miércoles, 20 de mayo de 2015

La soledad sonora de Macondo

Por Nelson Lombana Silva

A raíz de los diálogos que se adelantan en la Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) y el gobierno nacional de Juan Manuel Santos Calderón, Aureliano Armanza Latorre[i], decide armar su propia opinión sobre los hechos que son motivo de disputa en Colombia. “No puedo opinar con base en lo que dice el otro, debo opinar con base en mis propios argumentos, los cuales se construyen trabajándolos”, dice mientras apura el tinto sin azúcar en el pequeño cuarto de su modesto apartamento.



Lo único que tiene claro hasta ahora es que ningún colombiano puede declararse neutral o indiferente ante estos diálogos, por cuanto allí no se está definiendo el futuro ni del gobierno oligarca, ni del movimiento fariano, de alguna manera, se está definiendo el futuro de todos los colombianos y todas las colombianas, chicos y grandes, gordos y flacos, negros y blancos, ricos y pobres, letrados e iletrados, optimistas y pesimistas, avispados y tontos, etc.


Su rostro moreno se contrae al mirar a su alrededor todo normalidad y sosiego: El pobre luchando por sobrevivir y paliar el hambre, mientras el rico diseñando nuevas estrategias aberrantes en el marco del neoliberalismo para amasar más fortuna, sin importarle que la vida no le alcanza ni para disfrutar una milésima parte del dinero que guarda celoso en los bancos del gran sistema financiero. No tiene conciencia que ha perdido la conciencia.


La soledad sonora de Macondo rebasa los umbrales del surrealismo mágico de su fundador Gabriel García Márquez en el marco del denominado: “Boom Literario”, que nos hizo soñar despiertos y asumir utopías con donaire y perseverancia, al interior del sistema más inhumano que ha tenido la historia de la humanidad, donde la muerte y el dolor ajeno se utilizan para hacer más poderoso a una clase mínima que se sostiene en la altura del poder dominante.


Aureliano Armanza Latorre, es un investigador empírico, crítico y analítico que trata en medio de sus propias contradicciones hallar la verdad de las cosas tirando por el atajo de la sindéresis. En palabras suyas: “Ni para allá, ni para acá, simplemente lo que es”.


Eso le ha traído más problemas que satisfacciones, pues decir la verdad en Colombia es de por sí un error o un suicidio. Sin embargo, Aurelio tozudamente se empecina en transitar ese camino y a pesar de ser ateo, suele decir irónicamente con mucha frecuencia: “¡Por la verdad murió Cristo!”


Es universitario. Sin embargo, es consciente que tiene muchos vacíos, comenzando por admitir la naturaleza antropológica del ser humano que determina que todos los días se está haciendo, hay nuevos descubrimientos, tesis y conjeturas en todos los campos del conocimiento. “La peor manifestación de ignorancia del ser humano, es decir que se la sabe toda”, insiste mientras juega con el libro entre sus manos huesudas.


Sus ojos cafés de mirada triste de vez en cuando se ilumina al hallar en la universalidad una gotita de conocimiento, después de revisar el semanario VOZ La Verdad del pueblo, consultar las páginas web: www.pacocol.org, www.semanariovoz.com o www.rebelion.org, entre otras. Después de leer un buen libro o participar de un debate, una mesa redonda, una conferencia o una simple entrevista. “Leer – dice – es dialogar con una persona importante sobre un tema igualmente importante, que ayudará a forjar la personalidad y el intelecto, pero sobre todo a mejorar las relaciones humanas y la convivencia, a interpretar el mundo y pensarse la posibilidad de contribuir en su transformación”.


No es una persona explosiva, diríase extrovertida. Por el contrario. Es una persona calmada, sosegada y analítica, diríase introvertida. Insiste en decir: “Hay que pensar para hablar y no hablar para pensar”. Agrega: “El ser humano se debe guiar por la racionalidad y no por la emotividad. Sin embargo, ambas cosas son importantes, porque son inherentes al ser humano, el problema está en saber manejar racionalmente estos comportamientos”.


¿Por dónde comenzar?


Aurelio Armanza Latorre, se estira y se encoge. Bosteza y colocando la mano derecha en el mentón, recostando el codo sobre la mesa mira la distancia y se lanza la cruel pregunta: “¿Por dónde comenzar?”. Tiene conciencia que toda investigación parte de una pregunta, la cual da origen a una hipótesis y si la hipótesis es acertada desemboca en una tesis, la cual debe ser demostrada a través de la práctica para que sea científica, es decir, cierta. Así las cosas, no resulta fácil el camino por recorrer. Seguramente, resultará largo y culebrero, quizás angustiante o emocionante, con saltos y sobresaltos, quizás estimulante o frustrante. Nadie podrá predecir. El único que podría predecir sería Dios y éste no existe más que en la imaginación humana. El hombre ha creado a Dios y no Dios al hombre, como se suele decir arrastrando el lastre del analfabetismo del origen del hombre, la humanidad y la naturaleza en su conjunto.


