lunes, 6 de septiembre de 2021

“El problema es que no hay hábito de la lectura”: Andrés Olivos Lombana

Andrés Olivos Lombana. Foto: Nelosi

 Por Nelson Lombana Silva

De visita por las instalaciones de la biblioteca Cañón del Combeima, en Villa Restrepo (Ibagué), el escritor de 18 libros y de un 19 que viene en camino, Andrés Olivos Lombana, habló sobre diversos temas relacionados con la cultura y la situación socioeconómica del país en el marco del sistema capitalista.

El veterano escritor, hace un descarnado análisis de la situación de Colombia fundamentalmente desde la perspectiva de la cultura. Y, a pesar que es crudo y directo en su análisis, no pierde la esperanza, por cuanto considera que los cambios se dan constantemente y que la perspectiva de un país en paz, sin hambrientos, sin corrupción, sin violencia, sí es posible con el concurso de todos y todas.

Para iniciar y/o profundizar este proceso de cambio es menester apearnos de la cultura, del libro y de compartir en comunión. En esa dinámica la lectura es determinante. Señala: “El problema es que no hay un hábito de la lectura”. Subraya: “No hay una cultura del libro”. Es una cruda realidad, pero a renglón seguido llama a no perder la esperanza. Dice: “No hay que perder la esperanza”.

La lectura abre puertas a la comprensión de la realidad antropológica del ser humano, da pistas para vivir y convivir dignamente en sociedad, por cuanto a partir de allí aprendemos a manejar con entereza y claridad las contradicciones. En palabras propias del maestro, Andrés Olivos Lombana: “Debemos respetar las divergencias para trabajar las convergencias”.

El escritor visitó la biblioteca El Cañón del Combeima, en compañía del maestro, Arlés Herrera, el maestro Calarcá y Luz Marina Rojas. Incluso, se integró con los niños y las niñas, participando activamente del taller de caricatura que se dictó en esta biblioteca.

La entrevista concedida es la siguiente:

-         Maestro, ¿Cuál ha sido su postura ante la vida y los hechos que marcan?

 Fui militante de la Juco. Hoy, me considero amigo del Partido. Compañero para mí dice mucho: Es quien acompaña, quien marcha al lado de uno, lo anima, le da un brazo de solidaridad, quien comparte en comunión una idea, un sueño. Ese he sido yo desde mis dieciséis años cuando ingreso a la Juco en Bogotá.

Una anécdota: Cuando estudiaba en el colegio de clase media, llamado: El Liceo La Salle de los Hermanos Cristianos, tuve la oportunidad el 11 de septiembre de 1974, durante la izada de bandera, le pedí la palabra al rector, para expresar mi solidaridad con la Unidad Popular y mi rechazo a la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Todavía conservo el texto del discurso.

-         Usted es defensor de Derechos Humanos. Es prácticamente una actividad suicida en Colombia. ¿Cuál es su parecer?

Claro que sí. Desde los años 70s  cuando comienza a surgir el paramilitarismo organizado por los latifundistas y sectores de extrema derecha, que siguen dominando el país, se genera asesinatos de cuadros políticos y sindicales que tratan de plantear propuestas distintas a las tradicionales del establecimiento.

Esa realidad, originó la realización de poderosos foros de Derechos Humanos en Colombia, lo mismo que conseguir aliados, política acertada del Partido Comunista. Recordamos la figura conservadora de Alfredo Vásquez Carrizosa. Él estuvo codo a codo, defendiendo los derechos humanos.

En cuestiones de derechos humanos Colombia está en un proceso de regresión, porque se ha incrementado exponencialmente la violencia contra el pueblo y sus principales líderes. El genocidio contra el Partido Comunista y la Unión Patriótica, continúa incrementándose en el país en estos momentos. Es una cruda realidad. El proceso de la Up que comenzó en 1985, tener más de 6000 cuadros asesinados en diez años, es algo increíble pero cierto.

-         Me decía usted que ha escrito 18 libros y está en camino el 19. ¿Escuché mal, maestro?

Me entendió bien compañero. Soy historiador. En un país donde la clase dirigente no quiere que el pueblo piense, no es suficiente con saber la realidad, sino que hay que ayudar a transformar esa realidad como bien lo afirmó Carlos Marx.

Vivir en un país dependiente, subdesarrollado, tomado por la corrupción, la explotación no es fácil. Para su comprensión hay que acudir a las ciencias sociales, en este caso la historia, para conocer la realidad y, lo más importante, tener elementos concretos que nos permitan transformar esa realidad.

