viernes, 14 de junio de 2019

A lo que le teme la extrema derecha con Uribe a la cabeza

Por Nelson Lombana Silva

La extrema derecha con Álvaro Uribe Vélez no le teme ni a la mentira, ni a la calumnia, ni a la manipulación, le teme a la verdad. Sí, a la verdad. Por eso ve la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) con horror, con pánico absoluto, e  insiste como en fuente ovejuna, todos contra uno, en este caso contra el proceso de paz de la Habana y concretamente la Jurisdicción Especial para la Paz. El criminal Uribe sabe que este organismo no es manipulable como las Cortes de nuestro país.


Los testimonios que han venido dando las personas que se han acogido a esta jurisdicción clarifican la forma criminal como el Estado ha actuado contra el pueblo colombiano. El velo de la mentira de Estado va cayendo y la verdad poco a poco sale a flote.

A manera de ejemplo tenemos el testimonio del General Gabriel de Jesús Rincón Amado, quien ratifica la criminal política castrense desarrollada por el ex comandante del Ejército Nacional, Mario Montoya Uribe, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en su declaración a la JEP. Su relato registrado por Caracol Televisión, resulta escalofriante y monstruoso que muestra cómo se desarrollaron sinnúmero de “Falsos Positivos” por orden del alto mando castrense y seguramente de su comandante supremo: Álvaro Uribe Vélez.

Según el coronel retirado, Gabriel de Jesús Rincón Amado, la orden perentoria del general Mario Montoya Uribe era: Matar, Matar y Matar, pues se trataba de inflar las cifras para hacerle creer al mundo que Uribe estaba ganando la batalla contra la insurgencia armada y justificar de paso el río caudaloso y escandaloso de Dólares provenientes de Estados Unidos.

“No eran capturas, aquí lo que exigían eran muertos en combate y como lo manifestaba en sus programas el comandante del ejército era litros de sangre, tanques de sangre. A mí no me importa nada de capturas, a mí me tienen que dar son muertos en combate. Y los muertos en combate eran como diera lugar”, señala el alto militar.

Agrega: “Existieron muchos casos en los cuales al reportarse heridos de otras unidades, que los escuchaba pero no quedaron plasmados en estos documentos: Oiga hermano, usted por qué reporta heridos, quién dijo que teníamos que reportar heridos, usted lo que me tiene que reportar son muertos. Esas eran las exigencias que tenían hacia las unidades”.

Durante doce horas el General retirado confesó la política macabra que desarrollaba las fuerzas militares en cumplimiento de los caprichos del alto mando militar, seguramente con su comandante supremo a la cabeza: Álvaro Uribe Vélez.

Dice: “Exigirle a las unidades a como fuera lugar de que no podían pasar ni uno, ni dos, ni tres días de que no tuvieran “combates” o que más allá que tuvieran combates, tenían que mostrar resultados y el resultado para algunos de los casos como están aquí plasmados en este informe, y más otros casos que no están en este informe era poder determinar que eran unas muertes extrajudiciales. Ese era el término final de los muertos en combate”.

Esta barbarie que se multiplicó durante el 2006 y 2008, en tiempos del general Mario Montoya Uribe, y que hoy pretende revivir el comandante del ejército Nicasio, tenía una explicación: La presión por resultados al precio que fuera.

El alto militar ya retirado contó dos escalofriantes anécdotas con el comandante Mario Montoya Uribe, la primera en Santa Marta: “Una vez terminando la reunión que se tenía de tipo operacional, el general Montoya, me manifestó personalmente: Y usted Rincón, ¿Cómo le va a aportar a la guerra? Yo pensé en ese momento: Claro, mi general a mí me pusieron aquí con una función: Garantizar y dar bienestar a las personas que vienen acá para que tomen un aire y retomen nuevamente las acciones de donde los hayan enviado. Me dijo: No, no, no hermano. Eso no. ¿Usted cómo me va a apoyar a la consecución de resultados? No le entendí en ese momento. Me dijo: Hermano usted lo que tiene que hacer es: Vaya saque unos tipos del anfiteatro, unifórmelos y preséntelos como resultado. ¡Cómo así que preséntelos como resultados, por qué tengo que hacer eso!, pensé entre mí mismo. Yo me quedé callado. Se quedó mirándome y salió”.

En marzo de 2007, tuvo un segundo encuentro directo con el comandante Mario Montoya Uribe. “La incidencia directa del general Montoya, era: Usted cuánto tiempo lleva, le preguntó al coronel Santiago y a otros…cuánto tiempo lleva en la unidad. Llevo tres meses, contestó el coronel. ¿Y en eso tres meses cuántas muertes en combate lleva? No llevo ninguno, unos contestaron. A los que contestaban: No llevo ninguno. Ya hay que relevarlo, hay que sacarlo de aquí porque eso no me sirve. A mí me tienen es que dar muertos y resultados en combate. Para ese entonces, le preguntó al coronel Santiago Herrán que cuántas muertes en combate. Llevaba tres muertes en combate. Le dijo: Va un campanazo, a la próxima lo hago dar de baja. Y a todos esos que están para atrás. Entonces, me vio y como él ya me conocía de cuando estuvo en Santa Marta. Me dijo: Quihubo Rincón, ahora sí está en la guerra, ¿No?, ahora sí va a aportarle como debe aportarle y si no toca darlo de baja”.

Dicho y hecho. La ola de asesinatos se disparó en Norte de Santander. Se calcula que en 2007 – 2008, se presentaron en esta zona por lo menos 90 asesinatos, de los cuales por lo menos fueron 39 Falsos Positivos y entre ellos, los 17 muchachos de Soacha.

“Comprendí después de esa reunión con Montoya y con las exigencias que había hecho, de que tocaba dar muertes extrajudiciales y cuando se daban muertes extrajudiciales era porque el comandante de la brigada con sus pelotones que ya tenía aquí como grupos especiales, ya sabían cómo hacerlo y cómo tenían que desarrollarlos”, indicó a la JEP el general Gabriel de Jesús Rincón Amado. 

El general Mario Montoya Uribe también estará respondiendo los requerimientos de la JEP. Seguramente tendrá que decir quién le ordenó tan criminal y siniestro plan, pues resulta ingenuo pensar que nadie le dio la orden y que lo hizo por iniciativa propia. Este chafarote fue uno de los más condecorados por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, el considerado por la CIA, el narcotraficante número 82.

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