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| Foto: Internet |
Por Nelson Lombana Silva
Hace 472 años, el criminal Andrés López de Galarza, se apoderaba violentamente de estas frondosas tierras, masacraba a cientos de aborígenes Pijaos, destruida sus viviendas y se autoproclamaba fundador de lo que hoy es la ciudad de Ibagué, Tolima.
Crimen atroz que hoy presentamos como un acontecimiento “histórico”. El 14 de octubre no debería ser para dimensionar la infamia de Andrés López de Galarza y sus pillos, debería ser para conmemorar la heroica resistencia de los aborígenes.
La historia una vez más está contada al revés. Destacamos a los criminales y menospreciamos a las víctimas, en este caso, a los aborígenes. Dulima, médica y guerrera, fue quemada viva, acusada de bruja. Se calcula que más de 40 mil aborígenes Pijaos fueron asesinados durante la incursión del invasor español.
Estos malhechores levantaron todo tipo de calumnia contra los habitantes de la región. No dudaron en decir que los aborígenes Pijaos eran violentos e incluso, dizque, antropófagos.
López de Galarza no era ningún capitán, era hermano de quien gobernaba Bogotá, enviado a destruir los caseríos aborígenes, apoderarse de todo y fundar pueblos españoles para avanzar hacia el sur del país y del continente. Esclavizar y expropiar, ese era el objetivo.
Los aborígenes recibieron pacíficamente a estos invasores, les dieron comida, albergue y cuanto tenían a su alcance. Sin embargo, la respuesta de estos forajidos fueron el crimen, la muerte, la expropiación y la destrucción.
Eso veneramos. Los historiadores burgueses, presentan los hechos totalmente tergiversados, a favor de la clase gobernante. Sin embargo, ahora que el pueblo, especialmente joven, se atrevió a destruir el busto de Andrés López de Galarza y someterlo a un juicio, es necesario colocar la historia al derecho. Eso nos permitirá valorar el heroísmo del aborigen y la brutalidad del invasor.
Un saludo fraternal a esa población hermana, heroica, cuyos ancestros hoy luchan por una segunda y definitiva independencia, ya no de España, sino de Estados Unidos. ¡Honor y gloria a todos esos mártires anónimos mal llamados indios!
Foto Internet
La historia una vez más está contada al revés. Destacamos a los criminales y menospreciamos a las víctimas, en este caso, a los aborígenes. Dulima, médica y guerrera, fue quemada viva, acusada de bruja. Se calcula que más de 40 mil aborígenes Pijaos fueron asesinados durante la incursión del invasor español.
Estos malhechores levantaron todo tipo de calumnia contra los habitantes de la región. No dudaron en decir que los aborígenes Pijaos eran violentos e incluso, dizque, antropófagos.
López de Galarza no era ningún capitán, era hermano de quien gobernaba Bogotá, enviado a destruir los caseríos aborígenes, apoderarse de todo y fundar pueblos españoles para avanzar hacia el sur del país y del continente. Esclavizar y expropiar, ese era el objetivo.
Los aborígenes recibieron pacíficamente a estos invasores, les dieron comida, albergue y cuanto tenían a su alcance. Sin embargo, la respuesta de estos forajidos fueron el crimen, la muerte, la expropiación y la destrucción.
Eso veneramos. Los historiadores burgueses, presentan los hechos totalmente tergiversados, a favor de la clase gobernante. Sin embargo, ahora que el pueblo, especialmente joven, se atrevió a destruir el busto de Andrés López de Galarza y someterlo a un juicio, es necesario colocar la historia al derecho. Eso nos permitirá valorar el heroísmo del aborigen y la brutalidad del invasor.
Un saludo fraternal a esa población hermana, heroica, cuyos ancestros hoy luchan por una segunda y definitiva independencia, ya no de España, sino de Estados Unidos. ¡Honor y gloria a todos esos mártires anónimos mal llamados indios!
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