jueves, 14 de agosto de 2014

Calarcá: Gigante de la caricatura y de la ideología comunista

Por: Nelson Lombana Silva


“¿Y cuándo el maestro Calarcá publicará su libro de caricaturas?”



Llegar el maestro Calarcá, es decir, Arlés Herrera a la cumbre de los 80 años, con esa jovialidad y entusiasmo, pero sobre todo con esa seguridad inquebrantable en el Partido Comunista y la perspectiva de socialismo en Colombia, es realmente digno de admirar y tomar como paradigma para quienes renuncian a la quietud e indiferencia y asumen con decisión y carácter el emocionante pero duro camino de la lucha revolucionaria. Como el pequeño David no es fácil desafiar el gigante Goliat.


El comunismo es una convicción que se construye día a día uniendo dialécticamente la teoría con la práctica, con la hermosa sencillez del maestro Calarcá. El comunismo está exento de petulancia y apariencia. Es realidad cotidiana que se expresa en un trazo, en una sonrisa, en una charla, en una acción. El comunismo es movimiento, es acción y eso es el maestro Calarcá.

Qué bueno que el semanario VOZ La verdad del pueblo con motivo del 30 festival nacional haya tomado la merecida decisión de destacar la obra inmortal de un hombre quindiano que a pulso  alcanzó el estrellato de la caricatura, con maestría y profunda dignidad. Bien podría decirse que Calarcá es VOZ y VOZ es Calarcá. Con toda seguridad la decisión no se tomó por unanimidad, porque hubo un voto en contra y ese fue precisamente el  voto del maestro Arlés Herrera. No me cabe la menor duda.

Qué hermosa y acertada expresión del director del semanario comunista, camarada Carlos Arturo Lozano Guillén al decir: “Arlés es un artista del pueblo, de la más pura entraña popular”.[i] Es la mejor caracterización del eximio camarada que con decisión enfrenta todos los días el criminal régimen capitalista con conciencia social y de clase, sin mentir y sin petulancia.

Refiriéndose al formidable garbo del consumado caricaturista, la ex senadora liberal Piedad Córdoba, una mujer valiente y luchadora infatigable por la paz con justicia social, señaló: “Yo pienso que esta fortaleza, esta lucidez, tiene mucho que ver con su ética, con su compromiso, con esa vida con los demás, con la esperanza”.[ii]

“El maestro me dibujó bien pero se equivocó en una cosa”, me dijo Sandra Liliana, mi hija, cuando tenía cinco años. “¿En qué se equivocó?”, le pregunté medio asombrado. “Me dibujó la blusa rota”, contestó. “Debe hacerle el reclamo”, le dije. “Me da pena”, contestó, cambiando de tema. En la medida que va creciendo físicamente le va creciendo el afecto y admiración por la obra. Carga con ella para todas partes. “Ella – dice – adorna mi pieza”.

Quizás, este podría ser un ejemplo sencillo pero diciente de sencillez del maestro Calarcá. Creo que en Cali le dije que me gustaría tener una caricatura de mi hija. Sin pensarlo tomo la foto y él personalmente la envió por correo certificado desde Bogotá a Ibagué, a los pocos días. Sinceramente quedé asombrado de la actitud de semejante artista, ante semejante gesto de nobleza.

Tanto elogio y reconocimiento de los que admiran el arte y la lucha revolucionaria, no le hacen perder su don de persona, su grandeza y sus convicciones ideológicas y políticas. El maestro Calarcá lo compromete a uno a ser más comunista, más consecuente con la lucha, más optimista, más sencillo, pero también más firme. 

Hace mucho rato, cuando mi hermano Gustavo, preso infamemente en el penal de Ibagué, me daba las primeras clases acerca del Partido, me acercó a un voluminoso libro del maestro Osuna. Fue un deleite leer cada caricatura. Precisamente, con él nos dijimos: “¿Y cuándo el maestro Calarcá publicará su libro de caricaturas?” “Yo sería feliz ayudando a venderlo”, dijo mi hermano y yo como era su alumno, pues repetí la misma opinión. Hoy, con un poquito de más claridad política, considero que el Partido Comunista está en mora de publicar un libro de estas características. Sería un arma formidable de lucha ideológica y política. Una caricatura, al igual que una imagen, habla más que mil palabras, sobre todo en la gran era mediática. ¡Caramba! ¿Qué tal haciendo una “vaca” nacional para esta actividad? El problema de no menor calado es: “¿Y quién le pone el cascabel al gato?”

No sería complejo hacer la selección. Bastaría con que el maestro cerrara los ojos y cogiera al “azar” el número de caricaturas, porque como dice una publicidad por ahí no tiene presa mala. Es decir, no hay caricatura mala o cursi o fútil. De paso se pondría en práctica el dicho que dice que los homenajes se hacen en vida.

Claro, que el maestro, no lea esto porque es el primero en decir: “No. Imposible. Hay cosas más importantes”. Y si se ve contra las cuerdas no duda en decir: “Es que el papel puede con todo lo que le pongan”. Un libro es una poderosa arma, quizás más potente y efectiva que un misil. ¿Cuánta historia en este género, si se puede decir así, no dejó el famosísimo escritor mejicano Rius? En esos textos y con ese estilo, aprendí las primeras lecciones de marxismo – leninismo. Recuerdo entre otros: El manifiesto comunista para principiantes, Marx para principiantes, Lenin para principiantes, la panza es primero, brevísima historia de la revolución española, etc. Con esa formación pude entender más tarde, un poco al maestro Sergio de Zubiría y disfrutar de sus conferencias y talleres.

Sea como sea, me congratulo con el arribo a los 80 años del maestro de maestros Arlés Herrera, el maestro Calarcá. Hoy y siempre, distinguido camarada: ¡Salud!


[i] Semanario VOZ La verdad del pueblo. Edición número 2750. Página consultada 9.


[ii] Ibíd. Página consultada 9.

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