Las payasadas tan costosas del presidente Iván Duque Márquez, han generado críticas y burlas en el ámbito internacional y no es para menos. Armar semejante y costoso show por la llegada de escasamente 50 mil vacunas de dudosa calidad y sin saber su precio, da para eso y mucho más.
La prensa internacional seria, ha dado hasta para chistes con la postura del despistado y desprestigiado mandatario colombiano. El manejo de la pandemia fue errático de principio a fin. Fue el último en cerrar el aeropuerto internacional. Prefirió proteger el cargo de su hermana en Avianca y sacrificar a miles de personas que a la postre perdieron sus vidas. Puso el erario público al servicio del sector bancario, exactamente al alcance del magnate, Luis Carlos Sarmiento Angulo y compañía. Más de dos billones de pesos de ganancias en lo fino de la pandemia, así lo certifica. Permitió que miles y miles de microempresas naufragaran, favoreciendo cínicamente a las multinacionales y transnacionales. Organizó días sin IVA, en fin, hizo y deshizo pescando en río revuelto.
Fue el último presidente de América Latina y quizás del mundo, en comenzar la vacunación. Quizás, también será el único presidente que no quiere comentarle al pueblo el negociado de la compra de la vacuna. Hay gato encerrado. No hay duda. Se alcanzó a rumorar que la vacuna que costaba tres y hasta cuatro dólares en el continente, en Colombia costaría 21 dólares. Es una idea clara que lleva a pensar por qué el locuaz presidente se empecina en que el pueblo no sepa nada sobre el particular.
Lo único que le faltó es que le arrebatara al médico la jeringa y él personalmente se dedicara a vacunar ante las cámaras de televisión. Qué payaso. Lo cierto es que a los payasos le queda bien sus payasadas, pero al presidente Iván Duque Márquez, sí le queda muy mal. Como dirían los jóvenes: “Remal”.
No obstante, detrás de toda esta parafernalia, había un interés del gobierno nacional, sobre todo del matarife o narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez: Restarle trascendencia al informe de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sobre las 6004 ejecuciones extrajudiciales (Falsos Positivos), a manos del Ejército, la Policía y demás cuerpos de seguridad del Estado.
Los medios masivos de comunicación, siguiendo fielmente el libreto de la clase dominante, entre líneas y sin ninguna trascendencia, dieron a conocer el pronunciamiento de la JEP. “No sorprendió el pronunciamiento de la JEP”, dijo vagamente una de las tradicionales cadenas radiales.
Según este corrupto y criminal gobierno oligárquico, asesinar 6004 inocentes en completo estado de indefensión, uniformarlos y presentarlos como bajas en combate, simplemente para decir que la “seguridad democrática” está dando frutos, no es trascendental, no es importante, porque más importante son 50 mil vacunas llegadas tardíamente para 50 millones de compatriotas.
Y pensar que hay personajillos que alaban esta postura incluso, considerándose dizque de “izquierda”. Son esos que hablan como cotorras mojadas de que no van con los extremos. Se declaran disque centristas, como si esta categoría existiera en política. Son serviles al gran capital y a la corrupta y criminal oligarquía colombiana. Son traidores, fichas claves de la gran burguesía para pretender dividir el proceso unitario que se viene forjando con tenacidad y esperanza en Colombia. Esos malandrines hay que desenmascararlos sin miedo y con decisión.
Efectivamente, tras las payasadas, aparentemente ingenuas del presidente Duque, se cuecen situaciones supremamente graves y dolorosas contra el pueblo. A eso, hay que salirle al paso con unidad, organización y movilización.
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