El plan resulta corto y sustancioso. A partir de tres momentos claves puede llegar a lo propuesto. Por lo menos, así lo cree Aurelio, el hombre de la mirada triste. En un primer momento se trata de caracterizar el sistema capitalista, en un segundo, el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón y en un tercer momento el movimiento guerrillero.


El sistema capitalista, el sistema de los antivalores


“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”, dicen Carlos Marx y Federico Engels.[ii] ¿Qué significa esto? Primero, que toda la vida no ha reinado el sistema capitalista, en el marco del desarrollo histórico de la humanidad hubo un momento en surge el sistema capitalista como tal (Siglo XV), lo cual indica que tendrá un final para dar paso a un sistema distinto, el sistema Socialista.


La cuestión resulta obvia si aceptamos el esquema un tanto arbitrario de las grandes etapas por las que ha pasado la humanidad: Primitivismo, Esclavitud, Feudalismo y Capitalismo. Cada período tiene sus características y particularidades que ciertamente no resultan fáciles identificar, se hace necesario un estudio meticuloso y detallado con espíritu crítico y analítico.


Por eso, una primera característica del sistema capitalista es que es histórico. Es decir, aparece en un momento determinado del desarrollo de la sociedad y a su vez, desaparecerá en un momento determinado del mismo desarrollo de la humanidad. No es eterno, infinito e inmodificable como dicen sus aduladores.


Una segunda característica, tiene que ver con las clases sociales que lo integran o conforman: La burguesía y el proletariado. ¿Qué se entiende por burguesía? ¿Qué se entiende por proletariado? Volvamos a Carlos Marx y Federico Engels: “Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietario de los medios producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir”.[iii]


Tercera característica importante, el sistema capitalista no es una cosa u objeto inmodificable. Es un conjunto de relaciones de distintos tipos que se están desarrollando constantemente. Por ejemplo, relaciones económicas, relaciones sociales, relaciones políticas, relaciones ideológicas, relaciones culturales, etc.


Podría decirse gráficamente para su mejor comprensión que el sistema capitalista tuvo una infancia, una juventud, una madurez y una decadencia. Según Lenin, está en su última fase de existencia: El imperialismo. Es lo que usualmente conocemos como neoliberalismo, en el que el capitalismo altamente desarrollado se expresa a través de multinacionales y transnacionales, con sus profundas y dramáticas contradicciones que lo van consumiendo en la desgracia, en su propia destrucción.


La cuarta característica, tiene que ver con la existencia de las clases sociales antagónicas: Burguesía y Proletariado. Es decir, clase rica y clase pobre. La contradicción entre el capital y el trabajo.


La quinta característica, estaría determinada por los antivalores. O sea, en el capitalismo no hay valores, sino antivalores. ¿Qué queremos decir con esto? Que en el sistema capitalista predominan: La explotación del hombre por el hombre, la mentira, la infamia, el engaño, la represión, la tortura, el desprecio por la verdad y la justicia social, la corrupción, la competencia, el privilegio, el individualismo y el personalismo. La consigna nefasta, por cierto, es: “¡Compito, luego existo!”.


En este sistema no se impone la razón, se impone la fuerza bruta. Aquí lo fundamental no es el ser humano, sino el dinero. El que tenga dinero es un Don así sea el más degenerado y perverso; el que no tenga dinero es un Don Nadie así sea un sabio en cualquier área del conocimiento. Es la cruda realidad. Es la característica del sistema capitalista.


Seguramente hay más características y seguramente igualmente importantes. Sin embargo dejemos por acá su enumeración pues la idea no es hacer un texto farragoso.


Santos: El gobierno de la “prosperidad”


El presidente Juan Manuel Santos Calderón es un oligarca de cuna, hace parte de la rancia oligarquía santafereña, tronco de una familia al parecer predestinada solamente a gobernar. Toda su familia se ha movido en las alturas del poder. Hace parte de ese grupo selecto de familias que se reparten el poder entre sí con qué habilidad y con qué frialdad.


Así las cosas, resulta ingenuo pensar que Juan Manuel Santos gobierna pensando en el pueblo (Proletariado), gobierna pensando en su clase social: La burguesía. Maneja la mesa del rico Epulón y el pueblo es apenas el pobre Lázaro que espera con ansiedad las migajas que caen accidentalmente.


No vayamos tan lejos: Miremos el Plan Nacional de Desarrollo que presentó al congreso y fue aprobado a pupitrazo limpio. ¿Qué intereses consulta? Los intereses de la oligarquía, es decir, los intereses de las multinacionales y transnacionales. Es un plan para alimentar el militarismo y la guerra contra el pueblo colombiano. Sin embargo, se empecina en el proceso de paz con la insurgencia de las Farc – Ep.


