sábado, 3 de octubre de 2020

Colombia víctima del terrorismo de Estado


Por Nelson Lombana Silva

El pueblo colombiano es víctima del terrorismo de Estado. Los últimos sucesos lamentables ocurridos en este país, como la masacre de jóvenes a manos de la Policía Nacional en Bogotá, el abominable asesinato en su apartamento de Medellín (Antioquia) del investigador, historiador y profesor universitario, Campo Elías Galindo, el asesinato del presidente de la junta de acción comunal de la vereda Sabanitas en el departamento de Risaralda, la racha de masacres de colombianos y colombianas en varios departamentos del país, permite afirmar que este país sudamericano se viene desangrando por los cuatro costados, con la anuencia de la clase dirigente dominante, liderada por el presidente Iván Duque Márquez.

El terrorismo de Estado se incrementa, cuyas escenas cada vez resultan más dramáticas y dolorosas, sin que el gobierno nacional se dé por enterado. Por el contrario. Sus acciones incrementan el terrorismo de una manera directa y sin sonrojarse. Además de eso, se presta cada vez con más descaro para invadir a la hermana república bolivariana de Venezuela, apoyando sin sonrojarse las políticas imperialistas de Estados Unidos.  

Esta política de terror se dispara a cuatro años de haberse concretado el acuerdo de paz con la guerrilla más antigua del continente. Antes se responsabilizaba a este movimiento guerrillero de todo lo malo que ocurriera en el país. La guerrilla fariana cumplió lo pactado, se desmovilizó militarmente. No obstante, la violencia continúa con todo su furor. Eso indica claramente que la guerrilla fariana no era la responsable directa de la violencia, lo era el Estado. Eso lo estamos comprobando en la práctica.

El binomio militar-paramilitar continúa haciendo estragos en toda la nación. Por lo menos 250 ex guerrilleros farianos han sido asesinados hasta el momento. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), en lo que va corrido del presente año, han sido asesinados en Colombia, 222 líderes y defensores de Derechos Humanos.

Todos estos crímenes y magnicidios reposan en la más absoluta impunidad. Los autores intelectuales de esta gigantesca orgía de sangre que vive Colombia, continúan su labor macabra con la permisibilidad del presidente y su patota de cuatreros apoderados del poder en este país. La subcultura de la violencia se impone sin consideración alguna.

Por una cultura de paz con justicia social

El pueblo colombiano atrapado en el terrorismo de Estado permanente, la alienación mediática y religiosa y el analfabetismo político, debe prodigarse a fondo para salir de este laberinto e imponer con decisión y coraje, la cultura de la paz con justicia social. Una paz con salud, educación, vivienda, recreación, empleo y tierra para todos y todas, se debe imponer en Colombia.

No más niños muriendo de física hambre en Colombia. No más niños y jóvenes sin oportunidad de estudiar. No más ancianos y ancianas en los semáforos implorando una moneda por caridad y lástima. No más campesinos sin tierra, no más colombianos sin vivienda digna, muriendo en las puertas de los hospitales y las clínicas.

Si este Estado ha sido incapaz de resolver estas necesidades básicas del pueblo colombiano, como efectivamente viene ocurriendo, hay que cambiarlo por uno con verdadero rostro humano. Un Estado del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. Un Estado al alcance de todos y todas, sin privilegios de ninguna naturaleza. Un Estado decente, humano y no traqueto como ocurre actualmente. Un Estado libre de corrupción y de ricos exageradamente ricos y pobres exageradamente pobres.

El cambio no será fruto del interés de la rancia oligarquía que maneja a su antojo el Estado colombiano. El cambio será fruto de la unidad del pueblo debidamente organizado, politizado y movilizado. Mientras el pueblo siga apoyando a sus verdugos en las elecciones, todo seguirá igual, sobre todo la dinámica del rico más rico y el pobre más pobre. El pueblo debe entender que el problema social, económico y ambiental que vive Colombia, necesariamente tiene que ver con el problema político.

Así las cosas, mientras el pueblo no asuma una postura política activa y consecuente con su clase social, el cambio de fondo en este país será prácticamente imposible, porque todo problema social, cultural, económico, ideológico, tiene que ver necesariamente con el problema político. Esto lo entendemos si tenemos claro que la política ante todo es poder, es decir, fuerza. Este poder lo tiene tomado por asalto unas cuantas familias, ese puñado ejerce la fuerza bruta del Estado al servicio de ellos. Se trata de que ese poder pase a manos del pueblo, para que la fuerza resida en éste y no en esas pocas familias. Ese es el desafío que hoy tenemos. Mientras no conquistemos este poder, Colombia seguirá padeciendo el terrorismo de Estado. La unidad se materializa en la izquierda, no en “tibios” como ese tal Fajardo de Medellín, emparentado con el narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez.

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