Reconforta el espíritu la frescura del aire puro que se respira al recorrer sus angostas calles casi solitarias al clarear y al atardecer. Es una brisa mágica que deambula metiéndose en todas partes con la misma intensidad. Los habitantes caminan ensimismados envueltos en sus trajes oscuros, gruesas ruanas y chaquetas. Son gentes taciturnas, estoicas y humanas que saludan al turista y fácilmente establecen amena comunicación de doble vía.
Sin embargo, en medio de ese maremágnum de publicidad tradicional, encontramos con sorpresa e incluso alegría, una valla del Pacto Histórico, estratégicamente ubicada en el centro del vistoso poblado. En esa lista, se encuentra el nombre de nuestro insigne amigo Enoc Capera Trujillo, marcado en el tarjetón con el número 60.
Roncesvalles, limita por el sur con el municipio de Chaparral (Tolima); por el norte, el municipio de Rovira (Tolima); por el oriente con el municipio de San Antonio (Tolima); por el occidente con Cajamarca (Tolima), Sevilla (Valle) y Génova (Quindío).
El avaro español, Diego Fernández de Bocanegra, tuvo conocimiento de la región en 1584, encontrando los aborígenes Brunies y Buliras, pertenecientes a los Pijaos. Eran tribus comandadas por el cacique Yunga.
Es zona ganadera y de cultivos propios de la tierra fría, todavía con montes exuberantes, ríos y lagunas. El árbol característico es la Palma de Cera y el loro Orejiamarillo. Mientras la carretera no sea ampliada y pavimentada, llegar a Roncesvalles es una verdadera odisea, pero, una vez allí, el espectáculo natural resulta deslumbrante, es un verdadero paraíso habitado por gente buena y pujante. ¡De Roncesvalles vine a Roncesvalles volveré!
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