¿Qué tipo de paz añoran Santos y la oligarquía colombiana? La pax romana, la paz de los sepulcros, la paz de los vencidos, la paz sin cambios estructurales. Añoran que la insurgencia se ponga de rodillas y diga: “Perdón Estado por haber soñado con justicia social, equidad y sosiego para todos y todas sin privilegios de ninguna naturaleza. Aquí están las armas y mándenos para la cárcel acusados de lo que no hemos hecho”.


La inversión para el período 2014 – 2018 está definida por Santos, inversión llena de ambigüedades y contradicciones sobre todo con las víctimas de esta cruda violencia que ya supera los cincuenta años y que en términos generales son todos los colombianos y colombianas que hacen parte del Proletariado.


Este plan está concebido a imagen y semejanza del club de países más ricos del planeta que hacen parte de la OCDE. No es un plan para la paz con justicia social, es un plan para la guerra. Dice el camarada Alfonso Castillo: “Se puede afirmar que el plan nacional de desarrollo, no es el instrumento para que las víctimas puedan concretar sus derechos a la justicia, verdad, no repetición, ni mucho menos la reparación integral”.[iv]


La suma dedicada a las víctimas del crudo conflicto resulta ínfima, por no decir que insignificante. Un cálculo importante hace el camarada Castillo en su sesudo artículo. Se destina para la posguerra mil 435 millones 504 mil 824 pesos, mientras que realmente se necesitan ocho mil 504 millones 824.000 pesos. Todo constituye un simple saludo a la bandera.


Es más, dice el compañero Alfonso Castillo: “El número de víctimas en Colombia asciende a 7 millones 028 mil 776, y la meta de reparación integral por vía administrativa  es de 920 mil para el cuatrenio, lo que equivale solamente al 13 por ciento del total de las víctimas reportadas en el Registro Único de Víctimas (Ruv)”[v]


Según el articulista resulta aún más grave en cuestión de empleo para resarcir en parte el daño causado a las víctimas, pues solo se habla de 18.500 solamente. El aumento en los cuatros años sería escasamente de 8 mil. ¿Y, las demás qué? Esa son las promesas de un presidente que carece de palabra y seriedad, por cuanto no piensa con la lógica del pueblo sino de la oligarquía.


No hay coherencia en el gobierno Santos Calderón. Una cosa dice en la televisión y otra bien distinta hace en los hechos concretos. Por eso Alfonso Castillo termina su artículo diciendo: “La designación presupuestal para las víctimas es insuficiente y pone en duda la voluntad de paz del ejecutivo para con ellas”.


Si estuviera realmente interesado en ponerle fin al conflicto armado haría gestos de paz e igualmente se reflejaría en el Plan Nacional de Desarrollo. Pero no es así. Por el contrario. Dispara el presupuesto para el militarismo. Insiste en brindar todas las gabelas a las multinacionales y transnacionales para que se roben los recursos naturales sacrificando el medio ambiente. Abre aún más las puertas a la privatización de lo poco público que aún queda y cierra los ojos ante la corrupción en todos los poderes públicos que hace camino con reformas de pacotilla para que nada en esencia cambie, por el contrario se profundice.


Otra característica nefasta del gobierno Santos Calderón es la cruda dependencia del imperialismo norteamericano. Ni la más elemental medida es tomada sin el visto bueno de los Estados Unidos. Mientras los países latinoamericanos se sacuden de esa cruel dependencia y asumen posiciones críticas, democráticas e incluso, revolucionarias, Colombia en cabeza de Santos se va más a la sumisión. Permite que la IV flota recorra aguas nacionales, se integra a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), con la posibilidad de permitir que nuestros soldaditos vayan a matar gente buena en otros países, solo para satisfacer los intereses de los Estados Unidos. ¿Eso es digno? ¿Eso es humano? ¿Eso es democrático?


De otra parte, bueno resulta solucionar el sofisma de distracción que nos trata de presentar a Santos como el hombre de la paz y a Uribe como el hombre de la guerra. Santos fue el ministro de guerra estrella del narcoparamilitar Uribe Vélez. ¿Se volvió bueno de la noche a la mañana? Seríamos demasiados ingenuos pensar así. Tanto uno como el otro pertenece al club de oligarcas y tanto uno como el otro es criminal que está dispuesto a defender su clase social al precio que sea. Santos es tan criminal como Uribe.


