domingo, 13 de septiembre de 2020

¿Policía Nacional al servicio del propietario del Ubérrimo?


 Por Nelson Lombana Silva

La semana de terrorismo de Estado que vivió el pueblo bogotano, prende todo tipo de alarmas, sobre todo cuando la alcaldesa, señala que no fue obedecía por los comandantes, siendo constitucionalmente la jefa de la Policía Nacional del distrito capital. Eso es muy grave. Si no le obedece la policía de Bogotá a la alcaldesa de Bogotá, entonces, ¿A quién diablos le viene obedeciendo?

La situación se hace más compleja cuando la alcaldesa comenta que se reunió con el presidente, Iván Duque Márquez, y le planteó la necesidad de una reforma estructural de este cuerpo armado y la respuesta clara del presidente fue: NO. Solo la promesa tonta de destituir a los polizontes responsables y materiales de los sangrientos hechos, nunca dijo, al parecer, indagar y castigar a los autores intelectuales de la masacre ocurrida en la capital de la República, donde primero perdió la vida un abogado a manos de la policía y después una decena más y casi un centenar de heridos y contusos, en su inmensa mayoría jóvenes de los estratos populares.

De acuerdo a la horrenda masacre de la Policía Nacional y la postura pusilánime y hasta cómplice del presidente de la República, resulta fácil deducir que el país no se está gobernando desde Bogotá, sino desde la hacienda El Ubérrimo, donde se encuentra detenido el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez. La situación es supremamente grave. Por eso, el llamado que hace Gustavo Petro Urrego, de salir a la calle, debe calar en la conciencia del pueblo, tanto citadino como campesino. En realidad con esta iniciativa no hay de fondo tesis políticas, lo que está en juego, en peligro, es la poca y raquítica democracia que hay Colombia. El fantasma del fascismo ronda, hay que detenerlo y se detiene con la movilización, con la acción de masas.

El estúpido cuento que ha venido ventilando el gobierno nacional hace rato, es que son “frutas podridas”. De igual manera, insinuar que es la guerrilla. Son sandeces que cada vez se ponen más en evidencia. En Ibagué, también la policía reaccionó violentamente contra la protesta que se realizó por el crimen alevoso en Bogotá del abogado a manos de la policía nacional. Al parecer también actuaron como “hienas humanas”, sobre todo, el asesino Esmad y la inteligencia militar de civil. Lanzaron gases lacrimógenos, agua a presión, golpearon a los jóvenes, detuvieron marchantes y amenazaron a personas lesionadas si denunciaban los atropellos. Un informe del Comité de Derechos Humanos, dados a conocer en las últimas horas, da a conocer las bellaquerías que una vez más cometieron los polizontes en la ciudad de Ibagué. Hay vídeos y dramáticos testimonios de las víctimas.

En esta ola criminal de terrorismo de Estado, sin lugar a dudas, los medios de comunicación de la gran oligarquía, han jugado un vergonzoso papel, encubriendo y lanzando campañas mediocres tratando de lavar la imagen putrefacta de la Policía Nacional y colocando en entredicho el derecho constitucional que tiene el pueblo a expresar públicamente su inconformidad por este régimen criminal, corrupto, mafioso y paramilitar que padece la República de Colombia. Cómo retumban las palabras del caudillo liberal, Jorge Eliécer Gaitán, cuando dijo: “El gobierno nacional tiene la metralla homicida para el pueblo y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.

El pueblo debe ir comprendiendo que la Policía Nacional, el Ejército Nacional y demás organismos secretos del Estado, están para defender los intereses de la gran oligarquía y a su vez, para reprimir la inconformidad del pueblo. Con dolor de patria y lágrimas en los ojos, el pueblo ha venido comprendiendo esta cruda realidad. Hay que profundizar la lucha para que más pueblo entienda esta cruda realidad. No puede ser indiferente o hacer lo del avestruz, como dice Gustavo Petro, hay que salir y con el corazón en la mano, decirle a esta rancia oligarquía representada por el inepto presidente Duque, que no queremos más de lo mismo, que llegó la hora de cambiar y construir una sociedad más justa, humana y democrática. El terrorismo de Estado podrá seguir asesinando líderes y lideresas, pero no el sueño de ser libres y soberanos. ¡A la calle, ni un paso atrás!

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