martes, 5 de mayo de 2015

La página que escribió el camarada José Miguel Neira Vega

Camarada José Miguel Neira Vega . Foto Nelosi
Por Nelson Lombana Silva

La página revolucionaria que escribió el camarada José Miguel Neira Vega, durante casi 70 años de militancia ininterrumpida, no se puede sintetizar en unas cuantas líneas ocultas. Sería imposible. Se debe dimensionar, discutir y analizar con más profundidad su aporte y su obra, por cuanto se convierte en paradigma para las presentes y futuras generaciones que asumen noblemente el apostolado revolucionario.



El camarada Neira Vega experimentó en carne propia etapas dramáticas que vivió a las anchas el país, sobre todo el país nacional del cual hablara Gaitán. El horrendo magnicidio del caudillo liberal, la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, el Frente Nacional; el plan Latin American Security Operation (Laso) y el surgimiento de la insurgencia armada;  en el plano internacional el triunfo de la Revolución Cubana, el triunfo de la Unidad Popular en Chile con Salvador Allende, el horrendo golpe de Estado y asesinato de este presidente elegido popular y democráticamente con el accionar directo del servicio de inteligencia americana (Cía) al servicio de los Estados Unidos y la desintegración de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, para solo señalar algunas etapas complejas y contradictorias, vividas en Colombia, en el continente y en el planeta.


¿Qué hizo que un humilde campesino del municipio de Valle de San Juan (Tolima), con escasamente segundo de primaria, asumiera todos estos hechos con espíritu dialéctico, científico y creativo? ¿Qué hizo que no claudicara y muriera predicando la unidad de los pueblos, el papel fundamental del Partido Comunista, la juventud Comunista (Juco) y el Socialismo? ¿Qué conjeturas hacer acerca de un camarada que no dejó morir en su corazón ardiente la llama de la Revolución Socialista? ¿Qué nos podría enseñar un camarada que no ocupó las primeras páginas de los diarios, ni estuvo en la academia alimentando su intelecto, pero sí en la barricada combatiendo el régimen casi que cuerpo a cuerpo? ¿Qué podrá pasar con ese bello ramillete de comunistas perdidos en la longevidad en las zonas más distantes del país, que hoy deambulan en la soledad, pero que siguen firmes como el roble, enseñando y dando ejemplo en todos los campos posibles del conocimiento y del comportamiento revolucionario?   


Así podríamos seguir interrogando y preguntándonos alrededor de un cuadro político que se forjó a la intemperie con decisión y coraje, renunciando a toda comodidad, arriesgando su vida e incluso, la vida de su propia familia incluyendo por su puesto a su inseparable esposa, la camarada Alba Camelo Ocampo y sus tres hijas.


Su infancia fue paupérrima. “Mi infancia fue relativamente muy pobre”, dijo en cierta oportunidad durante un reportaje que publicamos el 17 de octubre de 2013 en Ibagué. Pobre económicamente, pero rico en creatividad y en valor para asimilar la dinámica del momento. El mismo camarada Carlos Arturo Lozano Guillén, reconoce que aprendió de viejos militantes tolimenses, cuando era joven, de entre ellos, José Miguel Neira Vega.


¿Quién lo encarriló? Su padre y él mismo lo reconoce: “Mi padre me postuló para que distribuyera el Diario Popular y después el semanario Voz de la Democracia, Voz Proletaria”. Así comenzó la relación con el Partido y los Comunistas. ¿Qué detalle vale destacar? Que el camarada Neira no se contentó con distribuir el periódico, se las ingenió para leerlos y conocer su contenido. ¿No es ejemplarizante este comportamiento? ¿No nos deja alguna enseñanza?


Durante las décadas de los 50s, 60s, 70s, el Partido Comunista lideró en Ibagué recuperación de terrenos, los cuales dieron origen a la fundación de barrios, barrios que hoy se han venido desarrollando, creciendo y jugando un papel importante en la formación de la ciudad musical de Colombia. Son numerosos. A manera de ejemplo: Stalingrado (Hoy Alaska), El Restrepo, El Yuldaima, el Nacional, La Francia, el Villamarín, etc.


En esa lucha contra el régimen, el camarada José Miguel no empuñó armas de destrucción masiva para reclamar sus derechos, en cambio sí lo hizo el gobierno y con qué criminalidad. Instaló banderitas de Colombia en las chozas, pero sobre todo dejó escuchar con ímpetu volcánico la voz del conjunto musical llamado: “Neira y sus muchachos”. Rasgó con el alma el acordeón llevando a los inquilinos amor, esperanza, fortaleza y unidad. Demostró de esta manera que la música, el arte, es también arma revolucionaria de singular valor en la batalla contra el capitalismo y por el socialismo.


El espíritu de superación caracterizó su existencia. Fueron más las ganas de llegar a ser que la adversidad que se le interpuso. No tuvo dinero para ir a la academia a aprender el arte de la música. Fue autodidacta. Comenzó con la dulzaina, después colocando botellas en fila al estilo marimba y posteriormente, el acordeón. “Comencé tocando la dulzaina, después unas botellas que colgaba como marimba y después el acordeón. Nadie me enseñó. Aprendí viendo”.


