miércoles, 13 de agosto de 2014

La obra que transformó la población de Anzoátegui, Tolima



Recordar es vivir. Es más: dimensionar el presente y proyectar el futuro con realismo. Una obra que transformó las costumbres y el modus vivendi de lo que fue a partir de 1915 municipio de Briceño, mediante ordenanza número 21 de marzo 30, fue la carretera central en una extensión de 34 kilómetros.



Surcando el espinazo de una de las estribaciones de la cordillera Central, la vía se convirtió en redención para un sector de la población acosada por un régimen inhumano y déspota que se ha mantenido en las alturas del poder contra el querer del pueblo colombiano. Ha cabalgado sobre la mentira, la división, el analfabetismo político, el sectarismo y la incomunicación de taciturnos habitantes condenados a otros cien años de soledad por esta rancia oligarquía, como bien llamó Gaitán a la clase dirigente liberal – conservadora.


La obra comenzó en 1954, durante el gobierno del gobernador militar, con el grado de coronel, Cesar Augusto Cuellar Velandia y fue oficialmente inaugurada la obra en 1959, siendo gobernador Rafael Parga Cortés, llamado “Lord” porque hablaba más inglés que español. Este personaje fue durante muchos años amo y señor de la federación nacional de cafeteros. Recorrió el planeta y recibió todos los honores que se reparte la burguesía entre sí, por cuenta de los honestos y honrados caficultores.


No asistió a la inauguración temeroso por una masacre ocurrida en la región de El Placer por esos días al parecer a manos de Jacinto Cruz Usma, más conocido como Sangre Negra, criatura de origen conservador que cambió de bando volviéndose liberal y dedicando la mayor parte de su vida a asesinar seres humanos. En realidad fue una criatura alimentada y armada por la clase dirigente tradicional, la cual estaba interesada en tener dividido al pueblo estúpidamente entre rojos y azules, mientras ellos unidos desangraban el presupuesto de la nación y entregaban la soberanía nacional al imperio nefasto de los Estados Unidos.


Con razón dice el famoso escritor tolimense William Ospina que esa violencia fue entre liberales pobres contra conservadores pobres. Mientras el pueblo se mataba entre sí, ellos permanecían plácidamente unidos en los clubes y posteriormente en el extranjero. Es una dura realidad que persiste en el tiempo y en el espacio y que exige de esta generación una posición clara y consecuente con los intereses de clase. Es decir, con los intereses del pueblo.


Así las cosas, la carretera Cruce de Palobayo – Anzoátegui se construyó en medio de una sórdida violencia. Crímenes horripilantes que reposan en la impunidad y que ocurrieron en este largo  y empinado territorio que un día fue poblado por los aborígenes Alanques y Arbis, descendientes de los Pantágoras. Territorio igualmente violado por el avaro invasor capitán español Pedro de Alvarado en 1540 y sus esbirros de la peor calaña.


El largo y tortuoso camino de herradura que durante 64 años comunicó esta población con Venadillo, Ambalema, Alvarado, Armero, Ibagué, etc fue reemplazado por la vía carreteable, desapareciendo paulatinamente el gremio de muleros y surgiendo los propietarios de carros.


Por esos caminos inhóspitos abría de entrar la fuerza de la colonización antioqueña que los historiadores del régimen describen poéticamente quizás para ocultar el drama de aquellos desamparados que no tuvieron otra alternativa que profanar la paz de la montaña para conseguir con dramatismo el sustento de cada día, ante la incapacidad de la clase dirigente nacional. El hambre y el deseo de vivir los llevó a remontar la hirsuta cordillera.


La región recuerda a Juan de Jesús Giraldo, Demetrio González, Cirilo García y José María Alzate, quienes llegaron con sus familias a tumbar montaña y cultivar. Colocaron una fonda que dio motivo a la creación de un pequeño caserío que fue llamado La Palma el 16 de julio de 1895. Cuatro años después fue elevado a corregimiento de Alvarado en lo administrativo y en lo religioso a Santa Isabel, dos municipios limítrofes, con el nombre de Briceño para honrar la memoria del general Manuel Briceño.

