domingo, 27 de octubre de 2019

“Nos embrutecieron y nos llenaron de odio”: Ernesto Augusto Franco

Por Nelson Lombana Silva

El chaparraluno Ernesto Augusto Franco, se dispone a cumplir 79 años de edad, el próximo 24 de diciembre. Se declara sobreviviente de la violencia de estado desatada por la clase dominante, violencia que no culmina, desafortunadamente. No ha tenido momento de sosiego y tranquilidad, pues desde niño tuvo que padecer los rigores de la violencia y la miseria.

Siendo niño tuvo que salir de su terruño en estampida dejando su padre todo abandonado, pues se trataba de salvar el pellejo. El Líbano (Tolima), habría de acogerlo dándole una segunda oportunidad. Allí, terminó el bachillerato. Soñó con ser abogado laborista o sociólogo, para lo cual viajó a Bogotá. Sin embargo, la dolorosa realidad truncó sus sueños.

En compañía del camarada Raúl Rojas González, distribuía de joven el semanario Voz Proletaria en Chaparral. Conoce al dirigente comunista íntegramente reconociendo la combatividad, consecuencia con el pueblo y lealtad al Partido Comunista. No ahorra epítetos al referirse al ex diputado comunista.

Analiza brevemente la situación actual del país y no duda en decir que la crisis en todos los campos es una realidad que hay que transformar con la participación activa del pueblo organizado y politizado. “Nos embrutecieron y nos enseñaron a odiarnos”, señala con indignación al referirse a los dos partidos de la burguesía colombiana: Liberal y Conservador.

Añora la unidad de la izquierda y la radicalización de su proyecto político. El diálogo sostenido con la página web: www.pacocol.org  en la biblioteca El Cañón del Combeima (Villa Restrepo), es el siguiente:

-         ¿Dónde nació usted?

Soy chaparraluno. Viví allí determinada edad. Hice la primaria y entre a hacer el bachillerato, pero a raíz de la violencia tan inclemente y mi querido padre que era exageradamente sectario; nos tocó salir corriendo perdiendo todo. Llegamos donde una familiar en Líbano (Tolima).

En el Líbano, me acabé de formar, pues terminé el bachillerato. Quiero mucho a este municipio sin dejar de querer a mi pueblo Chaparral, municipio que vio nacer, donde tuve una niñez muy accidentada, no por la pobreza sino por la miseria en que vivíamos; desalojados de la finca que tenían mis padres. Allí, fui un muchacho inquieto. Con el compañero Raúl Rojas González vendíamos el periódico Voz Proletaria.

Me alcanzo a recordar cuando la campaña de Alfonso López Miquelsen, que nos metimos con un gran abogado que ya hoy es pensionado, Leovigildo Bernal Andrade, con  quien nos metimos a hacer política. Ayudé también a vender un periódico que se llamaba: La Calle.

Repito: Fue una niñez bastante complicada. Nunca igual a la niñez de hoy. Nosotros, en medio de las penurias jugábamos trompo, bola, la rayuela, jugábamos al escondite. La era moderna, la era robótica nos desplazó de todo eso y ya nuestros nietos no los ve hablando con los veteranos, sino metidos en el computador y el celular y pare de contar.

Yo nací exactamente el 24 de diciembre de 1940, en el corregimiento El Limón, vereda Irco. Una región bastante violenta, como desafortunadamente ocurrió en casi todo el país. Dicho sea de paso: Una violencia que no termina.

Soy uno de los tantos chaparralunos que divagamos por Colombia, porque ya no tengo raíces en mi pueblo, tengo una hermanita no más, pero ella también se encuentra ya en Ibagué. Mis tíos murieron. Solo en Ibagué tengo unos parientes lejanos, un muchacho Grisales, primo hermano y es militante de la Unión Patriótica.

-         ¿Cómo se llamaba sus padres?

Mi papá se llamaba Raúl Morales y mi madre María Dolores Grisales. Antioqueños juntos de raca mandaca.

-         ¿Por qué dice usted que su infancia fue muy dura?

A raíz de la violencia que nos inyectaron los que hoy siguen ostentando el poder, los “famosos” líderes de esa época de don Laureano Gómez, Mariano Ospina Pérez, Rafael Urdaneta, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Gustavo Rojas Pinilla, etc. A nosotros como pueblo nos embrutecieron y nos llenaron de odio por los colores azul y rojo. Los liberales iban a misa cada ocho días y los conservadores todos los días. Ese tonto enfrentamiento fue cruel con muchos muertos de lado y lado, menos sus dirigentes que permanecían unidos en las alturas del poder.

