El problema aberrante de la educación pública superior en Colombia cada día se profundiza más, sin que se vea en el alto gobierno neoliberal y corrupto de Iván Duque Márquez una leve llamita de esperanza. El déficit supera los 16 billones de pesos y mientras los estudiantes piden un presupuesto mínimo de 4, 5 billones de pesos, el gobierno nacional desvía cuantiosas sumas de dinero para comprar armamento para agredir a la hermana república bolivariana de Venezuela, simplemente para cumplir la orden expresa del imperialismo norteamericano en cabeza de Donald Trump.
La cobertura de la universidad pública colombiana es cada vez menos, quedando en cada semestre, miles y miles de estudiantes sin poder hallar un espacio para adelantar sus estudios superiores. Entrar a una universidad pública es un privilegio, un golpe de suerte, una lotería. Es la cruda e inexorable realidad en el capitalismo, pues como dijo Gaitán, la oligarquía quiere un “país paria e imbécil”, para manejar fácilmente.
Es un drama tétrico que los medios masivos de comunicación no dimensionan, porque su infame tarea es arremeter visceralmente contra el proceso revolucionario de la hermana república bolivariana Venezuela, donde la educación y la salud pública constituyen el fundamento del histórico proceso que se abre paso contra viento y marea. La revolución bolivariana a resuelto hace rato esta problemática, pues allí, la educación es gratuita y de calidad.
Defender la educación pública y de calidad universitaria no es tarea exclusiva de los estudiantes, docentes, tampoco de los padres de familias y/o acudientes, es un imperativo moral y político de todo el pueblo colombiano, incluyendo, los que equivocada, engañada y atemorizadamente votaron por el tétrico binomio Uribe – Duque.
Tenemos que rodear las 32 universidades públicas y las 28 instituciones tecnológicas universitarias públicas que hay en Colombia, ante la arremetida violenta del neoliberalismo por asfixiarlas económicamente para que pasen al sector privado y los estudiantes del pueblo no puedan formarse profesionalmente en ninguna área del conocimiento.
Ese pérfido concurso “Ser pilo paga”, es una vulgar estrategia para quitarle dinero a la universidad pública y pasarla a la universidad privada. Es una medida perversa que los medios masivos de comunicación presentan como lo último y más novedoso. En realidad es una puñalada trapera a la universidad pública y un espaldarazo a la universidad privada, universidad mercancía.
El 10 de octubre, esta semana entrante, las 32 universidades públicas y las 28 instituciones tecnológicas se movilizarán en todo el país exigiendo menos dinero para la guerra y más para la educación pública. Habrá la “Toma a Bogotá” por parte de los estudiantes, padres de familia y comunidad en general. Nadie puede ser indiferente ante esta lucha justa, pero tan desigual, que libran miles y miles de estudiantes.
Hay que acompañar estas actividades y rechazar la agresión que se prepara contra Venezuela, la cascada de impuestos contra el pueblo, la corrupción y la cruda violencia contra sindicalistas, líderes y lideresas, campesinas, indígenas, ambientalistas y líderes políticos de izquierda. Hay que apoyar la juventud universitaria con decisión y coraje.
Por lo tanto, todos y todas a la calle este 10 de octubre.
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