 Por Nelson Lombana Silva

El 22 de enero de 1896 se lleva a cabo el primer mercado público con éxito rotundo. La diversidad de productos son exhibidos procedentes de las distintas veredas desde el clima cálido como Verdún, la Palmera, La Camelia, Totare, Santa Bárbara, Santa Rita, Lisboa hasta el frío como La Alejandría, El Tabor, Puerto, Palomar y demás. Mediante ordenanza número 47 de mayo 2 de 1930, el municipio llevará el nombre de Anzoátegui, para honrar la memoria del General José Antonio Anzoátegui, héroe venezolano que luchó en nuestra patria por la libertad y contra el régimen español.


El sueño utópico de la carretera


Durante décadas la carretera para desembocar esta vasta región era considerada una gran utopía. Nadie daba un peso por ella. Incluso, era mirada como algo pecaminoso y contraria a los intereses de la clase dominante en la comarca. Quien mandaba la parada era el comerciante y cada cual tenía una recua de mulas para sacar y entrar los productos. Era un negocio pulpito de unos cuantos. En el fondo ellos se oponían a la idea de la carretera. “Hubo una oposición de parte de los dueños de las mulas. Todos ellos se opusieron mucho, porque había tipos que tenían treinta, cuarenta mulas. Existió un documento con varias firmas para que no se hiciera la carretera”, dice Argemiro Jaramillo Bedoya.[i]  


Agrega: “Muchas gentes salieron con el cuento que si se hacía la carretera el pueblo se dañaba, se volvía perverso. Pero resulta que eso pasa en todo pueblo: hay gente que está a favor del progreso y hay gente que está en contra. Toda obra tiene sus amigos y sus enemigos”.


Víctor Manuel Cardona, eterno dirigente de la Anapo en la comarca señala que el dictador autorizó la obra porque era mayoría en el municipio el anapismo. Es decir, el general dictador hace la obra porque tiene intereses creados en el municipio, no por simple filantropía como algunos lo quieren hacer creer.



Pedro Nel Morad Montoya, expresa: “En cuanto a que un grupo de personas, arrieros se opusieron a la hechura de la carretera, tal vez sí, pero muy pocos. Algunos negociantes que también eran dueños de mulas trataron de oponerse a la construcción de la carretera, pero no tenían la influencia suficiente como para que eso se cristalizara. No pudieron”.[ii]


Agrega: “Antes de llegar la carretera los que mandaban la parada eran los grandes dueños de mulas, eran los del comercio, los pesados aquí. Eran las personas que manejaban el comercio y lógicamente que tenían más influencias en el pueblo, por su plata, su intervención y por sus capacidades comerciales. En fin, eran los que mangoneaban el pueblo en realidad”.


Sin embargo, un sector de esa clase dominante miraba más allá de la nariz. Veía positiva la construcción del carreteable y en sendos debates callejeros y en recintos cerrados poco a poco fueron apoderando la iniciativa entre los taciturnos campesinos. La idea fue ganando espacio y adeptos.


Una comisión se atrevió a visitar al dictador Gustavo Rojas Pinilla en 1953 para vender la iniciativa, argumentando que ya los trazos estaban desde 1951, gracias a los ingenieros Jesús Antonio Marulanda y Manuel Ignacio Silva, cuando era gobernador del Tolima, Octavio Laserna Villegas, personaje que tenía enormes extensiones de tierra en la zona paramuna de Anzoátegui. El interés del gobernador no era propiamente beneficiar a la población, sino los intereses particulares. Con ese criterio actuó y apoyó los trazos.


De la comisión hacían parte personajes de la talla  de Francisco Barragán, Víctor Manuel Cardona, José Liborio Osorio, Chucho Herrera, Manuel Aristizábal, Adriano Gómez, Mardoqueo Hernández, Alfonso Morad Montoya, entre otros. El dictador accedió y se puso en comunicación con el gobernador, el coronel Cesar Augusto Cuellar Velandia.


El mandatario visitó la comarca a lomo de mula. Argemiro Jaramillo Bedoya prestó su local para recibir la comisión a pesar que estaba en obra negra. El personero municipal Marceliano Rodríguez, de filiación conservadora, lo convenció a pesar que muchos de sus copartidarios se opusieron y lo criticaron. Se hizo un baile con toda la pompa. Durante el agasajo los líderes le insistieron en la iniciativa y el mandatario se comprometió con la obra. Era alcalde Alfonso Morad Montoya.