Por eso la paz dependerá de la decisión que asuma soberana y críticamente el pueblo colombiano. Ya dijo el comandante fariano, Timoleón Jiménez: “La llave de la paz no la tenemos nosotros, ni la tiene el gobierno, la tiene el pueblo”. Es obvio pensar así, por cuanto allí en la mesa de diálogo de la Habana no se está definiendo ni el futuro de la guerrilla, ni el futuro de Santos, se está definiendo el futuro del pueblo colombiano. Es decir, se está definiendo si seguimos en guerra o entramos a la paz con justicia social. No es de poca monta lo que se está jugando allí, por eso la oligarquía hace todos los esfuerzos porque el pueblo no se interese, se mantenga de espaldas y para eso utiliza ante todo los medios de incomunicación, como los llamaría Eduardo Galeano.


El presidente Santos Calderón se declara el presidente de la “Prosperidad”, lo cual puede ser cierto; prosperidad pero para su clase social. Eso es claro y evidente. Esta dispuesto a jugársela pero por los intereses de la burguesía.


Origen de la lucha guerrillera


No le resulta fácil a Aurelio Armanza Latorre abordar el tema de la insurgencia armada, primero por la estigmatización, segundo por la carencia de fuentes bibliográficas serias y tercero por la misma complejidad del tema. Lo primero que se le ocurre es acudir a los campesinos considerando que la guerrilla tiene profundas raíces campesinas. Recorrer el sur del Tolima, visitar Marquetalia, Gaitania y su entorno donde el movimiento insurgente hizo sus primeros pinitos de lucha y resistencia armada.


Sin descartar de plano esta posibilidad, Armanza Latorre decide acudir a los medios de comunicación, considera que es el sector de la sociedad colombiana más informado y sobre todo, más equilibrada su información habida cuenta que entiende que la noticia tiene dos caras y el deber del periodista es presentarlas para que el pueblo tenga los suficientes argumentos de armarse su propia opinión sobre los hechos.


Durante varias semanas dedica horas enteras a escuchar radio, ver televisión y leer prensa con ese objetivo. La jornada es dura y extenuante. Monótona y desértica. Sin embargo, Aurelio Armanza Latorre no se da por vencido, va escribiendo, hace anotaciones y pequeños comentarios al margen que le va ayudando a comprender el fenómeno guerrillero. Va acumulando vocabulario que resulta común en los medios hablados y escritos. Términos que va consultando en su diccionario. Además, conceptos de las personas que son entrevistadas. Una cosa que le llama la atención es que a través de estos medios masivos solo entrevistan una parte de los agentes del conflicto, la otra parte es totalmente desconocida. “En una democracia – reflexiona – se debería pasar la versión de las dos partes, esto facilitaría al pueblo tener elementos para hacerse su propio criterio”.


Los nubarrones se van evaporando y nuevas inquietudes surgen a la vista. Cuando el ejército nacional le produce bajas a la guerrilla los medios crean en el subconsciente del pueblo alegría, pero cuando sucede al revés, odio visceral. Armanza Latorre, se pregunta: “¿Dónde está la neutralidad informativa?” ¿Acaso, la guerrilla no tiene dolientes tantos como los miembros militares? ¿Por qué los medios son tacaños en unos momentos y prolijos en otros? ¿Por qué entrevistan a la mamá de un soldado caído en combate y desconocen totalmente a la mamá de un guerrillero caído también en combate?


Después de varios meses de escuchar los diversos medios masivos de comunicación o incomunicación, Aurelio Armanza Latorre, considera que tiene suficientes elementos para emitir un concepto a cerca de la insurgencia armada. Sin embargo, es consciente que tiene una sola versión y que se hace necesario conocer esa otra versión, para confrontarla y de esa confrontación sacar la síntesis, es decir, el resumen. O sea, su verdadera opinión.


¿Qué ha hallado hasta ahora? Primero, que lo que da los medios de comunicación no es más que la versión de la clase dominante. Es decir, la oligarquía colombiana. Eso lo lleva a concluir que no hay neutralidad informativa en este país y que los medios son más de incomunicación que de comunicación como sostenía el uruguayo Eduardo Galeano.


También llega a la conclusión de que la noticia en el neoliberalismo es una mercancía y como todos sabemos una mercancía es susceptible de ser comprada y la compra el que tiene plata. Por esos caminos llega a una primera gran conclusión: “Los medios de comunicación en Colombia son aparatos ideológicos puestos al servicio de la clase dominante”. “Ahora sí entiendo – dice – por qué los monopolios nacionales e internacionales de un zarpazo se han apoderado de estos medios”.


En su libreta de apuntes hay palabras y expresiones desobligantes contra la insurgencia armada y elogios exagerados hacia los militares, a pesar de los denominados “falsos positivos” (Ejecuciones Extrajudiciales), el escándalo por narcotráfico, consumo de alucinógenos, violación de mujeres y menores, robo de gallinas, vacas, cerdos y demás animales de los campesinos, despilfarro del erario público, etc, etc.  


