Colombia, un país donde los niños todavía se mueren de hambre. Un niño en Colombia debe esperar en promedio 330 años para salir de la pobreza. Foto. Semana |
Por Nelson Lombana Silva
El mundo católico conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Una tradición antiquísima que se ha impuesto de generación en generación. El drama del Gólgota, donde Jesús es condenado por la clase dominante opulenta de la época y ajusticiado injustamente en medio de dos ladronzuelos en el madero de la cruz.
Este drama sigue repitiéndose en el pueblo colombiano. Millones y millones de conciudadanos hoy son crucificados también por la clase dominante opulenta, corrupta y descompuesta con las infames medidas tomadas en defensa de su clase social. Ni una sola medida defiende la situación socio económica del pueblo.
El desamparo es la constante. El grito dramático de Jesús colgado del madero, se repite en millones de colombianos y colombianas, hambrientos y hambrientas, sin educación, sin techo, sin amor y sin esperanza. “Dios mío, Dios mío: ¿Por qué me ha desamparado?”, hoy está vigente en los niños abandonados, en los obreros sin empleo, en los jóvenes sin colegios y universidades, en los ancianos abandonados en calles y veredas de Colombia.
Una situación muy compleja. Una alta clerecía comprometida con la clase dominante, una iglesia aliada con el matarife y narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, simplemente por la exoneración de los impuestos, una soledad apocalíptica que sacude a los pobres y humildes del país. Una religión alienante, embrutecedora, que no duda en tergiversar la prédica de Jesús, su sacrificio por la justicia social. La iglesia ha minimizado el mensaje salvífico del Maestro. Esa iglesia burguesa condena el sacrificio de monseñor Romero, del Padre Camilo Torres Restrepo y tantos religiosos que han sido consecuentes con su clase social y, sobre todo, con el plan salvífico de Jesús. “Tengo sed”, se repite en todos esos líderes populares honestos que se sacrifican orientando al pueblo colombiano, desafiando la mafia, la podredumbre del régimen capitalista. Sed de justicia social, es lo que asiste al movimiento Pacto Histórico. En realidad, la prédica de Jesús coincide más con las categorías socialistas que capitalistas.
El hecho es que el pueblo cristiano debe ser más reflexivo, más analítico y crítico, el proyecto del mártir del Gólgota no puede tergiversarse y descontextualizarse de la cruda realidad. La propuesta de Jesús es revolucionaria, lo inspira la justicia y el amor. Y eso es el socialismo: Justicia y Amor. Un comunista de verdad está dispuesto a dar la vida por su pueblo. Lo ha hecho y lo sigue haciendo. El momento es de reflexión y de acción, de unidad, porque no se trata de interpretar únicamente el mundo, de lo que se trata es de transformarlo, bien lo dijo Carlos Marx.
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