La fecha para comenzar la obra fue fijada para el 3 de febrero de 1954. Se programó un nuevo encuentro, en esta oportunidad en la cabecera del Llano. Cuando la numerosa delegación descendió en sus briosos caballos y otros a lomo de mula e incluso, a pie, la brecha estaba en la base de la cordillera. La noche anterior el buldócer había derrotado a los grandes terratenientes de la ardiente llanura y contra el querer de ellos, la vía comenzaba a ganar altura por la empinada cuesta. Hubo carne a la llanera, alcohol, discursos y mucha alegría. La obra comenzaba con fuerza. 


Hechos sobre la vía


A pesar del crudo invierno y la violencia diseñada por la oligarquía liberal – conservadora contra el pueblo, la obra avanzó casi ininterrumpidamente. El interés de los obreros e ingenieros y el entusiasmo de los anzoateguienses, fueron determinantes en el avance de la obra. La expectativa era grande. Las máquinas interrumpían el silencio de la espesa vegetación y los árboles se doblaban ante el imperio inexorable de la civilización.


Hay un sinnúmero de hechos sobre esta vía que desembotelló a más de 16 mil habitantes. Obra que enriqueció a unos y empobreció a otros. Es la dinámica del capitalismo porque las obras no son pensadas en la lógica de defender al pueblo, su lógica es el dinero, la ganancia para unos cuantos. Mientras exista el capitalismo predominará esta nefasta ecuación.


El ingenio y el carácter del pueblo resultan extraordinarios. Solo eso explica que antes de llegar la carretera hubiera llegado un vehículo a la comarca, el cual subió por el camino de herradura empujado por una pila de curiosos que quería sorprender con la novedad y a fe que lo logró por cuanto el carro causó furor entre los habitantes.


El líder de la intrépida idea fue don Victoriano Murillo por los años de 1932 – 1934, aproximadamente. Era un automóvil rojo “Ponyar” al parecer modelo 28 – 30. Pedro Nel Morad Montoya, recuerda la osadía, así: “Antes de la carretera hubo un carro en Anzoátegui, lo que constituyó una verdadera hazaña. Don Victoriano Murillo lo subió por el camino de herradura en el año de 1932, 1933 o 1934, aproximadamente, empujado con la ayuda de mucha gente, sin desarmarlo. El impacto fue muy grande. Gentes que nunca habían salido del pueblo y que no conocían una máquina de esas, se asustaron. Porque éramos muy pocos los que conocíamos los carros. La gente se aterraba de verlo y para completar tenía de pito una sirena y al chillar la gente salía corriendo despavorida. Creo que era un modelo 30 o 28 algo así, pero era un automóvil. Hacía carreras aquí en el pueblo hasta el alto El Manantial, que era el único trayecto más o menos plano y carreteable. Era un carro demasiado fuerte, porque había una pendiente muy grande en la subida del cementerio al alto de Tres Puertas y la subía con mucha facilidad, era un motor muy potente, tuvo que haber sido un Ford”.


Eleazar Morad Montoya, era joven cuando llegó este vehículo. Cuando cruzaba el hospital local San Juan de Dios, éste apareció en la distancia y pitó. Sin pensarlo Eleazar se echó a correr yendo a parar la carrera en la finca El Hoyo por los lados del río El Fierro. El susto fue terrible.


Según Mardoqueo Hernández los dos primeros carros que arribaron al poblado en 1959, fueron una chalupa manejada por un muchacho de nombre Enrique y un Vos vaguen de Carlos Helí Fonseca. “Esos carros subieron por el alto de El Manantial, porque habían subido dos máquinas por allí, para empezar del cementerio hacia abajo y dejaron otras dos para que fueran subiendo”, señala.[iii]


Abel María Aristizábal Montes, recuerda: “Mucho ánimo de la gente. Tanto sería que un carrito entró por el camino que hicieron por el alto de El Manantial que le decían la Chalupa. Eso fue la locura la entrada del carro subido por el camino, mientras venía la carretera por los potreros de don Lisandro Torres. Fue una verdadera locura”.


Agrega: “Era una Chalupa vieja, una chivita vieja. La gente era engomada con ese carrito. No llegué a montar en ese carrito. No me asusté mucho, porque ya había ido a Ibagué varias veces, pero lo que sí me dio fue mucha alegría que hubiera llegado un carro al pueblo”. [iv]


“Tocó que pelear con todos esos terratenientes del Cruce de Palobayo que se opusieron, porque rompía sus tierras. Pero el general le dio la orden al gobernador. Mi general se dio cuenta que esta zona existía porque nosotros lideramos este movimiento. Soy todavía el dirigente de la alianza nacional popular en Anzoátegui y moriré siéndolo”, afirmó Víctor Manuel Cardona[v].