Las palabras más sonadas contra la guerrilla que Aurelio anota en su libreta de apuntes: “Criminal”, “Asesina”, “Terrorista”, “Depravada”, “Traicionera”, “Inhumana”, “Salvaje”, “Bestia”, “Carece de ideología”, “perdió la ideología”, “El país no sabe qué quiere la guerrilla”, etc, etc, etc. Por su parte, las expresiones más destacadas al referirse a los militares son: “Héroes de la patria”, “Ejemplo para las generaciones presentes y venideras”, “Hombres de honor”, “Hombres de acero”, “Mártires”, “Gladiadores de la paz”, etc, etc, etc.


La pausa que hace es para preguntarse: “¿A quién defiende los guerrilleros y a quién defiende los militares?” La reflexión es larga y tortuosa, no quiere llegar fácilmente a la síntesis, por eso decide darle vueltas y vueltas. Teme caer en el pragmatismo. Decide esperar un poco más. Le resulta demasiado prematuro dar una respuesta aunque la hipótesis al decir por él mismo está a la vista.


Sin rodeos, Aurelio Armanza Latorre, decide indagar textos, declaraciones, proclamas, comunicados, programas, etc del movimiento insurgente aprovechando el proceso de paz que se adelanta en la Habana y el papel rutilante de los medios alternativos de comunicación. Se trata de contrastar las dos versiones, para entonces sí emitir un concepto u opinión serio sobre el movimiento insurgente en Colombia que cobija a las Farc – Ep, el ELN, y el EPL, principalmente.


Igualmente, pasa horas y horas, meses y meses buscando en la red electrónica, en los comunicados de prensa, en los libros, en las revistas, en los pronunciamientos y en sus propuestas elementos para hacerse una idea clara de la lucha armada en Colombia. Tampoco es fácil la tarea. Exige de tenacidad y constancia para vencer la adversidad, la estigmatización y los crudos señalamientos de un establecimiento infame que hace todos los esfuerzos para que el pueblo no piense, no tenga opinión propia, menos que sea crítica y analítica. De una manera subliminal e infame se prodiga a fondo para evitar que el pueblo realmente tenga opinión pública propia, soberana e independiente. Combina todas sus formas de guerra para que se cumpla este tétrico objetivo y el pueblo siga como autómata repitiendo la ideología de la clase dominante sin oponer la menor resistencia. Es una canallada.


Tres textos le llaman poderosamente la atención a Aurelio Armanza Latorre, uno es un texto escrito por Carlos Arturo Lozano Guillén, director del semanario VOZ La verdad del pueblo intitulado: “Los 50 años de la Farc – Ep, una historia que no puede ignorarse”, el otro, quien lo creyera: “Programa agrario de las Farc – Ep”, el cual fue publicado inicialmente el 20 de julio de 1964 y actualizado en la VIII conferencia guerrillera realizada en 1993. Ambos textos aparecen en la revista Aquelarre número 27 de la universidad del Tolima publicada en el año 2015 y un tercer texto: “Así nacieron las Farc”, memorias de un comandante marquetaliano del comandante guerrillero Jaime Guaraca. “Estos tres textos – dice Aurelio – permiten una opinión aproximada a la verdad que durante más de 50 años se ha desarrollado en la oscuridad del desconocimiento científico”.


“Los 50 años de las Farc – Ep”


Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) se fundaron el 27 de mayo de 1964, cuando se produjo el primer combate de este grupo de campesinos liderados por Manuel Marulanda Vélez contra las fuerzas militares pro imperialistas durante el gobierno de Guillermo León Valencia en territorio de Gaitania, surcando el río Atá.


Fueron 48 campesinos y cuatro campesinas los que tuvieron la osadía heroica de enfrentar a 16 mil soldados armados con la tecnología del momento “made in Usa”, asesores militares de los Estados Unidos e incluso, armas bacteriológicas que causó mucho daños a los inermes campesinos de la frondosa zona de Planadas y veredas tan importantes como Gaitania, San Miguel y Marquetalia, entre otras.


El cuento de “república independiente” inventado por la extrema derecha en cabeza de Álvaro Gómez Hurtado, se convirtió en la única excusa para desarrollar el tenebroso plan Latin American Security Operation, es decir, “Plan Laso”. Su siniestra ejecución comenzó el 18 de mayo de ese año.


Sin embargo, se consolida oficialmente la fundación del movimiento guerrillero durante la segunda conferencia guerrillera del bloque sur, realizada entre el 25 de abril y el 5 de mayo de 1966.


Antes y durante la operación Laso los campesinos hicieron ingentes esfuerzos porque el gobierno llegara a la región con caminos, escuelas, puestos de salud, créditos blandos y propuestas de comercialización de sus productos, pero no fue así, porque el gobierno hizo presencia pero de una forma violenta y agresiva, es decir, militar.


