lunes, 11 de septiembre de 2023

Nueva Eps, símbolo de muerte y atraco

 

Foto: El Cronista

Por Nelson Lombana Silva

Ir al médico en otros tiempos era una esperanza que el paciente llevaba porque consideraba que el médico lo iba a salvar de la enfermedad que estaba padeciendo. Quien no tenía dinero para comprar los medicamentos era remitido a la farmacia, recibiendo éstos y firmando con el número de célula. El Estado subsidiaba.


La perversidad del neoliberalismo y personajes siniestros como el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, impusieron la ley 100, convirtiéndose la salud automáticamente en vulgar mercancía. ¿Quién tiene acceso a la salud? El que tenga dinero.

Y para concretar el gran negocio para unos cuantos avaros sin corazón, se inventaron las llamadas: Empresas Prestadoras de Salud (EPS). Todas son criminales, explotadoras, verdaderos pulpos económicos aprovechando el dolor ajeno, la sangre del pueblo. Pero, todas, todas, son remalas. Sin embargo, la más remala e inhumana es la llamada: Nueva Eps.

El paseo de la muerte

Hacía bastante tiempo había dejado de ir a reclamar los medicamentos para la diabetes, por la engorrosa tramitología, la falta de un diabetólogo y la costosa cuota moderadora. El viernes anterior, fui a reclamar los medicamentos, siendo víctima de lo que se suele llamar: “El paseo de la muerte”. Fue denigrante la forma como esta prestadora de salud presta sus servicios y en el caso particular como me trató.

Primero, una larga espera para que un médico general me atendiera y me dijera que él no podía recetarme los medicamentos requeridos, que tenía que hacer una solicitud. Por este breve diálogo me tocó cancelar la suma de $16.400, oo pesos. Fui a solicitar la cita. La funcionaria, una joven elegante, me dice: “Tiene que bajar al primer piso y solicitar el turno”. Yo estaba en el segundo. Lo hice y me remitieron para el piso tercero. “La cita le queda para noviembre”, me dice la joven.

Voy a reclamar algunos medicamentos en la farmacia de Colsubsidio que se encuentra en el primer piso. La enfermera me dice: “Tiene que primero solicitar la cita por internet”. “Lo que quiero saber es, si estos medicamentos están acá, señorita” “Solicite el turno y con mucho gusto le decimos”, fue la respuesta. Esto ocurrió en la calle 43 con carrera 5ª de la ciudad de Ibagué, Tolima.

El sábado madrugué, a la farmacia de la calle 31 con carrera 5ª a reclamar los medicamentos. La enfermera que me atendió revisó las órdenes y sin ninguna emoción me dijo: “Estos medicamentos tienen que ser autorizados, vaya al edificio F30, cuatro cuadras arriba. Subí. Llegué allí a las 6:30 y el horario de atención es de las 8:00 a.m. hasta las 11:30 a.m. Esperé pacientemente conversando con una elegante dama Petrista. A las ocho, salió una niña hermosa y atenta. Miró mis papeles y me dijo: “Para autorizarlos tiene que traer la historia clínica. Vaya nuevamente a la 43”.

“Verde de encabronamiento”, como diría Gabriel García Márquez, me trasladé a la calle 43. Me atendió la celadora. Dijo: “La niña que despacha esas historias clínicas hoy no viene, espere hasta el lunes o martes”. Volví a la calle 31 y me entregaron una cantidad de pastas, sospecho que las más baraticas, pero antes me tocó cancelar nuevamente el copago: $16.400, oo.

Conclusión: La diabetes avanza y los medicamentos enredados en la tramitología. Un médico tuvo la desfachatez de decir que no era importante un diabetólogo. “Eso para qué. Cualquier médico puede recetar la insulina”. Casi me voy de para atrás. Solo atiné a decirle a ese mediquillo: “Un especialista estudia más que un médico general”.

Este sistema de salud, que ha matado más humanidad que el agudo conflicto armado en Colombia, es defendido por los dueños, que, a su vez, son parlamentarios y gentes de la sucia oligarquía como la mujer de Álvaro Uribe Vélez, por ejemplo.

Hay que salir a rodear al presidente del cambio y a rechazar esperpentos de esta naturaleza. Si dejamos de andar agachados y sumisos, podemos. Manos a la obra.

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