Un incidente ocurrido cuando la carretera llegaba a la comarca fue la muerte de un menor al subirse a una de las máquinas imprudentemente por la parte posterior. El maquinista no se percató de su presencia y lo arrolló al dar reversa la máquina. “En la construcción de la carretera el único accidente fue la muerte de un muchacho destripado por la máquina aquí en el poblado, en la salida para Palomar, donde don Florindo Aguirre. Era un buldócer que por ociosidad del muchacho se le subió al carril de la máquina en el momento que arrancaba, dejándolo debajo y matándolo”, afirma Pedro Nel Morad Montoya.


Cruentos hechos de violencia han ocurrido sobre esta vía carreteable que han estremecido la ciudadanía tolimense, sobre todo durante el aciago período de la violencia entre liberales pobres contra conservadores pobres.


El 10 de julio de 1950, fue asesinado el arriero Rogelio Cañón, arriero que le trabajaba a don Cantalicio Arévalo. Él vino a esta región siendo muy niño. “No sé quiénes eran sus padres. Físicamente era moreno, alto, guapo para la arriería. No era barbado. Lo mataron – me imagino – por ser conservador. Tenía el vicio que amarraba una mula para arrequintarle la carga y a lo que la soltaba le decía: “¡Arranque como arranca los conservadores!” Me imagino que por eso lo mataron”, dice Mardoqueo Hernández.


Lo mataron en la vuelta El Rodero, arribita del corregimiento de Veracruz, exactamente entre Totarito y Veracruz. Le propinaron varios tiros y machetazos. Los arrieros de Anzoátegui bajaron y recuperaron el cuerpo siendo enterrado en Anzoátegui. Por estos días, fueron quemadas varias casas en la zona como represalia por el crimen.


Relata Mardoqueo Hernández: “Luego vino una comisión de policía y cogieron una parte de aquí hacia abajo y otra de abajo hacia arriba con civiles, como son tan metidos, pues se fueron quemando ranchos y casas. No sé si la policía dio la orden, pero eso parecía la hora llegada. Quemaron la mitad del pueblo de Veracruz, hasta cuando llegó un teniente – dicen – y no dejó que acabaran con todo el pueblito. Eso duró dos meses”.


El 15 de agosto de 1956, la Chusma se metió a la fonda de Betulia, jurisdicción del municipio de Anzoátegui, exactamente a cinco kilómetros del perímetro urbano, asesinando a varios miembros de la familia Espinosa. Mardoqueo Hernández que era propietario de la principal tienda del lugar escapó y dio aviso. Policía y civiles se trenzaron en un pelea a muerte que se prolongó durante el soleado día en el sitio la Puerquera, arrojando decenas de muertos.


Pedro Nel Morad Montoya, relata: “El 15 de agosto de 1956, estábamos nosotros aquí tranquilos por la mañana, cuando llegó Mardoqueo Hernández a caballo en una yegua Colorada en pelo y llamó a Alfonso, mi hermano, y le dijo que la Chusma estaba en Betulia, que había matado un mundo de gente, que había matado a unos muchachos Espinosa. Entonces nos bajamos. Y, claro, ahí estaba esa gente borracha, que al darse cuenta de nuestra presencia se replegó a la Puerquera donde peleamos todo el día y parte de la noche, porque la gente del pueblo y los campesinos salieron a pelear. Hubo muchos muertos”.


