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Uribe condenado, imperio en decadencia. Foto: Focus Noticias |
Por Nelson Lombana Silva
El imperio criminal que montó el matarife o narcotraficante número 82, según la CIA, Álvaro Uribe Vélez, comienza a desmoronarse por la cabeza, al ser condenado el capo más visible en un verdadero fallo caracterizado por la más ruin presión de la extrema derecha, en contubernio con la clase política más atrasada de los Estados Unidos.
Hasta último momento se unieron estas escabrosas fuerzas políticas del mal para evitar su condena. Incluso, todavía los medios corporativos de comunicación insisten en decir que no ha pasado nada y que las posibilidades de salir libre y continuar con su macabro imperio persiste. Indudablemente, el desespero es extremo, llevándolos a controvertir la realidad objetiva y concreta.
Se comprobó jurídicamente todo lo que el Partido Comunista Colombiano había denunciado con sobrados argumentos en su momento, desde la página www.pacocol.org y el semanario VOZ La verdad del pueblo. De acuerdo a la catadura del criminal fue condenado por lo que se podría llamarse los delitos más elementales: Fraude procesal y soborno en actuación penal.
Delitos de lesa humanidad, como creación del paramilitarismo, narcotráfico, asesinato de 6402 jóvenes en lo que se ha solido llamar “falsos positivos”, es decir, asesinatos extrajudiciales en completo estado de indefensión de jóvenes de la entraña popular del pueblo colombiano, la interceptación de llamadas ilegales por el DAS, siguen pendientes por responder por parte del ahora “viejito cultivador de ganado en su finquita”. Dicha narrativa, que ha impuesto en los medios corporativos, es un irrespeto a la inteligencia humana y a la verdadera historia de Colombia, que solo podrían creer los analfabetos políticos y los que directa e indirectamente hacen parte de este entramado imperial que durante más de veinte años logró levantar sobre montañas de crímenes horripilantes.
Recordemos quien es Uribe Vélez
Su vida procelosa la comenzó muy joven, porque se levantó en una familia narcotraficante, toda vez que su padre tuvo estrecha relación con los Ochoa y el mismo Pablo Escobar Gaviria, los capos del momento. Todo indicaría que Pablo Escobar intervino para que fuera nombrado director de la Aeronáutica Civil con el compromiso que ordenara la construcción de numerosas pistas clandestina para el capo poder sacar la droga en avionetas con destino a Estados Unidos y a Europa.
Como alcalde Medellín se dedicó a crear las denominadas: “Convivir”, o sea, “legalizar” el paramilitarismo con el fin de que los capos se apoderaran de las mejores tierras a partir del terror y a eliminar la guerrilla. Se trataba de implementar el plan impuesto por Estados Unidos de “quitarle el agua al pez”, lo que consistía en hacer masacres y asesinatos de la izquierda, principalmente, con el fin de sembrar el terrorismo de Estado y que los campesinos tuvieran que salir desplazados dejando abandonados sus pocos bienes.
Muchas masacres denunciadas al parecer fueron concertadas, actuando el binomio militar – paramilitar con la anuencia del burgomaestre Uribe Vélez, quien sin contraer un solo músculo de su rostro de seminarista, estuvo al tanto de estos criminales hechos que enlutaron al pueblo antioqueño y que la prensa del momento minimizó descaradamente.
Al ver la mafia que era un joven “de bien”, no dudó en colocar todo su aparataje para llevarlo a la presidencia. Al parecer la consigna era única: “Vota por Uribe, se muere o se desplaza”. Con semejante “democracia”, el pueblo colombiano votó masivamente. Hay quienes afirma que hasta los muertos fueron a las urnas.
En la presidencia, la Casa de Nariño, se transformó automáticamente en nidos de ladrones y narcotraficantes. Entraban y salían como Pedro por su casa, sin que fueran interceptados por las autoridades. Incluso, su pupilo Iván Duque Márquez, tuvo la desfachatez de invitar a la mafia a su posesión.
La tarea del presidente Uribe Vélez era posicionar la mafia en los poderes públicos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Eso garantizaba la completa impunidad y el terreno abierto para circular libremente por todo el territorio nacional, sin ser hostigados. Por el contrario, estar debidamente protegidos en las brigadas y puestos de policía.
