miércoles, 17 de mayo de 2023

“Esos hijueputas medios me estaban matando”


 Por Nelson Lombana Silva

Conversé con una amiga muy inteligente por estos días. La encontré sonriente y optimista. Me le acerqué y le pregunté la causa. Su respuesta me dejó atónito: “Dejé de ver los noticieros de televisión y los radios periódicos, esos hijueputas me estaban matando”. Lo dijo con franqueza y fluidez sin titubear.

Sorprendido la invité a tomar tinto. “Compañera – le dije – me tiene asombrado su respuesta tan directa, clara y precisa”. Sonrió y mientras preparaba su infusión, expresó su parecer con sencillez, como un torrencial aguacero. No la interrumpí, solo escuché atentamente su disertación magistral.

“Yo era esclava de los medios, sobre todo de los noticieros; pensaba que era un deber estar supuestamente bien informada. Creía ciegamente en esos espacios, lo que dijeran allí, era para mí la última palabra, la verdad irrefutable. La verdad, pasaron muchos daños para darme cuenta de algo: Que siempre terminaba estresada, nerviosa, temerosa, desanimada y como con ganas de no vivir. Ni una puta noticia positiva, solo muertes, atracos, robos, drogas, enfrentamientos, elogios a unos pocos y calumnias al pueblo común y corriente como yo. Que un señor entró a un supermercado se robó una libra de arroz y fue condenado a veinte años de cárcel, que un alto funcionario se robó millones y millones de pesos que iban para la alimentación de los niños de la Guajira y las investigaciones no avanzan en su contra y más bien es presentado como un hecho grandilocuente como para admirar, quedando la sensación que robar poquito es delito, pero fuertes sumas no lo es”.

Levantó su mirada para verme y después de un pequeño sorbo, continuó como una cascada volcánica: “Una noche, no podía conciliar el sueño pensando en la noticia del día: Que una niña de doce años, fue raptada, violada y asesinada al parecer por un psicópata. Era la una de la madrugada y nada que podía conciliar el sueño. Con rabia llegué a la gran conclusión: No voy a volver a ver esos malditos noticieros, marica me dije, me estoy torturando pendejamente, si continúo viéndolos, terminaré loca, amargada o quizás psicópata también”.

Volvió a saborear el café. “Al principio, me dio duro. Esa maricada es como una adicción, pero poco a poco me fui acostumbrando a mi nueva realidad. Al mes, más o menos, sentí el cambio. Llegué al trabajo sonriente, optimista, como cuando usted va a trotar, se pega un buen baño, queda uno como nuevecito, cero kilómetros ¿Verdad?”.

¿Cuál fue la reacción de sus compañeros y compañeras de trabajo?, le pregunté con asombro. Volvió a reír. “Eso fue la locura. Todos me preguntaban que por qué ese cambio tan repentino y radical, que por qué había cambiado 360 grados, de la tierra al cielo. Mi mejor amiga, comentó: Siempre llegaba huraña, nerviosa e insegura, ahora es todo lo contrario. ¿Cuál es el secreto? Yo les conté la causa de mi nuevo comportamiento”.

¿Cómo asumieron la decisión suya? “Ja. La reacción fue muy diversa. Para unos era un error porque era fundamental estar “bien informado”, para otros, me aislaba de la realidad concreta y hacía como el avestruz, otros se miraron cautelosos y otros, tímidamente me dieron la razón. La verdad no me importó. La tenía clara. Esos medios no son de comunicación, son de incomunicación, destinados a sembrar miedo y a insinuar que el pueblo es incapaz de gobernarse, que hay que permitir que la clase poderosa nos gobierne. Por eso, siembran miedo, inseguridad y, sobre todo, complejo de inferioridad”.

Entonces, ¿Usted ahora anda desinformada, como de espalda a la realidad del país y del mundo? Me miró burlona. “Por supuesto que no. Creo que ando más informada que antes, pues utilizo los medios alternativos. Ellos no desinforman, informan. ¿Y sabe qué? Ellos apoyan las acciones del pueblo, estimulan la formación intelectual e ideológica de las masas, enseñan a pensar, a encontrarle sentido a la vida y al optimismo. Creo que es lo más hermoso: El optimismo. Hay dificultades, pero hay posibilidades de salir adelante. Eso fue lo que más me gustó”, dijo terminando el tinto y despidiéndose, marchándose por la pequeña avenida con paso firme y sonrisa a flor de piel.

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