Agrega: “Estando en construcción la carretera cuando el asalto a Veracruz, nos tocó bajar con la policía de aquí, pero allá no hubo nada grave. El día del enfrentamiento con los chusmeros en Betulia era un día soleado. Todo el pueblo se solidarizó con los que estábamos peleando. Había caído mucha gente. Nos mandaban comida y los demás elementos para sostener la pelea. El tipo de armamento que más se mostraba era el fusil punto 30, pistolas, revólveres. Los enemigos venían bien armados y con harto parque, porque entre los que cayeron les encontramos hartas armas y bastante parque. De los nuestros, el único muerto fue el agente de policía que nos acompañó. Cayó en medio de Alfonso y yo, porque se le trabó el fusil y al sentarse a destrabarlo le pegaron un tiro en el cuello y lo mataron en seco. También mataron un muchacho Castro que estaba recién salido del ejército. Los refuerzos de la policía llegaron a las seis de la tarde, cuando la pelea estaba terminando y yacía en el piso más de 28 muertos enemigos. El papel de la mujer fue muy importante, demostraron mucho valor y entusiasmo. Acudieron de muy buena manera a ayudarnos, llevando comida y otros elementos esenciales. Entre otras: Las Mora, las Espinosa, Ligia Morad, etc”.


Continúa relatando Pedro Nel Morad Montoya: “En la segunda masacre que se presentó en la carretera murió un señor liberal de apellido Flórez, un señor Pardo, un muchacho Luis, conservadores de Palomar, lo mismo que un muchacho llamado Custodio Agudelo. En la masacre de Juntas cayó una señora Rosita con una niña de seis o siete años, Laura Aristizábal de Lombana, el señor Domingo Zambrano, un odontólogo caldense de buena familia, muchas gentes más conocidas del municipio y de la tierra fría. Yo me encontraba en Anzoátegui. De la primera masacre me enteré un domingo por la tarde, un día de elecciones. La segunda, que fue en Juntas, fue un viernes y me enteré por la tarde. La tercera, que también fue en los Guayabos, me enteré un viernes por la tarde”.


Por esta carretera fueron transportadas al parecer imágenes de la virgen del perpetuo socorro repletas de plomo con destino a los pájaros con el aval del padre Luis Alfonso Gómez, según varios testimonios recogidos. Dice Pedro Nel Morad Montoya, por ejemplo: “Ese fue uno de los auspiciadores de la violencia en Anzoátegui, porque escondía los pájaros en la casa cural y prestaba las imágenes de la virgen para traerles plomo, pólvora y otros pertrechos”.


David García, relata: “Yo conocí a un señor llamado Melciades Flórez, que tenía una fonda en los Guayabos y era tan sectario que no le gustaba que fuera un conservador a comprarle. Cuando lo mataron vivía ya en Veracruz. Le daba comida a Sangre Negra en su casa, pero dándose cuenta que estaba quebrando su negocio, optó por entrar al Frente Nacional. Como represalia, Sangre Negra lo mató a puro cuchillo y bala, una cuchillada lo cruzó de oreja a oreja. Mientras cometía el atroz crimen le decía con fiereza: “¿Por qué hijueputa no llama al Frente Nacional para que lo defienda?”


Agrega: “Yo salí de la casa con la esperanza de coger la buseta de tres de la tarde, pero salí adelante y me subí en la camioneta de Víctor Gutiérrez de Cuminá, la cual iba manejada por Alberto, más conocido como Veneno. En el alto de Juntas, nos alcanzó y nos pasó el bus. Pasando Veracruz hay un alto donde se divisa un buen espacio de la carretera y nosotros vimos un poco de carros parados”.


“Yo sentí miedo. Pasando la quebrada intenté decirles a los que iban conmigo que pararan porque me iba a bajar a coger por esos rastrojos, pero a la final no lo hice. Y cuando menos pensamos, nos gritaron: ¡Alto, las manos arriba! Veneno no se explica cómo controló el carro, pues con las manos arriba él no sabía qué hacer. Nos hicieron bajar. Nos requisaron. Nos quitaron todo. Entonces Sangre Negra me llamó: “Venga usted”, me dijo. “Como que usted es un hijueputa godo”, agregó arrogante. Yo no contesté. Entonces dos chusmeros desaseguraron sus armas y le preguntaron al capitán Sangre Negra qué hacían. Él les contestó: “Ustedes ya saben”. “Camine”, me dijo uno de los chusmeros. Yo caminé despacio mirando de reojo y pensando que me iban a matar. Parecía que flotaba, pero ni me eché a correr, ni me desmayé. Caminé despacio más o menos unos veinte metros. Me ordenaron que entrara al bus y me hiciera en la parte de atrás, pero yo me senté en la segunda silla a ver. “¿Es usted godo?” me preguntó de nuevo Sangre Negra. “No, - contesté sin vacilar – soy liberal”. “Está bien – me dijo – estese ahí”.


