El camarada Raúl Rojas González interviene en el parque principal el pasado 14 de noviembre. Foto Nelosi |
Planadas (Tolima) es un municipio distante de la capital tolimense Ibagué. El bus dura entre cinco y seis horas, por carretera en precarias condiciones a pesar de estar pavimentada casi en su totalidad. Es una vía abandonada, pareciera que no tuviera dolientes.
Es un pueblo brutalmente estigmatizado y distanciado de las políticas de Estado. Las necesidades básicas insatisfechas superan el 70 por ciento, las vías terciarias son verdaderos caminos de herradura y todo cuanto produce el campesino e indígena lo hace a pérdida. Sacar los productos al mercado no compensa con los gastos. El gobierno nacional brilla por su ausencia. No en vano dijo un campesino de la zona: “Nos resulta más ganancioso dejar perder los productos que sacarlos al mercado”.
La única manifestación represiva del Estado en la comarca con todas sus veredas es la militarización. Abunda tanto como en 1964, cuando el presidente Guillermo León Valencia en cumplimiento a los órdenes de los Estados Unidos, moviliza más de 14 mil militares por tierra y aire, para cazar a 48 humildes campesinos liderados por Manuel Marulanda Vélez, Jaime Guaracas, Joselo Losada, Ciro Trujillo, Carmelo López, Rogelio Díaz, José de Jesús Rojas Rivas (Cartagena), entre otros, acusados de estar fundando “repúblicas independientes” con el supuesto liderazgo del comunismo.
A punta de mentiras, la oligarquía liberal – conservadora permitió la implementación del plan Latín American Security Operación, más conocido como “Plan Laso”, plan de tierra arrasada que estremeció no solo a la comunidad democrática nacional sino también internacional.
Plan Colombia
Superado dicho plan que sembró de muerte y horror el sur del Tolima, se comienza a implementar uno nuevo a partir del gobierno de Andrés Pastrana Arango, el tenebroso Plan Colombia. También a punta de mentiras se ha venido desarrollando generando violencia, desplazamiento y mucho dolor entre los campesinos e indígenas Nasa de la extensa y exuberante región que componen el sur del Tolima y el norte del Huila.
Se dijo que dicho plan era para luchar contra el narcotráfico. Tremenda mentira, porque en realidad fue un plan contrainsurgente. Hoy se devela por ejemplo que es un plan macabro encaminado a garantizarle a las multinacionales y transnacionales el camino expedito para ellas entrar y robarse los recursos naturales de la zona.
Así las cosas, la fuerte militarización no es en modo alguno para ofrecer seguridad al labriego, es para ofrecer garantías a las avaras multinacionales y transnacionales. ¡Qué ironía: El ejército nacional defendiendo intereses extranjeros!
Desde esa perspectiva, no es una necedad que cerca de cuatro mil campesinos, casi que espontáneamente y con poca organización, se hayan movilizado por las calles de Planadas el 14 de noviembre, rechazando categóricamente la construcción de la Hidroeléctrica de los Andes, sobre el río Atá, río emblemático de esta comunidad.
Las conjeturas que hace dicha comunidad no distan mucho de la realidad. Su análisis resulta elemental pero realista: “Los recursos naturales son nuestros, son para nosotros y nuestro deber es protegerlos, ser responsables con ellos y no permitir malgastarlos o deteriorarlos”. Algún campesino agregó: “¿Es desarrollo que multinacionales y transnacionales violen nuestra región, se lleven el agua transformada en energía y nos dejen el río seco?”
El plan Colombia, que fue un fracaso, ahora se llama: “Plan Consolidación”, cuyo componente político va encaminado a debilitar la autoridad civil y a fortalecer el militarismo. Es la campaña más aberrante por hacerle creer a la comunidad que la salida es la militarización. Entonces, se hacen frecuentes las jornadas cívicas – militares de distintas maneras para acometer dicho propósito. Poco a poco las comunidades dejan de asistir a la alcaldía para asistir al comando de la policía o del ejército en busca de obras comunitarias para su respectiva comunidad.
De alguna manera termina la comunidad protegiendo a la fuerza pública cuando la constitución nacional reza lo contrario. El ejemplo más claro se vive, precisamente, en Planadas (Tolima). El puesto de policía fue ubicado al lado del palacio municipal, en medio de la población civil. Una de las principales calles fue cerrada y por allí no puede transitar el planaduno ni siquiera a pie, porque el puesto de policía lo impide, violando flagrantemente el Derecho Internacional Humanitario (DIH).
El Estado ha montado toda una parafernalia militarista para proteger a las ladronas multinacionales y transnacionales que merodean por todo el territorio tolimense, especialmente el sur, en busca de los recursos naturales, especialmente el recurso hídrico.
“El agua dulce es parte del botín de la nueva guerra”
El capitalismo es el sistema económico inhumano y anti ambientalista por excelencia. Es depredador. El recurso hídrico – por ejemplo – se encuentra en estado de agotamiento vertiginoso. El planeta va a la esterilización total a pasos agigantados. Se afirma que las guerras imperialistas venideras serán por la escasez de agua. En esa dinámica, Los Estados Unidos, desarrollan planes leoninos para apoderarse de la Amazonía, habida cuenta que su territorio carece de este preciado líquido en abundancia.