El Partido Comunista Colombiano, algunos parlamentarios liberales, entre ellos varios que hacían parte del MRL, curas como monseñor Germán Guzmán, el padre Camilo Torres Restrepo, intentaron mediar para evitar semejante atropello contra los campesinos, pero no fueron tenidos en cuenta.


El semanario Voz de la Democracia denunció en abril de 1964, la inminente operación militar de tierra arrasada contra Marquetalia y su entorno, pero el presidente Guillermo León Valencia no solamente negó sino que clausuró el periódico, asestándole un duro golpe a la libertad de prensa una vez más.


Dice el periodista Carlos Arturo Lozano Guillén: “Los antecedentes de las Farc – Ep fueron la lucha guerrillera contra las dictaduras conservadoras de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, la resistencia armada  campesina en el frente nacional bipartidista y la realización de la primera y segunda conferencia guerrillera del bloque sur, en 1964 y 1966. Es en esta última cuando se define con claridad la orientación táctica y estratégica de las Farc, como “guerrilla de nuevo tipo” por el legendario Jacobo Arenas”. [vi]


Lozano Guillén cita un acápite de la declaración política de la segunda conferencia guerrillera del bloque sur. “Los destacamentos guerrilleros del bloque sur nos hemos unidos en esta conferencia y constituido las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (Farc), que iniciarán una nueva etapa de lucha y unidad con todos los revolucionarios de nuestro país, con todos los obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, con todo nuestro pueblo, para impulsar la lucha de las grandes masas hacia la insurrección popular y la toma del poder para el pueblo”.


Cuando termina de transcribir este aparte, Aurelio Armanza Latorre suspira y se frota las manos. Se pregunta asombrado: “¿Qué hay de terrorista en estos planteamientos?”. Le resulta claro el origen del movimiento insurgente.  Escribe en su libreta de apuntes: “Hipótesis: La guerrilla es efecto y no causa”.


Corrobora su hipótesis con lo planteado por Lozano Guillén cuando dice: “Las Farc – Ep (que) se convirtieron en una fuerza política y militar de influencia en el país. Es un hecho político y social innegable si se hace la lectura auténtica y veraz de la historia colombiana”.[vii]


Programa agrario de las Farc – Ep


Este hallazgo fue una de las cosas que más le llamó la atención a Aurelio Armanza Latorre. No le cabía en la cabeza que el movimiento fariano hubiera propuesto un programa agrario teniendo en cuenta la forma como los medios de comunicación se dirigen las 24 horas contra ellos. Volvió sobre sus apuntes y recordó algunos términos soeces como: Terroristas, asesinos, dementes, fieras, ratas de alcantarilla, etc, etc. Reflexionó y se dijo: “Un terrorista o una rata de alcantarilla no propone programa agrario”.


La sospecha animó su espíritu investigativo. “Aquí – dijo – hay gato encerrado”. Entonces anotó una hipótesis más: “Los medios masivos de comunicación están a favor de una clase social: La burguesía”. Volvió sobre el texto, la revista Aquelarre y examinó uno a uno los ocho puntos que conforman el programa agrario de las Farc – Ep lanzado el 20 de julio de 1964 y reformado en la octava conferencia en 1993.


Tomó nota resumida de cada artículo así:


1º. La política agraria revolucionaria que propone el movimiento fariano, entrega completamente gratis la tierra a los campesinos que la trabajan o quieran trabajarla. Confiscación de la propiedad latifundista en beneficio de todo el pueblo trabajador;


2º. Los colonos recibirán el título de los predios, liquidando todo tipo de explotación atrasada de la tierra, los sistemas de aparecería, el arriendo en especie o en dinero;


3º. El gobierno revolucionario respetará la propiedad de los campesinos ricos que trabajen personalmente sus tierras;


4º. El gobierno revolucionario establecerá un amplio sistema de créditos con facilidades de pago, suministro de semillas, asistencia técnica, herramientas, animales, aperos, maquinaria, etc, tanto para los campesinos individuales como para las cooperativas de producción;


5º. Se garantizará precios básicos remunerativos y de sustentación para los productos agropecuarios. Es decir, comercialización y cierre a los intermediarios;


6º. Se protegerán las comunidades indígenas otorgándoles tierras suficientes para su desarrollo, devolviéndoles las que le hayan usurpado los latifundistas y modernizando sus sistemas de cultivos;


7º. Alianza obrero – campesina y del Frente Unido de todos los colombianos en la lucha por el cambio de régimen, única garantía para la destrucción de la vieja estructura latifundista de Colombia;


8º. Lucha revolucionaria y patriótica por una Colombia para los colombianos, por el triunfo de la revolución, por un gobierno democrático de liberación nacional.


Marquetalia, 20 de julio de 1964.