Dos colores fueron suficientes para irnos a una guerra fratricida como lo dijo en su momento Gabriel García Márquez: “La guerra en Colombia es una guerra fratricida”. Guerra que la seguimos viviendo.

-         ¿Cómo comienza usted a relacionarse con algunas ideas de izquierda teniendo en cuenta el momento tan complicado que vivían el país y la región chaparraluna?

Sencillamente por la necesidad de hallar una respuesta a la cruda problemática que vivíamos. La crisis que se había desatado en el pueblo. Por lo menos, a muchos nos quisieron marginar del colegio Manuel Murillo Toro, colegio que queda saliendo para el municipio de Rioblanco, porque algunos teníamos que asistir con tenis “Croydon”, mientras la mayoría era con zapato marca Corona. Recuerdo tanto, no recuerdo en qué período presidencial, nombraron a Otto Morales Benítez, ministro de educación y en este colegio que era de bachillera, el uniforme de gala para ir a misa era costoso. Ir a misa era prioritario, no asistir era estar condenado a sanciones drásticas como bajar la conducta o una garrotera. El profesor le daba a uno regla o con una vara de totumo. Aplicaban la teoría de que dice: “La letra con sangre entra”.

Ese ministro decretó que todos los colegios oficiales de bachillerato tenían que tener uniforme de gala. En Chaparral impusieron un uniforme compuesto por un pantalón de paño gris y un saco azul de paño, corbata y zapatos corona. A nosotros nos bajaban la conducta porque los recursos económicos no alcanzaban para comprar este uniforme. Mi mamá, quebrando el espinazo lavándoles la ropa a los ricos de la época, un sastre le dio la oportunidad de pagar el uniforme por cuotas. Ese uniforme costó un dineral en el 56 – 57 y nuestros ingresos eran muy bajos.

Por eso digo yo que la niñez mía fue accidentada, pero a su vez, muy linda, muy pura y muy sana antes de comenzar la cruda violencia. Salía uno a hacer los mandaditos y no había tanto peligro como hoy; hoy tenemos una sociedad bastante descompuesta en comparación con esa época.

-         ¿Cómo recuerda su juventud?

Recuerdo mi juventud como en diferentes facetas. Después de haber salido del Líbano de estudiar quise hacer una carrera profesional, tengo una gran frustración porque yo quería ser abogado laboralista o sociólogo. Me inclinaba por estas dos carreras. Me presenté a la universidad Nacional con tan buena suerte que pasé, pero todas las carreras era diurnas. Eso me impidió. Me colaboró mucho un mayor de la policía de Chaparral que se llama Lorenzo Rivera, también Alfonso Gómez Méndez. Conozco esta familia bien porque con él fuimos condiscípulos. Yo iba un poquito delante de él en el bachillerato. Era un muchacho que se mostraba desde muy niño. Era muy inteligente, muy pausado, muy señor, muy diplomático. Lástima que las élites de este gobierno no le han dado un aprecio y sobre todo en el partido que él milita. Seguramente tendrá sus “pecados” no se puede negar, pero fue muy interesante y a mí me ayudó mucho en el tiempo que permanecí en Bogotá.

No pude continuar mis estudios porque me tocaba trabajar en una bodega “bulteando” y luego, salía a vender una revista que se llamaba Selecciones. Aguantaba mucha hambre. Me tocó dejar a un lado mi sueño, mi aspiración de ser profesional.

-         Después de Bogotá, ¿Qué rumbo cogió?

Regresé a Chaparral. Me puse a trabajar en la granja de cafeteros de El Limón. Hubo un guerrillero de la violencia de esa época que lo apodaban “Cartagena”, hizo un asalto y mató a unos soldados en un paso que se llama: Mendarco. Yo tenía a mi mamá enferma en Chaparral de una operación que le hizo el doctor Macklin Cortina, senador de la república, un verdadero mercader de la política.

