viernes, 17 de mayo de 2019

¡Duque: Presidente mandadero!

Por Nelson Lombana Silva

 Hasta ahora, todos los presidentes de la República de Colombia, han sido mandaderos de los Estados Unidos. Se han arrastrado como reptiles obsecuentes a los dictámenes del Tío Sam y en sentido contrario, todos han sido ogros con el pueblo humilde y trabajador. ¡Qué contradicción más repudiable y criticable!


Hay unos más que otros. Sin embargo, ha sido la constante. Pero, quienes han colocado récord casi que inalcanzable han sido Álvaro Uribe Vélez y el actual, Iván Duque Márquez. Se han venido arrastrando en una actitud genuflexa que raya en la exageración. Causa dolor de Patria un comportamiento de esta naturaleza.

No obstante, Iván Duque Márquez tiene una connotación adicional: No solo es obsecuente al imperialismo norteamericano, sino de su jefe Álvaro Uribe Vélez y de su propia mediocridad. Después de un Julio Cesar Turbay Ayala o un Virgilio Barco Vargas, Iván Duque Márquez brilla por su mediocridad, su falta de liderazgo e independencia para asumir posición ante los grandes temas del país. Colombia no tiene timonel, no tiene presidente. Lo que hay en la casa de Nariño es apenas una caricatura mal hecha.

Esa postura lo hace potencialmente más peligroso y criminal que el mismo Álvaro Uribe Vélez. Su condición maleable hace que cualquier loco guerrerista lo lleve a estimular una guerra civil o un enfrentamiento bélico con las repúblicas hermanas. “Un tonto huchado mata la mamá”, dice el adagio popular. ¿Quién se puede fiar de un presidente con estas características? Ni el mismo putas.

El presidente Duque es el ventrílogo  del Centro Democrático, el Partido de la muerte, pues encarna la corrupción oficial y la violencia rampante en Colombia. Repite maquinalmente los libretos que le suministra Uribe Vélez.

Fiel a estos libretos, se ha empecinado en hacer trizas el proceso de paz, en un Plan Nacional de Desarrollo proclive a la violencia y en la intromisión en los asuntos internos de los demás países en cumplimiento de las órdenes del cruel Pentágono. Caso de Venezuela.

Quizás son muy pocos los que han logrado dimensionar las consecuencias de una posible aventura invasioncita a la hermana República Bolivariana de Venezuela. Sobre Colombia caería una verdadera lluvia de misiles y armas de destrucción masiva, por cuanto hay en este país nueve bases militares gringas y como es obvio, quien va a dar también va a recibir.

Estados Unidos, hábilmente resguarda su territorio y sin escrúpulo coloca a Colombia en campo de batalla de una guerra que no es suya, ni tiene ninguna posibilidad de beneficiarse. Se convierte el territorio colombiano en simple conejilla de indias de los intereses imperiales de Estados Unidos.

Con Duque no hay a qué atenerse. Hoy puede tomar una decisión y mañana otra. No tiene pensamiento propio. Solo sabe obedecer al señor Uribe, pero sobre todo, a los Estados Unidos. Es una veleta, un náufrago que es llevado por las olas a los acantilados del naufragio que significa la cruda violencia que hoy se vive con tanta intensidad.

Así que de un mandadero poco y nada bueno se puede esperar; todo malo puede ocurrir en cualquier momento del día o de la noche. El pueblo tiene que asumir esta realidad con sumo realismo, asumiendo una postora crítica y propositiva. Asumir una postura contemplativa resultaría catastrófico para Colombia y el Continente Latinoamericano.  El pueblo debe responder con la unidad, la organización y la movilización. Tiene el deber y la urgencia de desactivar esa bomba de tiempo que podría explotar por un simple error de cálculo.

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