Colombia ha estado muy distante de ser una Democracia. Ni siquiera se podría hablar de un remedo. En cambio sí, se podría decir que existe un dominio notorio del crudo militarismo (¿Dictadura? Podría ser).
En el holocausto del Palacio de Justicia durante el gobierno de Belisario Betancur Cuartas, hubo golpe de Estado, el cual se ha venido diluyendo entre bambalinas monstruosas de la terrible era mediática y la peste del olvido.
En diversos períodos históricos del país, el accionar militarista no ha dejado la menor duda del poder dominante de las charreteras en Colombia. Así las cosas, no es gratuito o accidental que la mejor tajada del presupuesto nacional sea para esta cartera.
Y, para justificar este derroche de dinero se estimule la violencia en todas sus formas y manifestaciones. Antes la justificación era la lucha insurgente, hoy el enemigo a vencer es el narcotráfico. Este se convierte en su caballito de batalla, en la razón de ser para demandar del Estado y de Estados Unidos, exageradas sumas de dinero.
En esas condiciones, el más interesado en que no se acabe el narcotráfico es el militarismo, porque a partir de allí “justifica” el exagerado rubro presupuestal año tras año.
La Doctrina de la Seguridad Nacional
Todo está concatenado. Las fuerzas militares no están instruidas en la defensa de la Soberanía Nacional y el respeto de los Derechos Humanos. Han sido educadas e instruidas para defender los intereses económicos de la gran oligarquía, es decir, las multinacionales y transnacionales. En síntesis: Están preparadas para defender el capital y no a los seres humanos.
No han sido formadas en la protección y respeto de los Derechos Humanos, en el pensamiento del libertador Simón Bolívar, sino en la tenebrosa doctrina de la seguridad nacional que se enseña en la escuela de las Américas y que responde exclusivamente al interés imperialista de Estados Unidos. Su pensum académico está inspirado en el odio a su clase social y en la veneración al gran capital. Se enseña a odiar al pueblo, porque según la enseñanza, es el enemigo interno que hay que derrotar al precio que sea. Y uno de los mecanismos más usados hasta ahora es el terrorismo de Estado.
La Constitución Nacional dice que las fuerzas militares están para defender la Soberanía Nacional. Esto realmente es letra muerta. No hay tal. De ser así, no hubieran permitido la instalación de nueve bases norteamericanas en sitios estratégicos del país, ni tampoco admitieran el grado de sumisión en que son sometidas constantemente. Los militares gringos son dioses en Colombia, para decirlo de una manera gráfica.
El militarismo colombiano permanece sumiso al militarismo gringo. Su humillación la descarga con el ciudadano colombiano de una manera violenta y agresiva como lo venimos experimentando en todo el territorio nacional. Son ogros con el pueblo colombiano y ovejas mansas con los estadounidenses. Es la cruda realidad de un régimen social en descomposición y en su ocaso como es el caso colombiano.
Desde luego, hacemos énfasis en el generalato, fundamentalmente. Incluso, no en todo el generalato, porque todo indicaría que en medio de las putrefactas fuerzas castrenses, habría una corriente subterránea democrática, progresista y respetuosa de los Derechos Humanos, que estaría tratándose de desarrollar y tomar fuerza. Una corriente que siente de verdad la patria y la Soberanía Nacional, el pensamiento bolivariano.
El ministro de defensa debe renunciar ya
Desde la población civil se debe persistir en la lucha porque el actual ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, se vaya de esta cartera y responda por sus pobres y criminales actuaciones. No ha tenido grandeza para responder por esta cartera. Se ha dedicado a justificar la criminalidad del militarismo, ocultar el grado de corrupción que existe en las fuerzas militares y en amenazar a la hermana República Bolivariana de Venezuela, colocando en inminente peligro al pueblo colombiano en su totalidad.
La masacre presentada en Bogotá a manos de la Policía Nacional no se nos debe olvidar, lo mismo la forma infame como fue torturado y asesinado el estudiante de Derecho en Bogotá por la Policía Nacional. La racha de masacres que se viene presentando en todo el país, los sucesivos asesinatos de los ex guerrilleros farianos que ya la cifra está por los 251, el ceder el territorio nacional para que los militares gringos organicen el golpe de Estado contra la hermana República Bolivariana de Venezuela.