Firman este documento: Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas, Rigoberto Lozada, Isauro Yosa, Isaías Pardo, Luis Pardo, Jesús María Molina, Darío Lozano, Tarcisio Guaraca, Parménides Cuenca, Roberto López, Miryam Narváez, Judith Grisales, Jesús Ortiz, Rogelio Díaz, Miguel Aldana, Hernando González Acosta, Gabriel Gualteros, Miguel Pascuas, Jaime Bustos, Alcides Gonzáles y hermanos, David González, Andrés López y hermanos, Luis Salgado, Pedro Ipús, Evaristo Lozada, Vicente Torres, Desiderio García, Agustín Cifuentes, Abraham García, Ismael Valderrama, Miguel Garzón, Jaime García, José Domingo Rivera, Mariano Pérez Montes.


Volvió a leer los puntos, se incorporó y recorrió el cuarto de un extremo al otro revisando el borrador con entusiasmo desbordante. “Es como quitarse una venda de los ojos”, dijo. Casi sin poder controlarse, Aurelio Armanza Latorre disparó interrogantes a diestra y siniestra desparpajando el silencio de la noche oscura metido en su pequeño y desordenado cuarto repleto de libros por todas partes.


Algunos de ellos son los siguientes: “¿Es terrorista proponer que la tierra sea para el campesino?” “¿Es terrorista proponer garantías mínimas para los campesinos hacer producir la tierra y comercializar dignamente sus productos?” “¿Es terrorista proponer la unidad del pueblo colombiano para apoyar cambios profundos para todos y todas sin privilegios de ninguna naturaleza?” “¿Es terrorista proponer la defensa de la soberanía nacional, la libre autodeterminación de los pueblos, la democracia y la liberación nacional?”


Parecía una ametralladora disparando interrogantes en todas direcciones mientras saboreaba una taza de café sin azúcar con el fin de espantar el sueño de la media noche. Entonces escribió otra hipótesis: “El pueblo está alienado y de espaldas a la realidad”. “Voy por buen camino”, dijo acomodándose en su pequeño escritorio. La noche parecía inmóvil. El bombillo iluminaba con dificultad el pequeño e improvisado estudio. Siguió adelante. Tenía prisa.


Así nacieron las Farc


Es el texto escrito por el camarada Jaime Guaraca. Es la memoria del comandante marquetaliano que todavía vive en la isla de la libertad, Cuba. Se trata de Tarcisio Guaraca Durán. Narra a groso modo su valioso aporte al proceso revolucionario de la manera más sencilla y amena, sin giros literarios rimbombantes, sin la más mínima intención de ser el centro de un acontecimiento histórico que permanece en el sótano del olvido y la indiferencia oficial de un régimen que lucha porque la historia no exista. Por el contrario. Es la odisea franca y leal de un soldado de la revolución que la escribe con la única intención de ayudar a clarificar la historia con el claro propósito de interpretar el presente y proyectar el futuro de un pueblo que aún no ha roto sus cadenas, pero está en ese proceso con avances y retrocesos.


Hombre de paz y de trabajo que se vio obligado a empuñar las armas para defenderse, defender su familia y los campesinos de su región inicialmente. Después, defender al pueblo colombiano en su conjunto y las perspectivas de la lucha revolucionaria hacia la toma del poder y la construcción del socialismo en Colombia.


No es un doctor de la Harvard que va allí a aprender a dominar y a robar sutilmente al pueblo colombiano. Ante todo es un campesino nacido en el municipio de Planadas (Tolima). Es pueblo por antonomasia. Un verdadero héroe, un Comunista a todo dar.


“Estudié dos años de primaria en la escuela mixta La Estrella de Tolima y por causa de la violencia que comenzó en 1948, me tocó meterme al monte con toda mi familia cuando apenas tenía diez años y cinco meses de edad. A los trece años pedí ingreso a las filas de la guerrilla y la primera responsabilidad me la asignaron a los dieciséis, fue así que a los 18 me nombraron sargento segundo, grado que fue anulado en 1958 por la conferencia guerrillera, cuando inició el frente nacional”, dice.