“Y como me di cuenta que no me habían quitado la cédula, con disimulo la saqué del bolsillo de la camisa y la metí en los zapatos. Entonces pensé que no me iban a matar, que ya no me mataban. Hicieron dos filas. Pensé que seguramente una era para matar y la otra para dejar libre, porque yo escuché muy claro una conversación de Sangre Negra con el señor Alfonso Jaramillo, quien le recriminaba su presencia sabiendo que el gobernador lo sabía, lo mismo que las autoridades de Alvarado y Venadillo. El único que no lo sabía era la policía de Veracruz porque el cabo era de filiación conservadora”.


“Era una tarde seca. Ahí duramos minutos eternos presenciando muchos asesinatos. Vi personalmente a José Antonio Galindo, prácticamente degollado pidiendo agua; vi y sentí el drama de su hermano que angustiado me decía: “¿Qué vamos a hacer si por aquí no hay agua?”. Presencié verdaderas escenas de horror. Cómo Sangre Negra ordenaba quitarles todo a todos sin respetar que fueran de su mismo color político”.


“Ahí venía una profesora muy simpática para Santa Rita, municipio de Anzoátegui, y los chusmeros le ordenaron que caminara con ellos y después de medirle varios zapatos la llevaron para un rancho cercano con el fin de uniformarla. Pero, en esa la alarma de dos chusmeros puso en retirada a los facinerosos. Ellos dijeron: “Mi capitán, vienen los chulos. Están encima”. Efectivamente, seis o siete policías de Veracruz venían jugando, todos desprevenidos (bajando), presentándose el enfrentamiento donde me parece que mataron tres o cuatro policías, pero éstos salvaron muchas vidas”.


“Un policía se metió a una alcantarilla y de ahí no lo sacaron. La muchacha caminó con ellos, pero se presentó la coyuntura que en un pastal de Yaraguá había un zanjón y ella cayó allí y el pasto se cerró y los chusmeros no la pudieron encontrar”.


“Yo vi entonces que me podía escapar y así lo hice. Llamé a mi amigo Víctor Gutiérrez, que le habían quitado el anillo de matrimonio y la plata. “Vamos”, le dije. Pero él permaneció quieto, como petrificado. Me eché a correr, pensando en mi amigo entrañable, me detuve de nuevo y le volví a gritar con fuerza: “Vamos”. Entonces como que reaccionó y nos echamos a la fuga. Yo parecía un caucho. Saltaba matojos, rastrojos como si nada fuera. Tenía apretado en las manos el anillo grande, que le había comprado a mi compadre Hernando Giraldo. Pero en esa veloz carrera, pisé una culebra gruesísima, era una talla completa. Horrorizado abrí los brazos y las manos y boté lejos el anillo en un rastrojo”.


“Continué descendiendo aprovechando mi conocimiento que tenía del terreno y llegué a la cabecera del llano y pasando la hamaca, amenacé a un señor con una piedra para que me dejara ir adelante. Le hice el pare a varios buses pero ninguno me paró. Sin embargo, yo no paraba, avanzaba hasta cuando un tractor del área central de Venadillo, me recogió en el platón y me dejó en la entrada, y sin darle las gracias, me tiré y me fui”. Ellos me preguntaron que por qué iba tan asustado y yo les dije que era que mi mamá se había muerto y que por qué no apuraba a ver si la encontraba aún con vida. Ellos hicieron caso y avanzó ese aparato a todo lo que podía”.


Argemiro Jaramillo Bedoya, dice: “La construcción tuvo varios trancones por los lados de Veracruz. De ahí hacia arriba se demoró mucho por la violencia. No me acuerdo cuando llegó la carretera a Anzoátegui. Tuvo muchos trancones pero finalmente llegó. Paso a la historia como una de las personas que colaboró con ese proyecto, porque no había más en dónde hacer la reunión que en mi local que estaba en obra negra. Lo hice porque las obras no tienen color político”.  


“Anzoátegui, antes de llegar la carretera, era casi toda de astilla. La gente se entretenía tomando traguito y jugando billar, porque antes de llegar la carretera ya había billares. Estaba el de la plaza frente al templo que era de Roberto Pardo, quien fue asesinado ahí”.


