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Ayer se conmemoró en Colombia el “Día del periodista”. Muchos saludos recibimos de familiares, camaradas y amigos, que de alguna manera reconocen la importancia del comunicador social. A todos ellos y ellas, muchísimas gracias y el compromiso de seguir batallando por un país posible, humano e igualitario desde la alteridad periodística.
El momento resulta propicio para reflexionar críticamente sobre lo que García Márquez llamó como “el mejor oficio del mundo”. Novelista insigne que nunca rompió con el periodismo.
El periodismo colombiano se encuentra secuestrado por los oligopolios. Y como si esto fuera poco tiene sobre la sien un arma de fuego y una censura descomunal. Los grandes medios de información son propiedad de la clase dominante, están a su servicio y consideración.
Ahora que los Estados Unidos, viene imponiendo la guerra de cuarta generación, los medios de comunicación son puntales fundamentales para la cristalización de esta criminal iniciativa. Así que éstos no seguían por la información veraz, objetiva e imparcial considerando que toda noticia tiene dos caras y es deber profesional presentarlas ambas sin adjetivos para que el receptor tenga los suficientes elementos de juicio al emitir su opinión sobre el tema en cuestión. Lo que viene sucediendo es la imposición de un libreto único que hay que repetir hasta que la sociedad y termine siendo cierto.
Si usted se detiene a analizar dichos medios masivos se dará cuenta fácilmente que todos dicen al unísono lo mismo. La diferencia habría que mirarla con lupa.
En esas condiciones, no hay información y menos comunicación, lo que hay es toda una parafernalia diabólica para apartar al pueblo de su realidad y hacerlo decir lo que la clase dominante quiere que diga, vea y lea.
El presidente legítimo de la hermana república bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, dijo por estos días que estaba en marcha el golpe de Estado contra su república, pero que también había un golpe mediático.
Los monopolios han dado golpe de Estado a los periodistas, ellos se han puesto al frente a crear a la fuerza bruta una opinión pública al tamaño de la clase oligarca, la clase dominante.
Conceptos como neutralidad, objetividad e imparcialidad el neoliberalismo ha sepultado hace rato. El reporte fue reemplazado por el publicista y la sala de redacción por la sala de la censura. Solo pasa por allí, lo que el establecimiento le convenga. Lo demás, no existe.
Los periodistas que intentamos moderadamente practicar lo que aprendimos en la academia, somos declarados objetivos militares, censurados, amenazados, despedidos e incluso, asesinados. Caso del periodista comunista y director del Semanario VOZ La verdad del pueblo, Manuel Cepeda Vargas, entre muchos tantos.
Ya no es el periodista indagando fuentes, confrontándolas para que salga la verdad a flote. Nada de eso. Es muy común oír decir a los comunicadores: “Doctor, ¿De qué quiere que hablemos?”. Realmente se ha criminalizado esta profesión en Colombia, gracias al capitalismo salvaje que se sostiene a punta de mentiras fabricadas y adobadas por la mayoría de los medios masivos de comunicación.
Lo grave de todo esto es que el periodismo ha sido empujado a tomar parte del conflicto haciéndose de alguna manera objetivo militar. Sin embargo, hay que decir que no son los periodistas, son los dueños de estos medios masivos. Es decir, la clase dominante. El periodista, un simple asalariado tiene que repetir los libretos que le imponen.
Hay seudos periodistas que son verdaderos sicarios. Podría nombrarse como ejemplo, ese grupito de los medios masivos colombianos que se han ensañado contra la hermana república bolivariana de Venezuela y su presidente legítimo Nicolás Maduro Moros. Causa asco, indignación y vergüenza la postura rastrera de esos desinformadores. Por estos días escuché decir a uno de ellos, que cada venezolano había perdido once kilos de pesos por la hambruna que estaba padeciendo este país y que el dictador Maduro no dejaba entrar la ayuda humanitaria. Este personaje tiene una lengua venenosa, una mente retorcida y una postura de sicario que se vende fácilmente al mejor postor. ¡Qué vergüenza!
Resulta urgente la construcción de una sociedad donde realmente exista la libertad de prensa, se proteja el comunicador y se permita decir la verdad y nada más que la verdad. Realmente el periodista no inventa, la misión del periodista es comunicar hechos reales sin adjetivos y sin presión de ninguna naturaleza. Eso no sucede en Colombia. El periodista está convertido en un maniquí que repite maquinalmente lo que la clase dominante quiere que se diga. Esa es la cruda realidad en Colombia y seguramente en los países de régimen capitalista.
En medio de ese cuadro tétrico hay que acudir a la esperanza y luchar porque en Colombia haya democracia informativa ágil, veraz y oportuna. Saludamos a todos los colegas periodistas del mundo. Un abrazo fraternal de unidad y de lucha por un periodismo libre, capacitado, dignamente remunerado y con suma eticidad y profesionalismo.
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