lunes, 29 de junio de 2020

Manuel Marulanda Vélez, gigante de la paz y la esperanza

Manuel Marulanda Vélez. Foto: Semanario Voz
Por Nelson Lombana Silva

En la medida en que se degrada la oligarquía colombiana, se agiganta la obra revolucionaria del histórico comandante Manuel Marulanda Vélez. Su gesta brilla sin mancha en el firmamento colombiano y su ejemplo de compromiso, lealtad y firmeza ideológica, lo hace invencible. Toda su vida la dedicó a impulsar la segunda y definitiva independencia no solo de su país, sino también del continente americano. Fue un comunista hormonal y consecuente con su clase social. No le hice una sola concesión al enemigo de clase. Murió cumpliendo con su deber revolucionario. No claudicó. Así, su pensamiento está más vigente que nunca. Esta oligarquía no se derrota con avemarías, ni tomando el camino escabroso de la capitulación, la concertación y/o la traición.


Su nombre original era Pedro Antonio Marín Marín, hijo de Pedro Pablo Marín Quinceno y Rosa Delia Rodríguez. Su padrastro se llamó Ramiro Betancourt. Fueron sus hermanos: Jesús Antonio, Rosa Helena, Obdulia y Rosa María. Su abuelo era Ángel Marín, antioqueño de extracción liberal, quien fue combatiente en la guerra de los mil días. Cursó quinto de primaria. A los trece años se fue de la casa, acosado por la miseria. Nació el 13 de mayo de 1930, en Génova (Quindío) y murió el 26 de marzo de 2008, al parecer en las frondosas montañas del departamento del Meta.

Fue hijo de campesinos liberales. Tenía 18 años de edad, cuando la CIA, con el aval de la oligarquía Liberal – Conservadora, asesina al doctor Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá. A partir de esta luctuosa fecha, se recrudece la violencia en Colombia. Los liberales pobres y los conservadores pobres, se enganchan en una violencia absurda, azuzada por los colores y el afán de la oligarquía liberal-conservadora de borrar el pensamiento gaitanista de izquierda, que ardía en el corazón del pueblo liberal – conservador.

Esta feroz violencia que cobró más de 300.000 muertos, fue algo premeditado por la clase dominante. Fue estimulada y financiada. La dirigencia conservadora orientó la pajaramenta, la chulavita y la policía política (Popol), mientras la liberal, la chusma. Fue un enfrentamiento estéril, doloroso e infame, mientras los jefes de ambos partidos departían plácidamente en el exterior, después de montar el gran simulacro del “golpe de Estado” por parte de un militar criminal y consecuente con la clase oligárquica: Gustavo Rojas Pinilla.

Manuel Marulanda Vélez, fue víctima de esta violencia. Se vio precisado a empuñar las armas para defenderse y defender a su familia y vecinos más allegados. De joven fue expendedor de carne (carnicero), panadero, vendedor de dulces, constructor, tendero y comerciante. Siempre se rebuscó el alimento y la posada con decencia, con honradez y rectitud. Era un campesino a capa cabal. La crueldad de la matanza se vivía a cada paso que daba. La oligarquía conservadora, se inventó el corte corbata, era el corte transversal en el cuello por donde le extraían la lengua a la víctima y la oligarquía liberal, se inventó a su vez, el corte franela, era la decapitación.

La cruda violencia fue aprovechada por el burgués para hacerse más burgués y el terrateniente más terrateniente. Los campos fueron abandonados y los campesinos obligados a engrosar los cinturones de miseria en las ciudades, las niñas prostituirse y los jóvenes ponerse al servicio de la mafia y el narcotráfico. El drama del campesino constituyó una bonanza para la gran oligarquía que se iba empoderando progresivamente sobre montañas de crímenes horripilantes.

Manuel se ubicó en el sur del Tolima, dedicándose al agro. Durante algún tiempo fue inspector de obras en Gaitania, municipio de Planadas (Tolima), en la dictadura de Rojas Pinilla. Con alguna formación política, se dedicó a organizar a los campesinos, demandando del gobierno central obras comunitarias, como caminos, puentes, puestos de salud y créditos blandos.

El senador conservador Álvaro Gómez Hurtado, habló en el parlamento de “repúblicas independientes”, y el triste célebre ex presidente Guillermo León Valencia, sumiso a los dictámenes de Estados Unidos, permite que se ponga en marcha por este país imperialista el plan militarista “Latin American Security Operation”, con más de 16 mil hombres con armamento de punta. Los campesinos le dirigen una carta al presidente invitándolo a la región y a la presencia del estado con obras de desarrollo comunitario y no belicismo, pero el gobierno subyugado a Estados Unidos, hizo caso omiso. Es el problema cuando no se tiene pulmones propios.

Los campesinos deciden enfrentar esa brutal invasión y se colocan al frente 48 campesinos, liderados por Manuel Marulanda Vélez. Podría decirse que 48 campesinos derrotan a 16 mil militares. Más tarde, se funda las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC – EP), movimiento guerrillero que pasó a la historia como la guerrilla más antigua del continente. La metamorfosis del destacamento guerrillero resulta asombrosa, porque pasa de ser un movimiento de autodefensa campesina, a un movimiento revolucionario que se plantea la toma del poder y la instauración del socialismo en Colombia. Sus ideales siguen latentes, vigentes. Todavía la reforma agraria sigue siendo una utopía muy distante, la soberanía nacional sigue en las garras de los gringos y la corrupción en la clase gobernante, alcanza índices impresionantes. Colombia está tomada por la mafia. Los poderes públicos están a merced del narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción galopante. Así las cosas, el proyecto bolivariano que lideró con decisión y coraje, el carismático comandante Manuel Marulanda Vélez, sigue más vigente y necesario que nunca. Su ejemplo sigue siendo un faro luminoso que brilla en el amplio firmamento.

En esta intensa batalla ideológica y política que vivimos, hay que reivindicar la obra de nuestros héroes, sobre todo de esos imprescindibles que toda la vida lucharon por la paz y la esperanza en un futuro promisorio para todos y todas. Hay que decir que Manuel Marulanda es un gigante de la paz y la esperanza, que vive en las conciencias de los auténticos revolucionarios que hoy luchan denodadamente por la segunda y definitiva independencia. El Comandante Manuel Marulanda Vélez, vive y está presente, vigilante y abnegado como siempre. ¡Honor y gloria a su memoria! ¡Hasta la victoria siempre!

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