Si hay fecha dolorosa para los pueblos americanos es el 12 de octubre. Sin embargo, la gran oligarquía colombiana nos la ha pintado como un acontecimiento histórico, incluso, ha dicho cínicamente que fue el encuentro de dos culturas, dos civilizaciones.
Con razón Gabriel García Márquez, afirmaba sabia y valientemente: “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, echa más para esconder que para clarificar”.
El especialista en cultura indígena, John Máximo Muñoz Téllez, quizás es más escueto y directo al caracterizar la presencia del invasor ibérico en este hemisferio al decir: “La mayor masacre de la historia de la humanidad ocurrió aquí, en nuestra Latinoamérica y ni un triste museo del holocausto de 60 millones de indígenas masacrados por el imperio español, unos 400 mil cada año”.
Semejante etnocidio no les dice nada a los historiadores de la gran burguesía. Insisten en decir que fue el encuentro más importante de dos culturas que se entrelazaron entre sí para crecer. Qué infamia.
No obstante, el terrible etnocidio no es pasado: Es presente. La gran burguesía con el apoyo incondicional de Estados Unidos, sigue con su infeliz práctica. Actualmente, Colombia cuenta con 102 pueblos indígenas, de los cuales, prácticamente, el 70 por ciento, se encuentra en grave riesgo de exterminio físico y cultural.
Según estadísticas confiables, desde la firma del acuerdo de paz entre la entonces Farc – Ep y el Estado Colombiano, noviembre de 2016, a la fecha, han sido asesinados 1024 líderes sociales, de los cuales 293 son líderes indígenas.
La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), convocó la minga Social, Popular y Comunitaria, desde el 10 de octubre. El narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez no dudó en estigmatizarla de una manera miserable y violenta, al decir: “La minga que se prepara para el 12 de octubre, tiene un objetivo político: La toma socialista del Estado”.
Semejante barrabasada del ex presidiario narcotraficante, ocupa las primeras páginas de sus medios masivos de comunicación, para estigmatizar la protesta y descalificar el verdadero fondo de la gigantesca movilización que ha comenzado en todo el país con ímpetu desbordante.
Para la muestra, un botón: El Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), en informe del primer trimestre de 2020, registra 1156 violaciones de Derechos Humanos, encabezando la violación las fuerzas militares con 412 casos, los paramilitares 223, la Policía Nacional, 173, entre asesinatos, acciones represivas violatorias del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y 37 amenazas de muerte.
El indígena está siendo expulsado de su territorio para darle paso a las multinacionales y transnacionales, que vienen a robarse los recursos naturales con la autorización y complacencia del gobierno nacional.
La violencia campea en estos territorios. El binomio militar-paramilitar actúa libremente exacerbando el terrorismo de Estado.
Esas son las causas reales de la Minga Indígena que prende motores desde sus territorios con decisión y coraje, y no las tontadas estúpidas del narcotraficante número 82.
En Colombia hay monumentos por todas partes de los victimarios, los asesinos de los indígenas y un olvido sepulcral de las víctimas, nuestros hermanos aborígenes, sesenta millones brutalmente asesinados y masacrados como bien relata el padre Fray Bartolomé de las Casas.
Andrés López de Galarza – por ejemplo – fue factor decisivo para el asesinato de 40 mil indios Pijaos en el gran Tolima, no obstante, estamos listos a reivindicar su gesta con los mejores honores, este 14 de octubre con el peregrino cuento que fue el fundador de la ciudad de Ibagué, cuando en realidad fue un genocida o etnocida. Es la historia contada al revés. En esta fecha deberíamos reivindicar el heroísmo de la cacique Dulima, por ejemplo, pero no es así.
Con razón Gabriel García Márquez, afirmaba sabia y valientemente: “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, echa más para esconder que para clarificar”.
El especialista en cultura indígena, John Máximo Muñoz Téllez, quizás es más escueto y directo al caracterizar la presencia del invasor ibérico en este hemisferio al decir: “La mayor masacre de la historia de la humanidad ocurrió aquí, en nuestra Latinoamérica y ni un triste museo del holocausto de 60 millones de indígenas masacrados por el imperio español, unos 400 mil cada año”.
Semejante etnocidio no les dice nada a los historiadores de la gran burguesía. Insisten en decir que fue el encuentro más importante de dos culturas que se entrelazaron entre sí para crecer. Qué infamia.
No obstante, el terrible etnocidio no es pasado: Es presente. La gran burguesía con el apoyo incondicional de Estados Unidos, sigue con su infeliz práctica. Actualmente, Colombia cuenta con 102 pueblos indígenas, de los cuales, prácticamente, el 70 por ciento, se encuentra en grave riesgo de exterminio físico y cultural.
Según estadísticas confiables, desde la firma del acuerdo de paz entre la entonces Farc – Ep y el Estado Colombiano, noviembre de 2016, a la fecha, han sido asesinados 1024 líderes sociales, de los cuales 293 son líderes indígenas.
La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), convocó la minga Social, Popular y Comunitaria, desde el 10 de octubre. El narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez no dudó en estigmatizarla de una manera miserable y violenta, al decir: “La minga que se prepara para el 12 de octubre, tiene un objetivo político: La toma socialista del Estado”.
Semejante barrabasada del ex presidiario narcotraficante, ocupa las primeras páginas de sus medios masivos de comunicación, para estigmatizar la protesta y descalificar el verdadero fondo de la gigantesca movilización que ha comenzado en todo el país con ímpetu desbordante.
Para la muestra, un botón: El Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), en informe del primer trimestre de 2020, registra 1156 violaciones de Derechos Humanos, encabezando la violación las fuerzas militares con 412 casos, los paramilitares 223, la Policía Nacional, 173, entre asesinatos, acciones represivas violatorias del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y 37 amenazas de muerte.
El indígena está siendo expulsado de su territorio para darle paso a las multinacionales y transnacionales, que vienen a robarse los recursos naturales con la autorización y complacencia del gobierno nacional.
La violencia campea en estos territorios. El binomio militar-paramilitar actúa libremente exacerbando el terrorismo de Estado.
Esas son las causas reales de la Minga Indígena que prende motores desde sus territorios con decisión y coraje, y no las tontadas estúpidas del narcotraficante número 82.
En Colombia hay monumentos por todas partes de los victimarios, los asesinos de los indígenas y un olvido sepulcral de las víctimas, nuestros hermanos aborígenes, sesenta millones brutalmente asesinados y masacrados como bien relata el padre Fray Bartolomé de las Casas.
Andrés López de Galarza – por ejemplo – fue factor decisivo para el asesinato de 40 mil indios Pijaos en el gran Tolima, no obstante, estamos listos a reivindicar su gesta con los mejores honores, este 14 de octubre con el peregrino cuento que fue el fundador de la ciudad de Ibagué, cuando en realidad fue un genocida o etnocida. Es la historia contada al revés. En esta fecha deberíamos reivindicar el heroísmo de la cacique Dulima, por ejemplo, pero no es así.
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