Agrega: “En 1959, una asamblea en la región me nombró miembro de la dirección del movimiento agrario. Luego, la segunda conferencia constitutiva de las Farc, me ascendió a miembro del Estado Mayor, lugar que mantuve inclusive los cinco años que estuve preso. Finalmente, la séptima conferencia me designó como miembro pleno al Secretariado Nacional de  las Farc – Ep y segundo al mando en la misma organización. Por razones de salud fui reemplazado en 1986. Eso quiere decir que mi experiencia estuvo ligada a la lucha del pueblo  colombiano en la resistencia armada durante medio siglo”.[viii]


Es fundador de varios frentes entre ellos el cuarto en territorio del Magdalena Medio. Va a la cárcel durante cinco años. Es enviado a la isla Gorgona y salvajemente torturado. Es histórica su intervención durante el juicio público realizado por el juzgado tercero superior de la ciudad de Cali (Valle), el 11 de abril de 1977. No pide clemencia. Aprovecha el escenario para denunciar y presentar el proyecto revolucionario del movimiento fariano, colocando al desnudo la criminalidad del sistema capitalista. Demuestra con argumentos que fue obligado a empuñar las armas, pues se trataba de defender su vida, la vida de su familia y de los campesinos de la región frondosa de Marquetalia y Gaitania. Su relato es apasionante. Un libro que hace añicos a la negra propaganda que durante las 24 horas aparece en la televisión y en los demás medios de la burguesía colombiana e imperialismo norteamericano. La verdad se abre camino. La verdad es libertad.


Aureliano Armanza Latorre, una vez lee el libro de cabo a rabo como dice Gabo, se vuelve a hacer innumerables reflexiones. Algunas de ellas: “Un terrorista, una rata de alcantarilla no hace lo que hizo Jaime Guaraca. Olvídese. El terrorista se dedica a sembrar terror, miedo en su entorno, a imponer sus intereses personalistas sobre los sociales. El comandante no hace eso. Al contrario. En sus acciones prima el interés colectivo sobre el particular”.


“Jaime Guaraca no es asesino. No mata por matar. Una característica del asesino es su cobardía, asesina solo cuando la víctima está en completa indefensión. Es cobarde. Temeroso. Es capaz de vender a su propia madre con tal que no le toque un pelo de su cabellera. No tiene conciencia ni social ni de clase. No tiene capacidad de asombro. No tiene sensibilidad humana. Jaime Guaraca resiste las ignominias de las torturas, a nadie delata, no niega la lucha revolucionaria, no pide por él, pide por su pueblo. Tiene sensibilidad. Tiene capacidad de asombro”.


“Se podrá engañar a muchos pero no a todos. Se podrá sostener una mentira durante muchos años, pero no toda la vida. La mentira es el arma del cobarde. La mentira es turbia, la verdad cristalina, transparente y pura”.


Ahora, Aurelio Armanza Latorre la tiene más clara. Ha hecho lo correcto. Someter a la cruda crítica dos posiciones distintas. No se ha casado con ninguna las dos, se ha casado con la verdad. La verdad le dice que la guerrilla no es terrorista, ni asesina, es revolucionaria que lucha por la toma del poder y la construcción del socialismo. Es decir, lucha por la vida de todos y todas.


Entiende que la lucha por la paz con justicia social es una lucha política y revolucionaria que se debe concretar en la Habana (Cuba), lo mismo que se debe dar con el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y el Ejército Popular de Liberación (Epl). Se da cuenta que la llave del éxito la tiene el pueblo. Si el pueblo se moviliza y rompe el embrujo mediático y el terrorismo de Estado, la paz es una realidad. Si no hace eso y asume una postura pasiva, es muy difícil, casi imposible que haya paz en Colombia. La explicación es sencilla: Para la oligarquía la guerra es un negocio gordo, lucrativo y la paz un negocio flaco. En cambio, para el pueblo la paz es un negocio gordo, lucrativo y la guerra un negocio flaco.


Armanza Latorre se convence de eso y de algo más: No es suficiente con decir: “Apoyo la paz y los diálogos de la Habana”. “Esto – dice – se traduce en una simple declaración y de eso está lleno el pueblo colombiano. No hay que decir solamente, hay que decir y hacer, es decir, participar activamente del cambio sustancial que necesita el pueblo colombiano”.


Descansa. Descarga el esfero sobre la mesita y dice sin rodeos: “Que no se diga más, manos a la obra. No vamos a sentarnos a esperar a  ver pasar el cadáver del capitalismo, vamos a contribuir en ese proceso, porque de ahí dependerá el surgimiento del Socialismo y la justicia social para todos que tanto añoramos”.



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[i] Nombre ficticio.

[ii] MARX, Carlos y ENGELS, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. Sexta edición. Cuadernos que despierte el leñador. Serie roja. Tercer mundo. Primera edición abril 1971.
Página consultada


[iii] Ibíd. Página consultada 9.


[iv] Semanario VOZ La verdad del pueblo edición número 2787. Página consultada 9.


[v] Ibíd. Página consultada 9.


[vi] Revista Aquelarre No. 27 de 2015. Universidad del Tolima. Página consultada 17.


[vii] Ibíd. Página consultada 19.


[viii] GUARACA, Jaime. Así nacieron las Farc, memorias de un comandante marquetaliano, edición y prólogo de Jorge Enrique Botero. Ocean sur una editorial latinoamericana. Primera edición 2015. Página consultada segunda página no paginada.

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