Este país imperialista viene desarrollando todo un plan en esa dirección. Dice el conocido escritor Germán Castro Caycedo: “Parece claro que la lucha contra el narcotráfico es una disculpa para justificar el posicionamiento militar de los Estados Unidos en Colombia”.[i]
Es cierto. Lo primero que hizo fue instalar cuatro potentes radares en puntos estratégicos del país, los cuales fueron comprados con dineros del pueblo pero vienen siendo manipulados por militares y mercenarios de este país del norte. Lo preocupante, adicionalmente, es que la información al parecer es exclusiva para los Estados Unidos. Estos radares están ubicados, según Germán Castro Caycedo, en: Marandúa, cerca de la frontera con la hermana república bolivariana de Venezuela; en San José del Guaviare, en Tres Esquinas y en Leticia.
Todo este aparataje imperial tiene un propósito claro que bien define el escritor colombiano aquí citado: “La lucha antinarcóticos realmente es una coartada para – a partir de allí – avanzar en el control de los inmensos recursos naturales y energéticos de esta parte del continente”.[ii]
La mayor riqueza hídrica del planeta se encuentra en la Amazonía y en la Patagonia de Sudamérica. Todo indica que quien controle o tenga dominio sobre el agua, tendrá dominio imperial. Los Estados Unidos no tiene ese dominio por cuanto casi la mitad de su población toma agua subterránea. Es su talón de Aquiles que quiere remediar apoderándose del agua de estas regiones como Planadas, a través de sus multinacionales y transnacionales. El fondo mundial de la tierra considera que quien controle el agua dulce controlará la economía mundial y la vida, según Germán Castro Caycedo.
Las cifras son reveladoras. Durante la segunda cumbre de desarrollo sostenible llevada a cabo en Johannesburgo, se afirmó que una quinta parte de la humanidad, o sea, 2.400 millones de personas, en ese momento no tenían acceso a este preciado líquido. No en vano afirmó Klaus Toepfer, director ejecutivo del programa ambiental de las naciones unidas: “La parte más terrible de esta historia es que los conflictos por el agua potable, tanto guerras internacionales como civiles, amenazan volverse un hecho clave en el siglo XXI”.[iii]
La escasez del preciado líquido constituye tema geopolítico y estratégico del momento que cada vez cobra más amplitud. Los Tratados de Libre Comercio, se constituyen en una fase más de una estrategia bien definida para tomar posesión de este líquido a través de las multinacionales y transnacionales. En esa dirección, las hidroeléctricas se encaminan a llevarse la energía a los Estados Unidos.
Señala Germán Castro Caycedo: “La riqueza acuífera de América Latina hoy ofrece la posibilidad de abastecer de energía a los Estados Unidos mediante hidroeléctricas construidas con capital privado y al margen de los diferentes Estados nacionales. El agua dulce es parte del botín de la nueva guerra”.
Respuesta popular y política ante todo
La marcha de casi cuatro mil campesinos e indígenas del sur del Tolima, del municipio de Planadas, principalmente, tiene una profunda connotación política que hay que dimensionar y proyectar como resistencia contra el imperialismo estadounidense y el capitalismo neoliberal.
Resulta de vital importancia que los líderes populares miren más allá de la nariz, por cuanto la defensa del río Atá implica no solo la lucha por la defensa del ambiente, sino que también implica la lucha por la soberanía, la autonomía de los pueblos y la resistencia contra el neocolonialismo.
La respuesta de las masas debe ser en primer lugar política, lo cual implica mirar con objetividad la problemática en su conjunto y no aisladamente. Se trata de luchar contra el modelo neoliberal y apoyar un modelo distinto que apoye y respete la soberanía nacional sobre la biodiversidad y los recursos naturales que están para el goce de la humanidad sin privilegios de ninguna naturaleza y no para satisfacer el interés mezquino de las multinacionales y transnacionales como lo sustenta y regenta el capitalismo.
Solo la política puede brindar claridad sobre el origen, las causas y las posibles soluciones. Si los líderes comunitarios no se preocupan por politizarse, los procesos unitarios quedarán en el vacío y en la imposibilidad. La política es poder y se hace poder popular cuando se tiene clara la política. De lo contrario, es como un ciego guiando a otro ciego. Ojalá, tengamos espíritu autocrítico para asumir el gran desafío de expulsar del territorio tolimense a las multinacionales y transnacionales con un paro cívico bien organizado y bien politizado como lo viene proponiendo el Partido Comunista Colombiano Regional Tolima. Debemos aprender del coraje de las comunidades del sur del Tolima, que casi espontáneamente están dispuestas a rechazar la hidroeléctrica de los Andes y a defender sus recursos naturales. Esa espontaneidad debe ser superada por la cientificidad y eso lo garantiza la política. Si somos políticos entendemos perfectamente la unidad dialéctica, si no lo somos la miramos con criterio metafísico, es decir, mecánica. Ojo con eso.
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[i] Castro Caycedo, Germán. Nuestra Guerra Ajena. Editorial Planeta. 2014. Página consultada 91.
[ii] Ibíd. Página consultada 91.
[iii] Ibíd. Página consultada 93.
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