A cualquier manifestación de protesta del pueblo, la respuesta del mandatario era la represión, la muerte y la estigmatización de ser aliado de la guerrilla. El miedo circuló por barrios y veredas libremente. Las detenciones masivas, al mejor estilo nazi se impuso, lo mismo que la tortura y la desaparición. La denominada “seguridad democrática”, llenó el territorio nacional de fosas comunes. Pero, no contento con eso se crearon hornos crematorios en varias regiones del país.
Sembró la narrativa que era innombrable, por lo que el pueblo humilde y desamparado tenía que hacer sus reuniones a la luz de la vela, en altas horas de la noche en lugares inhóspitos. Así, le tocó actuar a los comunistas y sectores democráticos que se negaban a admitir a la mafia instalada en la Casa de Nariño en cabeza del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. Frases de generales como que “necesito resultados por litros de sangre”, se hicieron muy comunes en las brigadas.
La tozudez de los comunistas y sectores democráticos nunca se resignaron y, por el contrario, jugándose la vida en cada paso que daban, comenzaron a denunciar nacional e internacionalmente las fechorías que venía implementando el facho presidente. Fue una tarea compleja y persiste que poco a poco fueron dando resultados. Los debates que sobre el tema dirigió el entonces parlamentario, Gustavo Petro Urrego, estremecieron al país nacional y a la comunidad internacional. Poco a poco se fueron enterando del monstruoso presidente Uribe Vélez.
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El expresidente Álvaro Uribe Vélez y el senador Iván Cepeda. Foto: Gabriel Buitrago - El Mundo e Inaldo Pérez |
El también senador Iván Cepeda Castro, valientemente luchó incansablemente hasta demostrar que su padre, Manuel Cepeda Vargas, senador comunista y director de VOZ La verdad del pueblo, había sido asesinado por el Estado. Fue una lucha valiente, heroica y persistente, que abrió grandes alamedas a la verdad que se mantenía en secreto y custodiada por el miedo de ser asesinado.
Uribe Vélez para entonces era intocable, era el dios que se veneraba con pasión o por simple miedo. Nadie se atrevía siquiera a mirarlo a los ojos. Tal es así, que todos sus altos funcionarios tuvieron relación con el crimen y el terrorismo de Estado. Es por eso, que unos están en la cárcel, otros huyendo y otros a punta de caer a prisión.
“A todo marrano gordo le llega su nochebuena”
El adagio popular dice que “a todo marrano gordo le llega su nochebuena”. Un dicho oriental, igualmente, reza: “El mal es solo ficción, lo eterno es el bien”. El vaso se rebasó. La hora negra le llegó al mandatario, porque también dice otro dicho muy popular: “No hay enfermedad que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.
Durante trece largos y azarosos años, el senador Iván Cepeda Castro, colocando en inminente peligro su vida, pudo llevar a la condena a este forajido, que intentó llevarlo a la cárcel con los más infames artilugios. La patraña montada se invirtió y de acusador Uribe Vélez a pasó a ser acusado, en juicio largo y prolongado con muchas trabas, pero que tuvo todas las garantías. Afortunadamente, contó con una fiscalía sería y una valiente jueza, quienes actuando en derecho y sobreponiéndose a las más ruines presiones, dio su veredicto condenatorio.
Esa postura de la jueza y la fiscal, da la sensación que poco a poco las instituciones del Estado se van desintoxicando y los canales de la rectitud reaparecen con mucho sacrificio, decisión y esperanza para los que añoramos verdad, justicia, reparación y compromiso de no repetición.
En todos estos procesos, ha jugado papel importante, el arribo a la presidencia de Gustavo Petro Urrego, el Pacto Histórico y el Frente Amplio, por cuanto ha venido dando ejemplo de pulcritud y honradez para conducir los hilos del Estado. No se ha amilanado, ni se ha dejado comprar de la sucia y narcotraficante burguesía. Enhiesto, se ha dedicado fielmente y contraviento y marea, a depurar las costumbres políticas en Colombia. Es de admirar su administración.
La esperanza es que el pueblo humilde entienda el momento histórico y en el 2026, se le de continuidad al proceso. Ni un voto por los congresistas de las transnacionales, enemigos declarados del pueblo, tal el caso de Óscar Barreto Quiroga, entre otros. Todo está concatenado. Expresar la admiración a los congresistas del Pacto Histórico leales, especialmente, a Iván Cepeda Castro. Llamar a la disciplina política y a la vigilancia revolucionaria, porque el monstruo no ha sido derrotado todavía con todos sus tentáculos. Hay que leer meticulosamente el momento histórico que vive la patria.
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