Por estas y muchas razones más, el ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, apasionado “uribestia”, debe renunciar ya. La campaña se debe profundizar nacional e internacionalmente.
En diversos períodos históricos del país, el accionar militarista no ha dejado la menor duda del poder dominante de las charreteras en Colombia. Así las cosas, no es gratuito o accidental que la mejor tajada del presupuesto nacional sea para esta cartera.
Y, para justificar este derroche de dinero se estimule la violencia en todas sus formas y manifestaciones. Antes la justificación era la lucha insurgente, hoy el enemigo a vencer es el narcotráfico. Este se convierte en su caballito de batalla, en la razón de ser para demandar del Estado y de Estados Unidos, exageradas sumas de dinero.
En esas condiciones, el más interesado en que no se acabe el narcotráfico es el militarismo, porque a partir de allí “justifica” el exagerado rubro presupuestal año tras año.
La Doctrina de la Seguridad Nacional
Todo está concatenado. Las fuerzas militares no están instruidas en la defensa de la Soberanía Nacional y el respeto de los Derechos Humanos. Han sido educadas e instruidas para defender los intereses económicos de la gran oligarquía, es decir, las multinacionales y transnacionales. En síntesis: Están preparadas para defender el capital y no a los seres humanos.
No han sido formadas en la protección y respeto de los Derechos Humanos, en el pensamiento del libertador Simón Bolívar, sino en la tenebrosa doctrina de la seguridad nacional que se enseña en la escuela de las Américas y que responde exclusivamente al interés imperialista de Estados Unidos. Su pensum académico está inspirado en el odio a su clase social y en la veneración al gran capital. Se enseña a odiar al pueblo, porque según la enseñanza, es el enemigo interno que hay que derrotar al precio que sea. Y uno de los mecanismos más usados hasta ahora es el terrorismo de Estado.
La Constitución Nacional dice que las fuerzas militares están para defender la Soberanía Nacional. Esto realmente es letra muerta. No hay tal. De ser así, no hubieran permitido la instalación de nueve bases norteamericanas en sitios estratégicos del país, ni tampoco admitieran el grado de sumisión en que son sometidas constantemente. Los militares gringos son dioses en Colombia, para decirlo de una manera gráfica.
El militarismo colombiano permanece sumiso al militarismo gringo. Su humillación la descarga con el ciudadano colombiano de una manera violenta y agresiva como lo venimos experimentando en todo el territorio nacional. Son ogros con el pueblo colombiano y ovejas mansas con los estadounidenses. Es la cruda realidad de un régimen social en descomposición y en su ocaso como es el caso colombiano.
Desde luego, hacemos énfasis en el generalato, fundamentalmente. Incluso, no en todo el generalato, porque todo indicaría que en medio de las putrefactas fuerzas castrenses, habría una corriente subterránea democrática, progresista y respetuosa de los Derechos Humanos, que estaría tratándose de desarrollar y tomar fuerza. Una corriente que siente de verdad la patria y la Soberanía Nacional, el pensamiento bolivariano.
El ministro de defensa debe renunciar ya
Desde la población civil se debe persistir en la lucha porque el actual ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, se vaya de esta cartera y responda por sus pobres y criminales actuaciones. No ha tenido grandeza para responder por esta cartera. Se ha dedicado a justificar la criminalidad del militarismo, ocultar el grado de corrupción que existe en las fuerzas militares y en amenazar a la hermana República Bolivariana de Venezuela, colocando en inminente peligro al pueblo colombiano en su totalidad.
La masacre presentada en Bogotá a manos de la Policía Nacional no se nos debe olvidar, lo mismo la forma infame como fue torturado y asesinado el estudiante de Derecho en Bogotá por la Policía Nacional. La racha de masacres que se viene presentando en todo el país, los sucesivos asesinatos de los ex guerrilleros farianos que ya la cifra está por los 251, el ceder el territorio nacional para que los militares gringos organicen el golpe de Estado contra la hermana República Bolivariana de Venezuela.
Por estas y muchas razones más, el ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, apasionado “uribestia”, debe renunciar ya. La campaña se debe profundizar nacional e internacionalmente.
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