Yo iba a Chaparral a pagar la operación de mi mamá cuando se dio esa masacre. Nos detuvieron por sospechosos y nos metieron al batallón Caicedo. Nos metieron en una piscina como cerdos. Recuerdo tanto que era gobernador Darío Echandía, quien intervino. Por mi posición  política e ideológica comencé a ser víctima de hostigamiento teniendo que salir desplazado, aunque en esa época no existía esa figura de desplazado.

Llegué a Ibagué sin rumbo con dos muditas de ropa. Sufrí mucho. Llegué a esta ciudad para un festival. Dormí en la calle, debajo de las tarimas. Al fin me encontré con unos amigos, me dieron albergue y trabajé en una granja que había en Picaleña. Picaleña era despoblada. Allí, había una granja de pollitos llamada: “Pollo Rey”, era la que surtía todos los restaurantes de la ciudad. Nos pagaban por pelada de pollo a cinco centavos. Esa pelada era entre cinco. De vez en cuando nos regalaban algún pollo para comer.

-         ¿Usted conoció a la familia Rojas?

Sí. Claro. Yo conocí a la mamá (no recuerdo su nombre), su papá se llamaba creo Tiburcio. Raúl Rojas es un tipo que ha sido consecuente, comunista, desde el vientre de la mamá, luchador de toda una vida; nadie le puede quitar a Raúl Rojas su espíritu de lucha, su servicio a la comunidad, muy consecuente. Como seres humanos cometemos errores, pero, Raúl es un símbolo del Partido Comunista en Colombia.

-         ¿Qué otras destacaría usted del camarada Raúl Rojas González?

El convencimiento por la lucha revolucionaria, esa mística, eses espíritu de servicio a toda hora. Él no se está un momento quieto, él lo está llamando a uno, siempre lo está invitando a reuniones. Digo francamente: Hombres como esos son muy pocos en el mundo. Raúl Rojas para el Partido Comunista es un símbolo. Lástima que como yo, ya estamos entrados en años, lo veo muy decaído en saludo, pero, sin embargo, uno lo ve en la calle, debajo del Mango, invitando a la gente a reuniones, hablando con el uno y con el otro. Es un compañero muy consecuente.

Conocí a su esposa. Vivía yendo para el batallón Caicedo. Era docente. No recuerdo como se llamaba, no sé cuántos hijos hubo en ese hogar. Sé de unos atentados que a Raúl le hicieron.

-         ¿Qué sabe usted de esos atentados de que fue víctima el camarada Rojas González?

Raúl padeció lo que todo hombre comprometido con la causa noble de los pueblos padece. Raúl ha sido víctima de muchos atentados, afortunadamente ha salido ileso, gracias a su malicia indígena pues nosotros venimos de un asentamiento indígena. Pero, claro, también el apoyo que el Partido Comunista le ha dado. Raúl se merece eso y mucho más. Yo diría que Raúl Rojas es un hombre de una y mil batallas.

-         ¿Qué opina usted de la situación crítica que viene viviendo actualmente Colombia?

Es una situación muy convulsionada, demasiadamente delicada. Hace doscientos años nos vienen manipulando la misma oligarquía, esas dinastías familiares. Es una podredumbre. Ese muchacho Galán se dice ser independiente. Me parece independiente porque se separó del seno de la mamá, porque él tiene ataduras con la misma rancia oligarquía y los partidos tradicionales. Estoy seguro, que si su papá pudiera salir de la tumba, le daría su fuetera, sin decir que Luis Carlos Galán era un revolucionario. Estamos gobernados por los delfines. Duque es hijo de un ex senador antioqueño, convertido en mandadero de Álvaro Uribe Vélez. Uribe va para doce años de poder.

-         ¿Cuál sería la salida plausible a toda esta crisis que padece la nación?

Unificarnos todos los pobres, sin distingo de ninguna naturaleza. Todos unidos: Liberales, Conservadores, de Izquierda, todos. Pero, lo lamentable es que con los subsidios que dan por la tercera edad y las viviendas que son alcancías de cartón, la gente permanece desunida, convencida que es la bondad del Estado, del gobierno. Pero resulta que eso no es así, eso es una política que estimula la mendicidad y la división entre el pueblo.   

Además, la Constitución dice que el Estado está obligado a darle al pueblo: Salud, educación, vivienda, etc. Todo esto el Estado lo ha convertido en un negocio. Hoy la salud es un negocio, la educación, todo. El niño no es mirado como estudiante sino como cliente, lo mismo en la salud, en todo, mejor dicho.

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