Recuperar la memoria es importante porque en realidad es una forma de resistir. Al respecto, decía Patricia Ariza, en un entrevista, afirmaba que ella había podido resistir esa racha de asesinatos contra la Up, pensando en la memoria y en la solidaridad con todos los compañeros perseguidos.

La historia es importante en la medida que reconstruye y sabe leer las enseñanzas del movimiento popular en sus distintas facetas. Dimensiona con claridad el accionar de la juventud, que como se sabe, va a la vanguardia en las exigencias de cambios que necesita el país. La juventud en primera línea. Pero, en realidad no es nuevo: Recordemos las movilizaciones juveniles de mayo de 1968 u Octubre en Méjico. Pero, si vamos más atrás: 1918, en Argentina, hay un movimiento estudiantil muy fuerte allí. Siempre la juventud ha sido protagonista, siempre ha estado repuntando.

Como dice el maestro Calarcá, no podemos renunciar al proceso paciente y continuo de organizar y fomentar la formación política de nuestros dirigentes. La revolución no puede ser un culto a la espontaneidad. Hay que concientizar las masas. Es un proceso difícil.

Los jóvenes se movilizaron en el presente paro, pero una cosa es eso y otra bien distinta un proceso revolucionario. En éste se necesita de la juventud, pero también de la experiencia y la madurez de quienes siempre han venido batallando por estos cambios. La juventud sola no puede hacer un cambio radical.

Hay que estar convencidos de que el proceso revolucionario requiere: Organización, paciencia, alianzas, convergencias. En este proceso amplio todo mundo cabe. El capitalismo lleva en su seno las contradicciones que hacen injusto a este sistema.

-         Fidel Castro dijo que la Revolución es hija de la Cultura. Se trata de dimensionar el papel de la cultura. ¿Cuál es su concepto?

Es una relación dialéctica, simbiótica, porque una alimenta la otra en un proceso de unidad dialéctico. Estoy haciendo un trabajo sobre las expresiones culturales en Latinoamérica, entre los años 60 y 90, más específicamente, cómo desde la música y la poesía, se hace un proceso de reconocer, animar, apoyar y solidarizarse con las luchas de los sectores sindicales, obreros, el movimiento armado de la época.

Surge por ejemplo en Cuba, Carlos Puebla, animando, promoviendo y defendiendo a Fidel y a su Revolución naciente en los años 60s. En Chile nace Violeta Parra, recogiendo todo el folclor popular.

La canción protesta surge aliada de los sectores sociales con el objetivo de cambiar y transformar la sociedad en busca de la justicia y apoyar procesos revolucionarios en América Latina. La canción protesta es una expresión de cultura supremamente importante. La canción ha sido un arma para la protesta.

-         Asistimos a la gran paradoja en Colombia: La gente poco lee, los libros son bien caros y usted ya escribió 18 y va para el 19. ¿No es contradictorio?

Es una pregunta supremamente interesante para usted que viene haciendo un trabajo meritorio desde la biblioteca Cañón del Combeima, en Villa Restrepo y que tuve la oportunidad de conocer. Realmente, el problema no es que los libros sean bien costosos. Además, de segunda se encuentran joyas. El problema es que no hay un hábito de la lectura. No hay una cultura del libro. Los medios cibernéticos están desplazando. La gente está leyendo en los textos digitales.

El celular se ha convertido en un peligro. El problema no es la ciencia, el problema es la manipulación que se haga a través de la misma ciencia.

Tenemos que seguir estimulando el amor por la lectura, desde los niños. Usted que es bibliotecario y tiene vocación, hay que insistir en sembrar semillas de lectura en los niños. Si no enseñamos a los niños de que amen la lectura, la sociedad irá cada vez para atrás.

En esa cruda realidad, hay algunos todavía empecinados en escribir, cuando sabemos que cada vez son menos los que nos leen. Mi hijo, que es ingeniero industrial, me decía: “Papá, ¿usted para qué escribe? ¿Quién va a leer sus libros?”. Yo le contesté: Escribimos para los que leen, porque pensamos que es un ejercicio para fortalecer la condición humana de la humanidad. No hay que perder la esperanza. Nosotros los veteranos no nos damos por derrotados. Tenemos la fe de la que hablan Eric Fromm o Bloch, la esperanza como una posibilidad científica de que el mundo está cambiando permanentemente. Claro, para ello, todos debemos aportar desde el conocimiento, la cultura y la acción. Debemos respetar las divergencias para trabajar las convergencias.

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