viernes, 6 de marzo de 2015

La otra Historia del Tolima

Nelson Lombana Silva
Por Nelson Lombana Silva

 Haciendo un esfuerzo descomunal en rescatar parte de la verdadera historia del departamento del Tolima, especialmente del sur, queremos ofrecer a nuestros gentiles lectores regados por todo el planeta tierra una síntesis exagerada de lo que realmente sucedió a partir de la vivencia del pueblo. No es la versión de la clase dirigente, es la versión del pueblo recopilada con todas las dificultades del mundo, subjetividades posiblemente por cuanto de entrada rechazamos la neutralidad y objetividad que hablan con tanta elocuencia los historiadores del régimen capitalista.



Sin faltar a la realidad es nuestro querer presentar la versión del pueblo, la cual carece de figuras literarias rimbombantes, giros espectaculares y acciones novelescas y de terror, que suelen colocar a los victimarios en el más alto pedestal y a las víctimas en el sótano del odio y del señalamiento. No somos ni historiadores, ni investigadores profesionales, somos revolucionarios que nos guiamos por el principio marxista – leninista que dice que la historia la hacen los pueblos fundamentalmente.


En cinco capítulos, en cinco entregas intentaremos cumplir con esta tarea en medio de las crudas amenazas y la insolidaridad de los que suelen decir ser solidarios. Ojalá, tengamos oxígeno para cumplir y recibir por supuesto las críticas y las sugerencias, las cuales recibiremos con sencillez y espíritu dialéctico y revolucionario.

Comenzaremos con la introducción:


Introducción

La historia nos la han contado al derecho y al revés, desde la perspectiva de los vencedores; razón tiene Gabriel García Márquez al decir: “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, echa más para esconder que para clarificar”.

Esa historiografía burguesa nos habla de los verdugos como héroes y los héroes como villanos. Resulta común que se reconozcan como grandes infamias de antropófagos incivilizados a los luchadores en defensa de sus territorios como los aborígenes cunas, chocoes o citarares, a los noanamaes, baudoes, quimbayas y Pijaos, para citar solo unos pocos, y como grandes “héroes” a los que protagonizaron crudas masacres como Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Américo Vespusio, Martín Fernández de Enciso, Pedro de Heredia, Gonzalo Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar, Nicolás de Federmán, Ambrosio Alfinger, Jorge Robledo, Vasco Núñez de Balboa, Andrés López de Galarza, entre otros.

La historia del departamento del Tolima ha sido contada de esta manera, totalmente acoplada a los intereses de la clase dominante. En consecuencia, se hace necesario reescribirla desde la óptica del pueblo, conocer esa otra versión que ha permanecido en el anonimato, tergiversada e ignorada. Debe salir a flote la verdad, que no es otra que el heroísmo del pueblo aborigen mal llamado indio, brutalmente invadido por el entonces imperio ibérico. Eso nos permitirá no solamente conocer el pasado con certeza, sino interpretar correctamente el presente y proyectar el futuro colectivamente.

La neutralidad histórica no existe, es una engañifa diría el poeta chileno Pablo Neruda. Tampoco tiene límite como pretendió hacerlo creer Francis Fukuyama al afirmar con toda la estupidez del mundo, que ésta había llegado a su fin con el neoliberalismo y la dictadura de la ley del libre mercado; pronto el ecléctico italiano Norberto Bobio, demostró la vigencia de la diada: Izquierda – Derecha. La tozudez de los acontecimientos y los procesos que constantemente se suceden confirman que la historia continúa la dinámica del reloj. “Las ideologías reverdecen”, dijo Norberto Bobio zanjando la discusión.

Asumir la interpretación de la historia desde la versión del pueblo, es asumir una posición de izquierda. Sobre el concepto de izquierda dice el doctor Carlos Gaviria Díaz: “Es propugnar por una sociedad equitativa, donde se creen condiciones  de igualdad que les permitan a las personas ser libres y para lograrlo hay que construir una sociedad igualitaria”.

A su vez, define su criterio sobre el concepto de Derecha: “Es estar comprometido con la defensa de un statu quo con nostalgia de regresar al pasado”. También define con claridad el concepto Centro, que a nuestro modo de ver, es el comportamiento pusilánime e incierto de los indecisos. El maestro Gaviria Díaz, dice: “Para mí en política, el centro es el lugar más cómodo para no hacer nada, para dejar las cosas como están”.

Otro aspecto relevante tiene que ver con la neutralidad y la objetividad histórica. Mientras la derecha enseña que la historia es “neutral” y la “objetividad” está condicionada al criterio que de ella digan sus historiadores, la izquierda niega estas categorías y afirma sin ambages que no existen más que en la imaginación humana del régimen capitalista, porque en la realidad concreta no hay tal neutralidad, ni la objetividad está condicionada a quien la diga, sino al contrario, ésta está supeditada a los hechos concretos y tangibles.

Se trata en esta oportunidad entonces de rescatar un acápite de esa historia ignorada en el departamento, contada de viva voz por los que realmente hacen la historia con qué tenacidad y heroísmo, sin el uso de un lenguaje ampuloso, acartonado y teñido de hipérboles mentirosas, pero que de modo alguna riñe con la verdad y la objetividad de los hechos.

Es la historia que ha permanecido escondida, ignorada o en el peor de los casos, tergiversada, de un pueblo alucinado y ensimismado en la tradición, en el miedo y en el desconocimiento de sus derechos por parte de un Estado corrupto, violento y miserable.

Es la historia de ese hombre y de esa comunidad de la cual hace referencia Antonio Gramsci, cuando afirma  que “toda gran filosofía comenzaba por verdades del sentido común. Veamos la primera: Todo hombre necesita comer, vestirse, tener techo, antes de hacer filosofía, religión y cultura. Diremos de ella la segunda: No hay hombre, en el sentido universal que todos conocemos, sin la cultura”.

Raúl Rojas González, María Oliva Campos Torres, Luis Rosendo Cruz Barrios o cualquiera de los campesinos o campesinas asesinados en el sur del Tolima por las hordas del militarismo y del paramilitarismo, tienen las características que cita Antonio Gramsci o el mismo Carlos Marx en cuanto a quién es el que hace verdaderamente la historia.


Si hay personalidades históricas en el Tolima con méritos de verdad son estos sencillos hombres y sencillas mujeres, que sobreponiéndose a las vicisitudes del régimen capitalista, derramando su propia sangre, demostraron en la práctica que los tiranos son efímeros y los pueblos eternos, invencibles.

Estos hombres y mujeres hacen parte de la lucha que otrora librara Manuel Quintín Lame por la recuperación de la tierra, donde a pesar de sufrir los peores vejámenes no calla ni cesa en la tarea de exigir sus derechos y anima a los suyos a insistir, tal como lo relata el camarada Juan de la Cruz Preafán: “Lo detienen, lo amarran a la cola de un caballo, lo arrastran por kilómetros, pero Manuel Quintín Lame no calla, no deja de luchar, alega para que las tierras sean devueltas a sus antiguos dueños”.

Este aborigen venido del Cauca, orienta la lucha en el Tolima Grande.  Centra su accionar en los municipios de Coyaima, Natagaima  y Ortega, principalmente, con su discípulo, el también indígena José Gonzalo Sánchez, militante del Partido Socialista Revolucionario y luego en 1930, hace parte de la fundación del Partido Comunista, siendo miembro de su comité Central; surge de igual manera el indígena Comunista Eutiquio Timoté en esta parte del Tolima, dejando la impronta de lucha por la reforma agraria para que la tierra vuelva a ser de los dueños ancestrales y de quienes la hacen producir, los que fueron desplazados violentamente.

En estas sencillas páginas hay un testimonio para dimensionar y así entender el presente y proyectar el futuro de la lucha revolucionaria, la lucha de clases y el pensamiento científico marxista – leninista. De lo contrario, no vamos a entender la razón de la lucha del pueblo. “Quien no aprende de la historia está condenado a repetirla”, diría el español Santillana.

Son pequeñas lecciones para desarrollar críticamente y actuar, porque de nada sirve saber y saber, pero no actuar con decisión y coraje. “Es como el que ara y ara pero nunca siembra”, dice Platón. Hay que teorizar y practicar, de lo contrario, estamos condenados a otros cien años de soledad.


 ¡Bienvenidos!

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