La gran vencedora en el debate electoral presidencial de ayer en Colombia fue una vez más la abstención, la cual estuvo cerca al 60 por ciento. Más de la mitad del electorado habilitado para definir persiste en la tesis de la abstención, seguramente como una forma de protestar por la política dominante de la derecha durante más de doscientos años, presentándose la terrible dinámica del rico más rico y el pobre más pobre.
También refleja dicho comportamiento analfabetismo político. Al parecer no se entiende el poder del voto, tampoco el valor de la unidad del pueblo decidiendo autónomamente su destino. Todavía se inclina por dejar que la minoría decida sobre la mayoría. No se entiende claramente que política es poder, ante todo y que este hay que rapárselo a la derecha que lo ha ostentado ilegal e ilegítimamente durante tantas décadas.
Desde esa perspectiva, es importante los resultados presentados por parte de la fórmula Clara López – Aída Avella; contra la aceitada maquinaria de la derecha y la extrema derecha conquistó el corazón de dos millones de colombianos y colombianas. Sin maquinaria, sin marketing, sin presupuesto y sin la unidad total de la izquierda, pudo esta fórmula poner a soñar al país nacional sobre la posibilidad de un cambio importante por la vía electoral.
Es destacable que esta fórmula le haya ganado a la fórmula de Santos en Bogotá, por ejemplo, a pesar de las conocidas debilidades ideológicas del mandatario Gustavo Petro. Estos resultados son claros y precisos, dicen muchas cosas hacia el futuro inmediato.
El debate electoral se desarrolló en calma. La guerrilla de las Farc cumplió su palabra de la tregua unilateral, enviando un mensaje claro a la comunidad nacional e internacional, que trata de opacar el señor Uribe Vélez y su patota.
A definir entre la derecha y la extrema derecha
Ninguno de los candidatos obtuvo el porcentaje requerido para salir elegido presidente de la república en la primera vuelta, lo cual indica que habrá segunda el 15 de junio, entre los señores Oscar Iván Zuluaga del auto denominado centro democrático y Juan Manuel Santos Calderón de la también auto denominada unidad nacional.
Eso significa que el nuevo presidente de Colombia se definirá entre la extrema derecha que la representa Zuluaga y la derecha que encarna Santos. A groso modo: Entre lo mismo y lo mismo. No habrá una posición clara de izquierda.
Al aceptar los resultados electorales, estos dos personajes fijaron su estrategia de la corta campaña de prácticamente tres semanas, fijando líneas gruesas aparentemente contrarias que muchos alegremente pueden decir que todo girará entre la guerra y la paz. Zuluaga insistió en que el gobierno Santos viene siendo manipulado por la guerrilla desde la Habana (Cuba) y Santos dijo que el pueblo tenía que definir entre el fin de la guerra o la guerra sin fin.
Desde el marco teórico, evidentemente son posiciones contrarias. Nadie podrá discutir esto; lo discutible es la sinceridad política. Santos lo único que tiene para mostrar realmente hasta ahora es el proceso de paz que contra viento y marea ha avanzado bastante. Se pega a él como tabla de salvación. La pregunta que trasnocha a más de un ciudadano es: ¿Esa posición decidida la mantendrá una vez gane la reelección?
Santos representa la burguesía clásica, santafereña, el sector financiero. Mientras tanto, el señor Zuluaga que es un simple monigote de Uribe, representa el sector latifundista o terrateniente; en otras palabras lo más atrasado del régimen oligárquico.
Todo parece indicar que los competidores que ayer quedaron regados en el escabroso camino podrían jugar papel fundamental en la inclinación de la balanza. Una de esos competidores es la fórmula Clara – Aída. Una lluvia de interrogantes se hacen los colombianos y colombianas de a pie que votaron con tanto entusiasmo por esta fórmula. ¿Declarar la abstención activa? ¿Dejar libre a los electores? ¿Apoyar una fórmula con claro acuerdo político programático?
No es fácil tomar una decisión. Resulta supremamente complejo sobre todo considerando los efectos que una decisión puede generar en el proceso de unidad de la izquierda colombiana alrededor de un frente amplio por la paz y la democracia como lo vienen planteando distintas fuerzas de izquierda, entre ellas, el Partido Comunista Colombiano.
La complejidad aumenta cuando se considera que no hay tiempo para estudiar la mejor salida y de otro lado, la izquierda no puede cruzarse de brazos viendo correr las aguas turbulentas bajo los puentes.
Lo ideal sería una decisión consensuada entre las distintas fuerzas que conforman la izquierda. La izquierda debe madurar en este sentido. No se puede desgranar como se desgranó cuando Carlos Gaviria Díaz obtuvo 2 millones 600 mil votos. Debe aprender de sus errores y dar ejemplo de unidad y madurez política. El palo no está para hacer cucharas.
La paz con justicia social es bandera de la izquierda, no se la puede dejar quitar con fines demagógicos de oportunistas. Debe persistir en ella y estar dispuesta a grandes sacrificios para que se materialice los acuerdos de la Habana (Cuba) y por fin se pueda algún día hablar de verdad de postconflicto.
Hay que apoyar una decisión, sea cual sea con espíritu dinámico, dialéctico, unitario y político. El pueblo debe saber que la política no es un dogma. La política ante todo es poder dinámico, dialéctico. Se da con avances y retrocesos. Es decir, no es lineal. Tampoco se puede decir que política es únicamente votar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario