Por Nelson Lombana Silva
No es una exageración del periodista y escritor Alfredo Molano Bravo cuando dijo por estos días que se estaba reeditando el genocidio contra la Unión Patriótica. No es una hipótesis es una realidad.
Por lo menos 114 líderes y lideresas han sido asesinados en el transcurso del presente año en Colombia. Además, arrecia la cascada de amenazas a lo largo y ancho del país, especialmente en el departamento del Valle del Cauca.
El gobierno nacional guarda escalofriante silencio. No hay un pronunciamiento claro y contundente encaminado a desestructurar el paramilitarismo que sigue campante haciendo y deshaciendo a las anchas.
Álvaro Uribe Vélez tuvo el cinismo de anunciarlo si no expresa sí implícitamente al descalificar grosera y salvajemente el proceso de paz entre las Farc – Ep y el gobierno Santos. Sin embargo, sería demasiado limitado decir que la violencia es producto del uribismo, realmente la violencia en Colombia es producto de la esencia y naturaleza del Estado capitalista. Uribe es una parte de la clase dominante. Un alfil de la burguesía y del imperialismo estadounidense que solo sabe hablar de violencia y terrorismo de Estado. No sabe pensar distinto.
El gobierno nacional debe romper el mutismo e indecisión y asumir una postura consecuente con el momento histórico que vive el país. Mirar con seriedad hacia los cuarteles y brigadas, hacia las oficinas de los grandes terratenientes y empresarios. No puede seguir asumiendo la postura del avestruz el premio Nobel de Paz.
Hay que rodear a los defensores de derechos humanos, líderes y lideresas de izquierda e incluso, religiosos consecuentes con sus creencias y concepciones, como monseñor Darío de Jesús Monsalve, obispo de la diócesis de Santiago de Cali, quien viene siendo amenazado de muerte mediante panfletos que libremente circulan en las redes sociales.
Se anuncia también el asesinato de los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep), lo mismo que sindicalistas y dirigentes de izquierda. “Muerte a las Farc, a Santos y a los clérigos Comunistas”, dicen los panfletos.
Esto no es una simple amenaza. La serie de líderes y lideresas del Valle del Cauca asesinados en los últimos días así lo certifica. El baño de sangre se incrementa peligrosamente. En esas condiciones reales, resulta obvio pensar que tal política de terrorismo de Estado opaca el proceso de paz que se viene desarrollando.
El gobierno debe pronunciarse, pero también los partidos políticos, los gremios económicos, los dueños del país. Sobre todo la embajada de los Estados Unidos. El miedo no nos puede inmovilizar.
Hay que tener en cuenta que esta es una burguesía criminal, pero sobre todo temerosa de los cambios. No quiere ceder un ápice. Bien lo dijo el comandante fariano Donald Ferreira, que el único interés de la clase dominante es desarmarlos por cuanto para las multinacionales y transnacionales el movimiento insurgente que lleva 52 años luchando se convierte en la piedrita en el zapato para sus intereses imperialistas.
La izquierda consecuente, realmente revolucionaria no podrá disfrutar una vez más las festividades tradicionales de navidad y año nuevo. Tendrá que estar despierta, vigilante. El enemigo de clase acecha. Las hordas del paramilitarismo, “los muchachos” como los llama el señor Uribe Vélez, sigue haciendo de las suyas.
El Partido Comunista Colombiano, Local Ibagué, expresa la más sincera solidaridad a los compañeros del Valle del Cauca y de todo el país que vienen siendo hostigados con las crudas amenazas, especialmente al camarada Rodrigo Vargas y a monseñor Darío de Jesús Monsalve.
Si este Estado Capitalista, que posa de cristiano y rezandero, es capaz de asesinar niños del departamento de la Guajira de física hambre, ha asesinado a cientos y cientos de campesinos, indígenas e intelectuales de izquierda, estamos seguros que con tal no perder su ilegítimo imperio no dudará en ordenar el asesinato de medio país.
“El capitalismo – dijo Carlos Marx – vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros, desde los pies hasta la cabeza”. Eso es lo que estamos viendo en Colombia.
A los partidarios de la paz y la justicia social esos criminales no nos pueden arrinconar, debemos profundizar la unidad y la movilización. La indiferencia no es la solución. Por nuestros muertos ni un minuto de silencio…
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