Así viene quedando el territorio de Payandé, Tolima. Foto Nelosi |
Por Nelson Lombana Silva
El corregimiento de Payandé, municipio de San Luis, Tolima, se encuentra ubicado a 20 kilómetros de Ibagué por carretera pavimentada, a unos 45 minutos en carro aproximadamente. Tiene 8 mil habitantes, de los cuales 4 mil aproximadamente habitan el perímetro urbano. Este corregimiento se encuentra en inminente riesgo de desaparecer por obra y gracia de la transnacional mejicana “Cemex S.A.”, literalmente lo viene “devorando” con la complicidad pusilánime del gobierno nacional.
Una comisión integrada por dos ex trabajadores de esta transnacional y la dirigente de Derechos Humanos Lily Ipuz Medina, recorrió la zona constando la dramática situación ambiental en la vasta zona otrora remanso de paz, vegetación exuberante y especie de estrella hidrográfica. De esa realidad no queda sino los recuerdos, porque la zona se viene convirtiendo en desierto en las mismas goteras de la capital tolimense.
Las excavaciones se encuentran a menos de doscientos metros del perímetro urbano de esta población, afectando el colegio y las habitaciones del entorno; Cemex S.A. viene comprando predios y desplazando a los habitantes porque considera que debajo de este caserío se encuentra la mejor parte de la mina.
El barrio “Salvador Allende”, fue desaparecido, fueron 38 casas reemplazadas por la banda para transportar el material de la mina a la empresa trituradora. La naturaleza muere paulatinamente y solo los recuerdos nostálgicos caminan por allí, en personas como Jorge Enrique Salas, quien trabajó 22 años y hoy lucha para que le sea reconocida su pensión de jubilación y el compañero Hugo Melo Mendoza, quien trabajó 33 años en esta empresa que antes era Cementos Diamantes, una empresa nacional pero que fue “devorada” por la transnacional Cemex S.A.
Durante 1998 – 2000 la zona fue invadida por paramilitares, los que sembraron el terror y muchos habitantes tuvieron que abandonar la región, otros regalar sus bienes, anochecer y no amanecer con la complacencia al parecer de la empresa y de las autoridades militares y policiales. Muchas personas fueron desaparecidas, asesinadas y brutalmente torturadas.
La empresa llegó con mentiras
Según Jorge Enrique Salas, la empresa llegó en 1958 y en 1973 se expandió poderosamente. Es más: llegó al parecer con mentiras: “Es vergonzoso pero la industria en esta región se crea sobre la base de la mentira, inicialmente se dijo que eran unas viejitas pensionadas de Bogotá que querían comprar unos terrenos para poner unos criaderos de chivos. Así fueron posesionándose de los terrenos y los fueron adecuando para la explotación de la caliza. Eso no ha cambiado mucho porque la constante es la mentira sobre las proyecciones”, señala.
Agrega: “Pensábamos que la colocación de la industria cementera en la región sería sinónimo de desarrollo y progreso, pero resulta que no es así, es exactamente lo contrario a nuestras aspiraciones, sueños y esperanzas. Al contrario, trajo fue amenaza y pobreza. Esta empresa no tiene compasión ni con la naturaleza, ni con los habitantes de la zona. Se puede observar desde que se entra a la planta de Buenos Aires y de esta a Payandé, se ve la apatía, el desprecio por la comunidad”.
Esta empresa comenzó produciendo 300 toneladas de cemento diariamente durante la década de 1960 hoy es una de las más potentes de Latinoamérica y se dispone a exportar a otros países enormes cantidades, señala Jorge Enrique.
Mientras esto sucede, la región camina a la esterilización total, la estrella hidrográfica desaparece aumentando la escases del preciado líquido. El caudal de las cuatro quebradas que surten el acueducto de la población ha disminuido en casi un cincuenta por ciento, señala Salas. No hay hospital, solo un puesto de salud atendido dos días a la semana por un médico, sin los medicamentos. La juventud no tiene posibilidades para desarrollarse. Pulula el alcoholismo, la drogadicción y la ausencia del Estado.
Solo una base militar dispuesta a defender los intereses de la transnacional mejicana hace presencia en la zona. Hugo Melo Mendoza, recuerda con nostalgia la lucha de los trabajadores cementeros. Era una lucha heroica en medio de la represión de los dueños de la empresa. “Desfilábamos el primero de mayo, cantábamos el himno de la clase obrera, la internacional, hacíamos jornadas de integración y de solidaridad”, señala.
Por su parte, Lily Ipuz Medina, dirigente de Derechos Humanos, una vez recorre las distintas excavaciones manifiesta su preocupación y la necesidad de la organización de los campesinos y campesinas para defender el medio ambiente y el desarrollo de la comunidad. “Esa es la esencia del neoliberalismo, la expresión suprema del capitalismo: El rico más rico y el pobre más pobre”. Agrega: “Solo la unidad y la movilización consciente del pueblo es capaz de detener la hecatombe total que genera estas multinacionales y transnacionales. Ellas se llevan las riquezas y nos dejan huecos como estos. Esa misma desgracia que hoy sufre Payandé, sufrirá Cajamarca con la transnacional Anglo Gold Ashanti y todo el Tolima. Hay que hacer algo”, termina diciendo.
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