miércoles, 10 de diciembre de 2014

“El tallo de la verdad se dobla pero jamás se quiebra”: David Ravelo Crespo

“El tallo de la verdad se dobla pero jamás se quiebra”: David Ravelo Crespo
Por Nelson Lombana Silva


Solo un hombre de la talla de David Ravelo Crespo puede resistir la infamia de un Estado en descomposición en todos los campos posibles, un Estado que  sin la más mínima autoridad ética se ensaña con qué alevosía contra un Defensor de Derechos Humanos, contra un Comunista, urdiendo toda clase de artimañas lo coloca tras la reja, violando la constitución nacional y el mismo código penal sin contraer un músculo de su enjuto rostro.



Donde no hay sensatez se impone la insensatez, donde no hay decencia se impone la indecencia, donde no hay humanismo se impone la brutalidad y donde no hay ideas se impone la fuerza bruta. El compañero David Ravelo Crespo es víctima de esa terrible realidad que solo ocurre en un país que presume ser dizque la “democracia más antigua de América Latina”.


El semanario VOZ La verdad del pueblo en la edición número 2767 publica un artículo de su autoría titulado: “Historia de una infamia”, página 3, en el cual el dirigente comunista santandereano devela paso a paso la infamia de la justicia colombiana que hoy lo tiene confinado en la cárcel injustamente como miles y miles de luchadores por la paz con justicia social y el socialismo en Colombia. Resulta dramático el relato que hace, conmueve e indigna profundamente.


Todo comienza por la denuncia de un video en el cual el narco – paramilitar ex presidente Álvaro Uribe Vélez aparece departiendo con paramilitares de Barrancabermeja en la población de Puerto Berrio (Antioquia). Esto no era novedad en realidad por cuanto hacía rato era vox populi los nexos oscuros del uribismo con el paramilitarismo desde los tiempos de su padre o cuando era gobernador de Antioquia, por ejemplo. Numerosos libros hacen referencia del tema y ninguno de ellos ha sido desvirtuado por el hoy senador del autodenominado sin mérito centro democrático.


Y, comienza el calvario para el también Defensor de Derechos Humanos. Al parecer la primera alternativa era su asesinato, el cual fue develado por miembros de la MAPP OEA quienes le hacen saber del inminente peligro. Pero al no ser posible se cambia la pena de muerte por la burda judicialización y con montajes de medio pelo, se dicta sentencia y es puesto preso.


Se presta sospechosamente la Fiscalía General de la Nación en cabeza de Mario Iguarán Arana, quien el último día de su vergonzoso paso por este ente investigativo, asigna el proceso al fiscal 22 antiterrorismo, William Gildardo Pacheco Granados, comenzando el sainete de arbitrariedades, según señala David Ravelo Crespo en su artículo.


Predominan los falsos testigos. Ellos son tenidos en cuenta. Se le da toda credibilidad y con base en ello es condenado. Uno de esos falsos testigos: Fernando Barbudo Chávez, al ser contrainterrogado por la defensa en cabeza de Alirio Uribe, descubrió nada más y nada menos que ese “personaje” para la fecha de los supuestos hechos que le imputaban a David Ravelo, tenía solamente nueve años.


La juez nombrada inicialmente fue sustituida inexplicablemente por un juez temporal encargándose al parecer exclusivamente de ese caso. Eso de por sí genera desconfianza.


¿Aquello era suficiente? Pues no. Vendrían más irregularidades y de qué tamaño. Se descubrió que el fiscal William Gildardo Pacho Granados no podía legalmente desempeñar esta función, porque el 6 de marzo de 1991, en Armenia, siendo teniente de la policía había desaparecido de manera forzada al joven Guillermo Hurtado Parra, siendo destituido en primera y segunda instancia. Este fiscal no era más que un criminal de lesa humanidad.


Por eso dice David Ravelo Crespo en su nota: “¡Qué paradoja! Un violador de los derechos humanos como es William Gildardo Pacheco Granados, investigando a un Defensor de Derechos Humanos”. Los pájaros tirándole a las escopetas. Esto solo sucede en Colombia.


Se desconoció de tajo la ley 270 de 1996, artículo 150, numerales 5º y 6º, que señala palabras más palabras menos que quien haya sido destituido disciplinariamente o condenado penalmente, no puede ejercer ningún cargo en la rama judicial. Algún leguleyo de pacotilla podría decir: “Como toda norma tiene la excepción, en este caso era el citado fiscal de marras”.


Tampoco el investigador era un santo. Jairo Salazar Medina, era el jefe inmediato del suboficial de la armada Francisco Pérez, quien fue condenado a 16 años de prisión por el vil asesinato del sindicalista de la Uso, Manuel Gustavo Chacón. Además, la prensa daba razón de que éste investigador había sido destituido de la armada nacional por malos manejos en el fondo rotatorio. Es más, muy campante, sigue siendo miembro del CTI de la fiscalía general de la nación, anota David Ravelo Crespo.


Esa es la justicia colombiana contada a groso modo que se va lanza en ristre como toro matrero, contra un revolucionario hormonal que solo sueña con la justicia social, cambios estructurales a favor del pueblo y convivencia ciudadana. Es la decencia de un revolucionario villanamente acatada por la indecencia de la ley  colombiana que es como un perro que solo muerde a los de ruana como bien lo dijera Jorge Eliécer Gaitán Ayala.


Pero contra viento y marea, David Ravelo Crespo no se rinde y bellamente lo dice en el artículo periodístico: “Siempre he expresado que el tallo de la verdad se dobla pero jamás se quiebra”. ¡Qué ejemplo de moral revolucionaria! ¡Libertad inmediata para David Ravelo y todos los demás presos políticos! ¡Basta ya de tanta infamia, tanto falsos positivos!




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