Acerca del descubrimiento de América, el 12 de octubre 1492, siempre nos han contado la versión del invasor como un dogma. Ese es el problema fundamental. Por eso, nos suelen decir esos historiadores comprometidos con esos vulgares asaltantes barrabasadas en cantidades industriales. Sin embargo, como la verdad tarde o temprano romperá esas cadenas infames y se presentará en el amplio firmamento de América tal como es, vale destacar heroicos personajes del mundo, que comprometidos con la objetividad, han venido corriendo ese velo oscuro de mentira y engaño.
El padre Fray Bartolomé de las Casas, Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Germán Castro Caycedo, entre otros, han aportado elementos de juicio muy importantes para la reinterpretación más aproximada de la historia de América, a partir de la bestial invasión del avaro y enfermo español. Gabriel García Márquez (Gabo), dice: “Muchos de ellos, y otros que llegarían después, eran criminales rasos en libertad condicional, que no tenían más razones para quedarse…”
El mismo escritor ha dicho de Cristóbal Colón: “Su corazón perdió los estribos cuando descubrió que sus narigueras eran de oro, al igual que las pulseras, los collares, los aretes y las tobilleras; que tenían campanas de oro para jugar, y que algunas ocultaban sus vergüenzas con una cápsula de oro. Fue aquel esplendor ornamental, y no sus valores humanos, lo que condenó a los nativos a ser protagonistas del nuevo génesis que empezaba aquel día…”
Por su parte, Germán Castro Caycedo, en su libro El Hurakán, recoge magistralmente el pensamiento de Irving A. Leonard, quien dice al respecto: “América era un mundo donde sólo se producía lo necesario, pues nunca se preocuparon porque algunos tuvieran más que los demás. Por eso no conocían el hambre, ni aquí existían pobres. Pero lo cierto es que aquí, ni la tierra, ni el agua, ni los bosques, ni las minas pertenecían a un solo dueño y todos tenían derecho a todo. Eran seres libres. Infinitamente libres…”
Américo Vespucio, agrega: “No tienen entre ellos bienes propios porque todo es común; no tienen rey ni obedecen a nadie; cada uno es señor de sí mismo y viven en entera libertad…”
Eso era América antes de la llegada de los españoles, un remanso de paz, de justicia y de libertad, donde no conocían el hambre, ni la codicia, ni las enfermedades venéreas, ni la idolatría.
Por eso, en vez de celebrar como masoquistas este insuceso, lo que hay es que repudiarlo y luchar por una segunda independencia, esta vez el enemigo común son los Estados Unidos, el neoliberalismo y como siempre la explotación del hombre por el hombre en todas sus formas y manifestaciones…[i]
[i] Este artículo fue publicado originalmente en la revista bimestral ANZOÁTEGUI HOY, Lic. 373/abril 29/94, sep – oct 1997, página 4, hace aproximadamente 21 años.
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