lunes, 7 de agosto de 2023

¿Es el Tolima más atrasado políticamente del país?



 Por Agamenón

Una persona sencilla de la entraña del pueblo se acerca y me pregunta: “¿Es el Tolima más atrasado políticamente del país?” Yo que estaba ojeando un libro, lo cierro y miro al transeúnte con atención. Es un hombre cincuentón, alto y delgado, con sombrero y ropa raída por el uso, un auténtico campesino caminando por la tradicional tercera a la altura de la calle 12 en la ciudad de Ibagué (Tolima).

Lo invito a sentarse a tomarse un tinto. La cafetería está abarrotada de público y el bullicio es enorme. Sin embargo, se puede conversar. ¿Por qué el interrogante?, pregunto en voz baja, conteniendo la curiosidad. El hombre sonríe dejando entrever su dentadura postiza. “¿No se ha dado cuenta usted que es tan estudioso?”

La conversación se hace amena, el campesino es buen conversador, culto y analítico. Lamenté no tener a mano la grabadora. Quedó pendiente, sin embargo, una entrevista.

Mientras los avales se sigan concentrando en pocas manos en Bogotá y no se descentralicen responsablemente, sucederán casos como los ocurridos en el Tolima y creo, en muchas regiones del país. Eso es un aspecto.

El otro aspecto tiene que ver con la estructura orgánica y el sentido de clase. Todos hablan de unidad, pero ninguno se compromete en serio con ésta. Se impone con ímpetu el personalismo, los viejos cacicazgos que se niegan no a hacerse a un lado, porque de eso no se trata, sino a colocar su experiencia al servicio de la unidad y del cambio que demanda el presidente de la república y los actuales momentos.

Es inadmisible que, con ministro a bordo y funcionarios en altas posiciones, no hayan podido dinamizar el Pacto Histórico alrededor de candidaturas unitarias, discutidas y aprobadas colectivamente. Nuevamente, el individualismo hizo carrera no importa que todo se pierda.  No se aprendió la lección, todo porque la arrogancia obnubila e impide pensar colectivamente. Sé que, en esto, nadie tiene la verdad absoluta, la verdad sale a flote en consenso, pero éste no afloró sacrificando el proceso y la fuerza que le impone el presidente Petro. Los resultados adversos son una especie de crónica anunciada como en la obra de Gabo.

Mientras apuraba el tinto, haciendo de tripas corazones, se me ocurrió decirle que no fuera tan apocalíptico. Me miró irónico, pero en el fondo con profunda melancolía. Sé que los procesos seguirán su curso, pero no con esos personajillos llenos de envidia y ambición personal. Mientras ellos estén en las direcciones, no pasará nada. Ellos no quieren que el Pacto Histórico se desarrolle, ellos quieren no perder su hegemonía ya venía en desuso. Es decir, el interés personal, particular.

El departamento está tomado por la mafia, una mafia bien camuflada en los partidos y movimientos tradicionales, mafia que estará dispuesta a no perder su dominio al precio que sea. Ojalá algunos “lideres” de la supuesta izquierda, no les estén haciendo el juego. Cosas se han visto.

Una o dos personas, autoproclamadas militantes del Pacto Histórico han colocado inconsultamente a un joven para la alcaldía, joven que no tuvo seriedad con la palabra, porque unas veces dijo que apoyaba el Frente Amplio por Ibagué, después que no; más tarde que participaba de una consulta para sacar candidatura única, pero finalmente tampoco cumplió. Al lado de éste, y por el Partido Verde, un partido más de derecha que de izquierda, seleccionó a un ambientalista, un artífice de la marcha carnaval.

No hay lista al concejo por el Pacto Histórico en Ibagué y seguramente en varios municipios del departamento, tampoco para la asamblea departamental. El Partido Comunista tendrá que hacer un profundo análisis crítico y autocrítico, anotando sus aciertos y desaciertos, los primeros para dimensionarlos y los segundos para corregirlos en todo este agudo tejemaneje.

Parpadeo, mirando la figura del obrero del campo, llamando la atención su preocupación. No es un avezado en la política, no ha ido a la universidad, es un lector permanente que va a las reuniones y escucha con atención definiendo sus propias conclusiones. Eso lo deduzco fácilmente.

Nos despedimos con el compromiso de volver a encontrarnos. Sus reflexiones forjadas a la intemperie merecen atención. Nos despedimos hablando de un “milagro”. Ahora, me cuestiono: “Si son posibles los milagros en la alteridad política?”

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