentar contra Pizarro León Gómez a casi 20 mil metros de altura en pleno vuelo. No hay que hacer mucho esfuerzo mental para concluir la complicidad oficial en estos hechos repugnantes. Algún amenazado dijo algo con cierta ironía por estos días: “¿De qué me sirve vivir escoltado si en el momento oportuno seguramente no lo estaré?
El presidente Santos debería decir con franqueza si se puede o no se puede garantizar la vida de los sindicalistas consecuentes, dirigentes consecuentes con los intereses del pueblo y demás personalidades amenazadas en el territorio nacional. No puede continuar diciendo una cosa y hacienda otra bien distinta. En ese proceso debe comenzar por decir si está dispuesto y en capacidad de ir desarmando realmente el aparato paramilitar.
Recientemente el semanario VOZ La verdad del pueblo, presentaba unos informes especiales desde la ciudad de la eterna primavera, Medellín. De acuerdo con ellos, el paramilitarismo se estaría “modernizando”, asumiendo un ropaje distinto, sin disminuir un centímetro su criminalidad.
Como se vienen dando las cosas y atando cabos sin mucho esfuerzo, hay que registrar un panorama complejo e incierto para Colombia y el proceso de paz que se desarrolla en la Habana (Cuba). Todos los días el presidente Santos le exige más y más hechos de paz a la guerrilla de las Farc – Ep, mientras tanto él y su nefasto gobierno neoliberal, intensifican sus criminales políticas contra el pueblo en todas sus formas y manifestaciones. ¿Cuál gesto de paz de Santos? Ninguno.
Los colombianos y las colombianas estamos indefensos e indefensas a merced del enemigo de clase, quien aprieta desde distintos ángulos sin piedad alguna. En ese mar hirsuto de inseguridad la denominada Unidad Nacional de Protección hace agua como se diría popularmente. ¿Hasta cuándo seguirán los esquemas literalmente inmovilizados, excelentísimo señor presidente Santos? Claro, los esquemas de los dirigentes populares, porque esquemas de los dirigentes de la oligarquía si son perfectos y en permanente crecimiento.
Es un hecho palpable, evidente. Sin embargo, muchos insisten en decir que la lucha de clases ya perdió vigencia y que hay que dizque “modernizar” el discurso. Caso del señor Wilson Borja que después que el Partido Comunista se solidarizó con él para que saliera pensionado con salario de parlamentario, ahora no pierde oportunidad para hablar sandeces del Partido. Así lo expresó recientemente en la gira por Ibagué. Como dirían las abuelas en su sabía sabiduría popular: “Así paga el diablo a quien bien le sirve”.
Seguramente, todos estos hechos los aprovecha el régimen para “justificar” la inseguridad galopante que se respira en calles y caminos de Colombia.
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