martes, 20 de octubre de 2020

Por ahí no es la cosa senador Bolívar


 Por Nelson Lombana Silva

Nadie coloca en duda el papel importante que viene desarrollando el senador Gustavo Bolívar en el Parlamento colombiano, su forma valiente de hacer oposición y enfrentar la gran jauría descompuesta que siempre ha vivido del Estado, acudiendo a las formas más ruines y miserables de explotación del pueblo colombiano, sobre montañas de mentiras y crímenes horripilantes. Pero, afirmar que las Farc – Ep fue la principal culpable de que Álvaro Uribe Vélez se hubiera convertido en lo que es hoy, un monstruo de la guerra, capaz de convertir a todo un país al suicidio colectivo, al genocidio, a la polarización, al odio, constituye un rotundo desconocimiento de las categorías básicas de la historia colombiana.

No es cierta esta apreciación desde el punto de vista histórico. Aquí, usted, honorable senador está repitiendo casi que maquinalmente el discurso del establecimiento sin quitarle una coma. Eso siempre lo ha dicho el establecimiento: Todo lo malo que le ha ocurrido a este país es causa de la guerrilla. Decía en su momento el comandante Manuel Marulanda Vélez: “Si llueve, es culpa de la guerrilla; si hace sol, es culpa de la guerrilla; si los obreros hacen huelga, es culpa de la guerrilla…”

Una frase más que deja perplejo a los revolucionarios y demócratas de Colombia y del mundo, tiene que ver con esa afirmación suya de que, si no hubiera existido las Farc, tampoco Álvaro Uribe Vélez. Esa es una verdad de apuño, subraya. La cosa no es por ahí, mi estimado y admirado senador de la república.

No se puede descalificar de esta manera la lucha revolucionaria y consecuente que jugó y juega la guerrilla colombiana con todos sus emocionantes errores y limitaciones ideológicas y políticas. La guerrilla nunca ha sido la causante de esta cruda y larvada violencia que hoy hace metástasis por todo el país. Al contrario. Es la cruda e inexorable consecuencia de un Estado criminal, mafioso y corrupto. En síntesis: La guerrilla también es víctima de un Estado infame e inhumano.

Álvaro Uribe Vélez es el vocero oficial de una manada criminal que se mueve en las sombras, entre bambalinas. No es un loco que lo forjó la guerrilla, con sus supuestos errores, el principal según usted: El secuestro. Es una creación del imperialismo norteamericano. Usted, más que yo, sabe perfectamente que la clase dominante no toma la más elemental decisión sin antes consultar la embajada de Estados Unidos. Sabe usted también que, en los registros de la CIA, el señor Uribe Vélez aparece como el narcotraficante número 82.

Que no nos pase senador Gustavo Bolívar lo que le sucede a la familia excéntrica y de apariencia que esconde a su hijo porque tiene alguna discapacidad en especial. Todavía no se ha dimensionado la lucha guerrillera, su aporte al proceso revolucionario, su sacrificio para sacar adelante un proceso de paz, el cual viene siendo desconocido por el Estado.

No soy amigo de la lucha armada. Pero, eso no me da patente para desconocer el sacrificio de miles y miles de combatientes que dieron sus vidas con la esperanza de ver brillar en Colombia la paz y la justicia social. Su lucha no fue un error como usted lo concibe, fue un momento histórico como el vivido por el hermano pueblo cubano que pudo coronar su sueño el primero de enero de 1959, demostrándole al mundo que la vía armada era una forma de lucha para acceder al poder, tan válida como la lucha electoral que usted hoy lidera con decisión y coraje.

Nada está dado de una vez y para siempre, porque somos dialécticos. En los 60s la forma de lucha que marcaba la pauta era la lucha armada, la lucha política ocupaba un segundo plano. En el siglo XXI, se invierte la torta. Marca la pauta la lucha política y en un segundo plano la lucha armada. Eso quiere decir que ninguna de las dos pierde sentido y vigencia o trascendencia.

Por eso, los comunistas le hemos apostado a la solución política del conflicto social y armado. Hemos insistido en esta tesis, porque consideramos que la razón de ser de la guerrilla tiene su origen en la desigualdad social, económica y política de un Estado que se ha parapetado sobre todo en la violencia, el terrorismo de Estado. No fue la guerrilla la que comenzó a matar a la oligarquía, fue la oligarquía la que comenzó a matar al pueblo de una manera infame y cobarde. Recuerde usted, honorable senador, el Plan Latín América Security Operation (Plan Laso), por ejemplo.

Un abrazo fraternal con nuestros sinceros propósitos de insistir en la unidad, aceptando la diversidad y pluralidad, pero no tergiversando la historia. Hasta siempre.

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