martes, 13 de octubre de 2020

12 de octubre, jornada de resistencia, fuego para López de Galarza


 Por Nelson Lombana Silva

Los tolimenses asumieron una postura distinta en relación con la fecha del 12 de octubre. No la miraron con los lentes de la clase dominante como solía ocurrir tradicionalmente, sino que decidieron hacerlo con mirada propia, es decir, con mirada analítica y crítica.

Gracias a esta postura, la fecha del 12 de octubre de 1492, ya no se miró como un acontecimiento histórico, sino como una tragedia para millones de aborígenes, mal llamados indios. Se tuvo la certeza de que no hubo ningún encuentro de dos culturas, sino una vulgar invasión a sangre y fuego, donde el arrogante invasor armado de espada y crucifijo, masacró a 60 millones de seres humanos y se apoderó violentamente de los ubérrimos recursos naturales que los aborígenes cuidaban celosamente.

El acto central en la ciudad de Ibagué (Tolima), se desarrolló en la calle 43, en inmediaciones del Sena, cerca de la estatua del invasor, Andrés López de Galarza. Artistas, cultores, indígenas, campesinos, hombres y mujeres, se hicieron presentes para denunciar con sus actividades la tragedia de lo acontecido en esta dolorosa fecha y anunciar con esperanza un nuevo amanecer para todos y todas.  

Se le rindió culto de admiración a los indígenas, el heroísmo de Quintín Lame, la formidable resistencia de la tribu Pijao, tribu que fue literalmente destruida y masacrada, perdiendo más de 40.000 de sus miembros ante la arremetida violenta y desproporcionada del cruel invasor. La cacique Dulima, fue quemada viva, acusada de bruja, cuando en realidad era una médica ancestral. Miles de aborígenes perecieron destrozados por los perros asesinos y arrollados por la caballería desalmada del ejército español. En nombre Dios, se apoderaron de las riquezas naturales, destruyeron la cultura autóctona y nos impusieron sus creencias, sus costumbres y sus tradiciones. Nos inundaron de enfermedades infectocontagiosas y nos disminuyeron física y moralmente. Dice Eduardo Galeano: Ellos traían la biblia y nosotros teníamos la tierra. Nos hicieron cerrar los ojos y cuando los abrimos nuevamente, ellos eran dueños de la tierra y nosotros de la biblia.

Toda esa indignación acumulada durante 528 años, se expresó en la quema de la estatua de Andrés López de Galarza, ubicada bajo el puente del Sena. En esta oportunidad no hubo coronas y discursos veintijulieros de los ahistóricos gobernantes para este invasor, hubo fuego, hubo dignidad, hubo propósitos claros de una segunda y definitiva independencia. En ese propósito se destacó la presencia de la juventud y la comunidad indígena. El pueblo está indignado, quiere romper sus cadenas y ser libres como el viento circulando por las empinadas cordilleras y pronunciadas llanuras. Se siente el galope del pueblo organizado.

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