Era desprendido de las cosas. Era revolucionario de verdad. El conjunto musical no era para volverse adinerado, era para unir a las comunidades y agitar la lucha de los comunistas. “Era el conjunto del Partido”, señala. “Tocábamos hasta el amanecer y no cobrábamos. Dedicábamos toda la actividad artística al Partido”, agrega.


Firmeza ideológica y política caracterizó su militancia. Su padre fue víctima del régimen. Eso no lo desmoralizó. Por el contrario, lo radicalizó aún más. “Mi padre – dice – fue puesto preso, lo tuvieron 15 días a la intemperie, era asmático; a los ocho días de recuperar su liberad murió”.


Varias veces el camarada José Miguel Neira Vega estuvo preso. Cuando vino de la Unión Soviética los militares difundieron que había llegado un agente internacional con armas para la guerrilla, su casa fue militarizada y detenido violentamente. Un año permaneció entre rejas. ¿Se desmoralizó? Jamás. Tampoco fue la única vez que fue al presidio que por aquel entonces quedaba sobre la calle 10 de Ibagué. Fueron muchas veces.


Agobiado por los años, enfermo, pero con la moral revolucionaria intacta, el camarada José Miguel Neira Vega no renunció a la utopía del socialismo. Es más: tuvo clara la misión histórica del Partido Comunista en todo este proceso de transición del capitalismo al socialismo, proceso que por cierto avanza, unas veces despacio y en otras aceleradamente, a veces con más avances y a veces con retrocesos, pero siempre siguiendo las manecillas del reloj: Hacia adelante.


Fue ejemplo de constancia. “Con todos esos achaques todavía late en mi corazón y en mi conciencia la necesidad de hacer Partido y de luchar por el socialismo. Es como una necesidad inclaudicante”, señalaba en aquella oportunidad. Fue un profesional de la revolución sin aspaviento y falsos oropeles. No fue arrogante, ni petulante. Fue noble, decente y humano.


Tuvo la sapiencia para entender la pérfida misión de los aparatos ideológicos que utiliza la burguesía para alienar y atemorizar al pueblo, especialmente los medios de comunicación y las religiones. “El pueblo vive bajo el gran embrujo de la televisión, los medios de comunicación, los púlpitos”. Es decir, el camarada Neira pudo superar esas debilidades ideológicas que tienen que ver con la creencia y la religiosidad. ¡Cuántos intelectuales aún hoy se encuentran en esa penumbra dando vueltas sin poder salir a la claridad que da la ciencia!


“No tuvimos la oportunidad de estudiar en el colegio o en la universidad, nos hemos capacitado gracias a las escuelas permanentes del Partido”. De alguna manera hizo suya la tesis de Estanislao Zuleta, quien fue ante todo autodidacta.


Tuvo claro la complejidad de la lucha. Pero nunca se amedrentó. Por el contrario, estuvo al frente siendo un comunista orgánico, un comunista militante y honesto, en toda la extensión de la palabra. “La lucha es difícil pero no imposible”, dijo.


Definió al Partido como el motor y organizador de las masas. Entendió con suma lucidez la violenta postura del capitalismo. Con palabras sencillas lo dijo: “Al capitalismo no le gusta la paz, es un negocio para él la guerra”.


¿Qué significa ser comunista? Su definición tiene un profundo contenido que hay que dimensionar parte por parte y en su contexto general. Quizás no es una respuesta que salga de la fría academia, sale de lo más profundo de la praxis permanente. Dice: “Ser comunista es ser libre, autónomo, humano y solidario con sus semejantes. Ser ejemplo. Amar la ciencia y luchar”. Como quien dice: Aplicar creativamente el marxismo – leninismo que se expresa en Teoría y Práctica, permanentemente.


Tuvo sapiencia para mirar la lucha internacionalista y dimensionar los resultados desde la ciencia y la objetividad, llegando a la conclusión: “Los pueblos que se han independizado de los Estados Unidos, hoy tienen mejor vida”. En Cuba la gente no se muere de hambre, ni en Venezuela, ni en Bolivia, ni en Ecuador, ni en Nicaragua, en cambio, en Colombia sí, entre otras razones porque nuestra pusilánime clase dirigente bipartidista la ha convertido en una finca del imperialismo norteamericano. ¡Qué vergüenza!


No exageró el camarada Evelio Villarreal Herrán en sus sencillas pero emotivas palabras pronunciadas en el templo y brutalmente saboteadas por el infeliz cura, al decir: “Se nos ha ido el compañero camarada José Miguel, con él la decencia, la integridad, el honor, un compañero luchador por la paz con justicia social”. Es cierto. Fue honesto, pulcro y decente. Siempre en sus labios estuvo presente la sonrisa, en su rostro la alegría de vivir y de luchar por los cambios que necesita Colombia. Su ejemplo es fuerza para las presentes y futuras generaciones. Eterna admiración.




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