Inauguración, lluvia y violencia


El alcalde municipal, Gilberto Bastidas Rodríguez, convoca a sesiones extraordinarias al concejo municipal para estudiar distintos aspectos relacionados con la feria agropecuaria y regocijo público del 18 al 25 de diciembre, evento en el cual se inaugurará oficialmente la carretera. El concejo sesionó el ocho de octubre de 1959, concediendo además funciones a la junta organizadora. El secretario de esta era Juan F. Acuña C. El presidente del concejo municipal, Luis E. Osa Escobar y la secretaria Alicia Correa de Jaramillo.


El alcalde municipal, Gilberto Bastidas Rodríguez, propone un auxilio de $1500 pesos para la junta de ferias y fiestas con motivo de la inauguración de la carretera Cruce de Palobayo – Anzoátegui. La iniciativa es aprobada en sesión del concejo municipal, según acta número 16 del 12 de octubre de 1959, la cual es firmada por Luis E. Osa Escobar, presidente y Alicia Correa de Jaramillo, secretaria.


El personero municipal de filiación conservadora, Servio Tulio Ceballos Armas, pone a consideración del concejo municipal la proposición número 34, mediante la cual se aumenta el perímetro urbano del cementerio nuevo hasta el cruce del camino  de salida para la finca El Rocío, argumentando la inminente llegada de la carretera. Los concejales: Luis E. Osa Escobar, liberal; Oliverio Veloza Fonseca, conservador; Pola Bobadilla viuda de Uribe, liberal; Trinidad Sierra de Jaramillo, conservadora; Adela Ariza de Torres, liberal; Dionisio Jiménez, conservador; Noel Echeverry, conservador; José Bertulfo Ramos, liberal; Joaquín Elías Quintero Duque, liberal; Pedro Nel Muñoz G, conservador; Jesús María Aristizábal, conservador y Heriberto Bobadilla, aprobaron la iniciativa por unanimidad, según acta número 4, sección extraordinaria, del 13 de marzo de 1959. El arribo de la carretera generaba una metamorfosis en el municipio de Anzoátegui. Un nuevo ambiente se respiraba.


El holgorio fue promocionado a pesar del crudo invierno y la desalmada violencia. La comunidad y las autoridades se prepararon de la mejor manera. Personalidades del departamento fueron invitadas y el gobernador Rafael Parga Cortés anunció su presencia, pero a última hora se abstuvo al conocer de una masacre en la zona paramuna de este municipio. La oligarquía es criminal pero cobarde.


Recuerda Pedro Nel Morad Montoya: “Antes de que llegara la carretera había una violencia muy fuerte, muy dura, muy dura. Esa carretera la construyeron a maquinaria, no fue a pico y pala, maquinaria en su totalidad. La terminaron siendo gobernador el doctor Parga Cortés, a él le tocó la terminación y la inauguración, que para la época de la inauguración no pudo asistir aquí el gobernador. Recuerdo con mucho detalle eso, porque en esos días, casualmente, fue la masacre, la última que hizo Sangre Negra, que la hizo arriba en el Placer y que mató a 32 personas”.


Agrega: “De manera que por eso le digo que la carretera se construyó en una época de una violencia dura. La gente de aquí del pueblo en sí hizo la inauguración de la carretera, porque de parte del gobierno no vino nadie. Ese es un detalle que recuerdo yo con mucha precisión”.


Mardoqueo Hernández, señala sobre la jornada de inauguración: “Hicieron unas fiestas muy buenas en un invierno verraco. Las máquinas tenían que subir los carros remolcados”.


De esta manera, se inauguraba la obra del siglo para esta comarca, solo comparable con la pavimentación de ella, tiempo después y que seguramente será motivo de otra presentación detallada.


[i] Entrevista realizada el 17 de mayo de 1996 en Anzoátegui, Tolima, por Nelson Lombana Silva.


[ii] Entrevista realizada el 23 de septiembre de 1994 en Anzoátegui, Tolima, por Nelson Lombana Silva


[iii] Entrevista a Mardoqueo Hernández por Nelson Lombana durante recorrido Anzoátegui – Lisboa. Sin fecha.


[iv] Entrevista realizada el 10 de agosto de 1996 en su casa ubicada en el municipio de Anzoátegui, Tolima, por Nelson Lombana Silva.


[v] Entrevista realizada el 10 de agosto de 1996, en la biblioteca municipal Alfonso Urrea García de Anzoátegui, Tolima, por Nelson Lombana Silva.



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