domingo, 28 de junio de 2020

“Adiós a las armas”: Ernest Hemingway

Ernest Hemingway, 15 de julio de 1944. Foto: Infobae
Por Nelson Lombana Silva

Esta maravillosa obra de literatura del gran escritor estadounidense, Ernst Hemingway, es la octava en ser leída durante esta pandemia del Coronavirus. Una obra que nos permite viajar por países europeos, como Italia, Polonia y Suiza, conociendo su bella y gélida geografía, su gastronomía y las costumbres particulares de los pueblos de esta parte del mundo, sacudidos por el horror de la segunda guerra mundial de 1914 – 1918. Pueblos enteros enfrentados contra pueblos enteros, por los designios oscuros de los dueños del poder.


El estruendo de los cañones y de las bombas accionados por los no dueños del poder, en beneficio de los dueños del poder, los que nunca van al campo de batalla, pero tienen el poder sobrenatural de ganar las guerras en los escritores y allí mismo repartirse el poder entre los vencedores, mientras que los héroes son condecorados con medallitas y cintillas de poco valor.

De las entrañas del crudo combate surge un amor cristalino entre una enfermera inglesa y un teniente americano. Todo se da al calor de la actividad. Él maneja las ambulancias. Su labor principal consiste en evacuar a los heridos y la enfermera su misión ayudar junto al médico a salvar vidas, para que se repongan y vuelvan al frente de batalla. Con todas las dificultades que ofrece la guerra, la relación se establece entre la humareda y los estruendos de los diversos artefactos habilitados para el conflicto orbital. El amor se hace invencible.

La enfermera se ha marchado para la ciudad de Milán (Italia). La distancia no rompe la relación amorosa. El teniente es herido y remitido a esta ciudad. El reencuentro fortalece la relación. Fruto de esa intensa relación Catherine queda embarazada. Él regresa al campo de batalla ya recuperado con la promesa de regresar. Se habla del fin de la guerra. Sin embargo, los crudos combates son permanentes y el enemigo los hace retroceder. En esas condiciones, sus amigos más cercanos mueren, otro es ajusticiado por desertor y para el teniente salvar su vida, tiene que arrojarse al río helado, nadar y nadar hasta salir más abajo y de una manera clandestina abordar el tren y llegar a Milán. Catherine no está se ha ido para otra ciudad. Un amigo lo ayuda. Viaja y se reúne con su amada. Deciden salir de Italia y cruzando un lago, llegan a suelo suizo. Allí, se instalan. Pasean, se divierte, se aman intensamente. El nacimiento del niño es esperado con ansiedad. Hay tanto amor en esta pareja, que uno espera que con el advenimiento del niño o niña, esta pareja será feliz hasta la eternidad. Pero, no es así. El parto se complica. Hay que hacerle cesárea. El niño nace muerto y ella perece debido a una hemorragia incontrolable. El teniente, partido por el dolor, regresa al apartamento con las manos vacías y el corazón herido. Es un final doloroso. Dramático.

Hemos concluido esa aventura de la mano de un eximio escritor. El autor de dos obras más que hemos tenido la oportunidad de leer: El Viejo y el Mar y Por quién doblan las campanas. Ahora estamos con la voluminosa obra: “El nombre de la Rosa” de Umberto Eco. Vamos a ver si tenemos valor de recorrerla de la primera a la última página. La literatura nos transforma, porque tiene un poder mágico que nos lleva por mundos exóticos e increíbles. Nos enseña a vivir y convivir en comunidad. A pesar por sí mismo y a soñar con un mundo posible. Hay una frase en la obra: Adiós a las armas, que nos mueve, nos anima a pensar, a ser crítico y autocrítico, pero de verdad. Dice: “Todos los pensadores son ateos”.

Por eso, nuestra invitación cordial a leer. Una persona que lee es diferente. Comprende la universalidad del mundo, su belleza y no se ahoga en una gota de agua. No se deja manipular fácilmente. Tiene discurso e interpreta correctamente el devenir histórico de la humanidad. Es autónomo. Se guía por la ciencia. Entiende el valor de la unidad y el sentido de la fraternidad. Es feliz. Disfruta cada minuto de su corta existencia y se transforma con donaire. Vence la muerte, porque la asume como algo natural. Se da perfectamente cuenta que nada es sobrenatural, todo es natural. La lectura nos hace humanos. Lea…

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