Por Nelson Lombana Silva
La regia personalidad del heroico guerrillero Ernesto Che Guevara, no pierde vigencia. Hoy más que nunca su obra revolucionaria brilla sin mancha en el firmamento de América Latina.
Él cayó asesinado a manos del subteniente Mario Terán el 9 de octubre de 1967 en Bolivia, sicario amaestrado por la burguesía que tuvo que emborracharse totalmente, como el más vil cobarde, para cometer el horrendo magnicidio.
Sin embargo, el pensamiento y el sacrificio del Che permanecen incólumes; es semilla que se ha multiplicado por todo el mundo con frutos fabulosos como es el caso de Cuba libre del país más corrompido del mundo: Estados Unidos, y de muchos países que hoy luchan contra el imperialismo, el neoliberalismo y la brutal explotación del hombre por el hombre.
Este argentino, nacido el 14 de junio de 1928, en marzo de 1953, recibió el diploma de doctor en cirugía en la especialidad de dermatología. Lector incansable, amigo del ajedrez y del tabaco, en julio de 1956, se encuentra en Méjico con Fidel Castro y el 25 de noviembre de este año, se embarca en el yate Granma con destino a Cuba. Allí, de guerrillero pasa a ministro y de ministro pasa de nuevo a guerrillero, yendo a luchar a Bolivia donde la muerte lo sorprende.
Tenía una concepción dialéctica de la derrota: “Mi derrota – decía – no significará que no se pueda triunfar. Muchos han sido derrotados tratando de alcanzar la cumbre del Everest y, finalmente, el Everest fue vencido…”
La sólida conciencia social, le permitió avizorar la muerte como un fenómeno natural, y así lo dijo: “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo…en cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas…”
La sensibilidad humana y familiar del Che conmueve y convence. Basta con leer apartes de una carta que le envía a sus cinco hijos: “Su padre fue un hombre que obró siempre de acuerdo con lo que pensaba y siempre se mantuvo fiel a sus convicciones. Sean buenos revolucionarios. Estudien mucho. Acuérdense de que la revolución es lo que cuenta, y que cada uno de nosotros, tomado aisladamente, no vale gran cosa. Por encima de todo, sean siempre capaces de sentir en lo más profundo de ustedes mismos las injusticias que se cometan contra cualquiera y en cualquier parte del mundo que sea, esta es la más bella virtud de un revolucionario…”
El Che vive con más fuerza que nunca. ¡Honor y gloria en sus 30 años de sacrificio![i]
[i] Este artículo originalmente fue publicado en la revista bimestral ANZOÁTEGUI HOY No 22 Lic. No 373/abril 29/94, en 1997, página 7, revista que nosotros dirigíamos. Consideramos que en la actualidad no pierde vigencia. Por el contrario. Su pensamiento sigue brillando sin mancha en el amplio firmamento de América Latina.
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