Por Nelson Lombana Silva
“Duque es un presidente de diez familias”, escuchamos decir a los indígenas, durante la gigantesca movilización que cruzó por la ciudad de Ibagué (Tolima), el pasado 16 de octubre y que al día siguiente, hacia las ocho de la mañana, partió con destino a Fusagasugá (Cundinamarca), acercándose cada vez más a la capital de la república Bogotá.
La Minga Indígena, compuesta por más de 8000 personas, que partió del suroccidente colombiano, tiene clara su presencia en esta gélida capital. No se trata de mendigar una audiencia con un desprestigiado y débil jefe de Estado, sino visibilizar al interior de la comunidad nacional e internacional, la dramática situación que vive el pueblo colombiano.
Por eso, en esta oportunidad no está mediando propiamente reivindicaciones economicistas, sino políticas y preservación de los Derechos Humanos. Son cuatro ejes centrales que viene agitando dicha movilización indígena, popular y campesina: La vida, La paz, el territorio y la democracia.
El genocidio y el etnocidio, que un día sufrió el país contra la Unión Patriótica y el Partido Comunista, hoy continúan padeciéndose a lo largo y ancho del país, con la complicidad y la indiferencia del gobierno nacional. Las hordas del militarismo y del paramilitarismo, siguen anegando el suelo colombiano de sangre humilde y popular, por el simple hecho de pensar distinto y soñar con una nación al alcance de todos y todas.
La Democracia en Colombia es una engañifa. La vida no vale nada. Se violenta y desconoce el acuerdo de paz entre la entonces Farc – Ep y el Estado. Los territorios tienen nuevos dueños: Las multinacionales y transnacionales.
Sin embargo, el gobierno nacional señala cínicamente en sus medios masivos de comunicación, que le viene cumpliendo a la paz, a la democracia y a la vida. En síntesis, a la Minga y al pueblo colombiano.
¿No es vergonzoso que en pleno siglo XXI, el pueblo colombiano esté exigiendo que no lo mate, simplemente por no comulgar con el gobierno nacional? Razón tenía el maestro Carlos Gaviria Díaz, cuando dijo en su momento que si ganaba la presidencia Uribe Vélez, Colombia regresaría al siglo XVI, a luchar por la vida, el territorio, la paz y la democracia. Exactamente, eso es lo que está ocurriendo.
Si este gobierno de mierda tuviera dos dedos de frente, hubiera concurrido a Cali y hubiera debatido y concluido todos estos aspectos, pero su ineptitud e independencia, su falta de carácter y decisión, se lo impidieron, no teniendo otra alternativa que estimular la represión y el terrorismo de Estado.
¿Qué autoridad moral y ética puede tener Iván Duque Márquez, si va a las Naciones Unidas a mentir descaradamente y a hablar pestilencias contra la hermana república bolivariana de Venezuela? La Minga tiene dignidad, no se rebajará acudiendo a dialogar con este personajillo que nada define. El mundo debe saber que Colombia carece de presidente de la república, que lo hay es un remedo, un monigote al servicio del narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, el imperialismo norteamericano y diez familias adineradas y mafiosas.
Los tolimenses dimensionaron la gesta de la Minga Indígena y Popular; esperamos que los capitalinos se unan masivamente en esta histórica demostración de organización y decisión del pueblo indígena. Vencerá.
La Minga Indígena, compuesta por más de 8000 personas, que partió del suroccidente colombiano, tiene clara su presencia en esta gélida capital. No se trata de mendigar una audiencia con un desprestigiado y débil jefe de Estado, sino visibilizar al interior de la comunidad nacional e internacional, la dramática situación que vive el pueblo colombiano.
Por eso, en esta oportunidad no está mediando propiamente reivindicaciones economicistas, sino políticas y preservación de los Derechos Humanos. Son cuatro ejes centrales que viene agitando dicha movilización indígena, popular y campesina: La vida, La paz, el territorio y la democracia.
El genocidio y el etnocidio, que un día sufrió el país contra la Unión Patriótica y el Partido Comunista, hoy continúan padeciéndose a lo largo y ancho del país, con la complicidad y la indiferencia del gobierno nacional. Las hordas del militarismo y del paramilitarismo, siguen anegando el suelo colombiano de sangre humilde y popular, por el simple hecho de pensar distinto y soñar con una nación al alcance de todos y todas.
La Democracia en Colombia es una engañifa. La vida no vale nada. Se violenta y desconoce el acuerdo de paz entre la entonces Farc – Ep y el Estado. Los territorios tienen nuevos dueños: Las multinacionales y transnacionales.
Sin embargo, el gobierno nacional señala cínicamente en sus medios masivos de comunicación, que le viene cumpliendo a la paz, a la democracia y a la vida. En síntesis, a la Minga y al pueblo colombiano.
¿No es vergonzoso que en pleno siglo XXI, el pueblo colombiano esté exigiendo que no lo mate, simplemente por no comulgar con el gobierno nacional? Razón tenía el maestro Carlos Gaviria Díaz, cuando dijo en su momento que si ganaba la presidencia Uribe Vélez, Colombia regresaría al siglo XVI, a luchar por la vida, el territorio, la paz y la democracia. Exactamente, eso es lo que está ocurriendo.
Si este gobierno de mierda tuviera dos dedos de frente, hubiera concurrido a Cali y hubiera debatido y concluido todos estos aspectos, pero su ineptitud e independencia, su falta de carácter y decisión, se lo impidieron, no teniendo otra alternativa que estimular la represión y el terrorismo de Estado.
¿Qué autoridad moral y ética puede tener Iván Duque Márquez, si va a las Naciones Unidas a mentir descaradamente y a hablar pestilencias contra la hermana república bolivariana de Venezuela? La Minga tiene dignidad, no se rebajará acudiendo a dialogar con este personajillo que nada define. El mundo debe saber que Colombia carece de presidente de la república, que lo hay es un remedo, un monigote al servicio del narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, el imperialismo norteamericano y diez familias adineradas y mafiosas.
Los tolimenses dimensionaron la gesta de la Minga Indígena y Popular; esperamos que los capitalinos se unan masivamente en esta histórica demostración de organización y decisión del pueblo indígena. Vencerá.
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