La decisión de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) de decretar
un cese unilateral indefinido de fuego es un aporte concreto y real a
la paz en Colombia. Así los medios masivos de comunicación se empecinen
en restarle importancia y minimizar la incompetencia del gobierno
nacional de asumir abiertamente una postura similar, que sería una
bofetada merecida a los halcones y los carroñeros de la guerra, el hecho
asume una dimensión histórica que hay que dimensionar con amplitud y
profundidad.
Que lo que debería hacer el
gobierno nacional, lo haga la contraparte, resulta demasiado evidente
que no se puede pasar de soslayo. El país nacional debe coger este gesto
con entusiasmo y exigirle al país político que por lo menos haga un
gesto concreto de paz de tal manera que los diálogos de la Habana (Cuba)
entren definitivamente al escenario de la irreversibilidad.
Con
este son varios hechos similares que ha hecho la insurgencia armada,
mientras que el gobierno nacional – fiel representante de la oligarquía
colombiana – se mantiene inmodificable, estático y dogmático, como si
todo se mantuviera estático y no estuviera fluyendo minuto a minuto,
segundo a segundo.
Por el contrario. Los gestos del gobierno
son de guerra. El paquete de medidas aprobadas en el parlamento, la
pírrica propuesta del salario mínimo, el silencio sepulcral ante las
continuas amenazas del paramilitarismo contra los medios alternativos de
comunicación y 17 periodistas, sindicalistas, dirigentes políticos de
izquierda, campesinos, indígenas, comerciantes, estudiantes, cultores,
etc. Es como si nada estuviera sucediendo en Colombia. Es más: Se sigue
asesinando a lo largo y ancho del país y el gobierno nacional guarda
absoluto hermetismo. ¿Esos son gestos concretos de paz?
La
posición de los Estados Unidos sigue siendo ambigua, mejor: doble. De
dientes para fuera dice estar con el proceso de paz, pero no dice
absolutamente nada sobre las siete bases gringas en territorio
colombiano, tampoco de la cantidad de mercenarios de la guerra que
entran y salen del país como reyes, el acercamiento con la Otan y la IV
flora militar gringa navegando aguas colombianas.
Tampoco es
un gesto de paz del gobierno nacional la locomotora minero – energética.
Todos sabemos que tal política es una imposición imperialista para
permitir la entrada y salida, como pedro por su casa, de nuestro país a
las multinacionales y transnacionales. Éstas no vienen, propiamente, en
son de paz, vienen en son de robarse nuestros recursos naturales dejando
herido de muerte el medio ambiente. No lo decimos solamente nosotros,
lo dicen con voz clamorosa los ambientalistas, es decir, los expertos en
la materia.
Es decir: poco a poco se depurando el ambiente y
se va sabiendo quien es quien. Eso lo debe tener bien claro el país
nacional. Y la mejor manera de tenerlo claro es asumiendo una postura
activa y propositiva. Presentando iniciativas que rodeen y fortalezcan
los diálogos de la Habana, por cuanto los enemigos del proceso, dentro y
fuera del gobierno y dentro y fuera del país, no cejarán en sus
pérfidos propósitos de hacer abortar este proceso tan avanzado y
esperanzador. La misma iglesia ha destacado la seriedad con que la
insurgencia ha asumido el reto, todos esperamos que haya en el gobierno
nacional reciprocidad aunque sea mínima.
El cese unilateral
de fuego indefinido por la guerrilla fariana, es un gesto importante que
se debiera dimensionar lo justo en los medios masivos de comunicación.
Sería lo elemental, si hay sinceridad en el propósito de encontrar una
salida política al larvado conflicto social y armado que vive Colombia
por algo más de cincuenta años. Es más: Sería obvio si existiera en el
país libertad de prensa y voluntad real de paz de “Los verdaderos dueños
del país”, como dijera en su momento el economista ex comunista Julio
Silva Colmenares. La paz no son palabras, son hechos.
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