Todavía el pueblo colombiano lamenta y rechaza la política criminal de la seguridad democrática en cabeza del inepto presidente, Iván Duque Márquez, contra los líderes populares, sindicales, campesinos e indígenas, pero, sobre todo, contra los niños. Tal como lo dice el editorial del semanario VOZ La Verdad del Pueblo de esta semana, “en menos de tres años dos bombardeos contra niños y jóvenes que ante tanto desamparo, han visto en las filas de la guerrilla una opción de vida”.
Por punta y punta el gobierno corrupto neoliberal ataca a la niñez con sevicia, siempre en defensa de la descompuesta clase dirigente nacional, los verdaderos dueños del país, como diría Julio Silva Colmenares. La masacre de niños presentada en el departamento de Guaviare el 2 de marzo, por parte del ejército nacional, resulta monstruosa, violando la norma del Derecho Internacional Humanitario que habla, precisamente, de la proporcionalidad.
Se comete el infanticidio, y el ministro mal llamado de Defensa, Diego Molano, sale a justificar lo injustificable, afirmando que los “niños son máquinas de guerra”. ¿Una criatura de nueve años es una máquina de guerra? Solo mentes perversas pueden hacer una afirmación de este calado. Es un doble crimen. Además, una burla para los padres de familia de los niños y la comunidad decente que ama la paz y el respeto hacia los pequeños.
No es un hecho aislado y circunstancial. Hace parte de la política inventada por el matarife y narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, conocida como “seguridad democrática”. Esta, se ha enfilado contra los niños y contra los jóvenes. ¿Qué futuro puede tener Colombia, cuando el gobierno nacional se empecina en matar en primavera? El Herodes del siglo XXI, como dice el maestro Calarcá en su brillante caricatura de esta semana, es Diego Molano, pero también podría ser Iván Duque Márquez.
Causa escozor la reacción de la comunidad internacional. La Organización de los Estados Americanos (OEA), con el criminal Almagro, guarda cómplice silencio, lo mismo la locuaz Bachelet, pero, solo para hablar sandeces de la hermana república bolivariana de Venezuela. Ante este crimen atroz, ni puja siquiera.
Pero, no contento el gobierno con el accionar militar-paramilitar contra los niños y los jóvenes, acentúa sus medidas económicas en contra de estos sectores. En distintas regiones del país, siguen muriendo los niños de física hambre, de desnutrición (inanición), mientras tanto, el presidente de la república, anuncia el interés de comprar una nueva flotilla de aviones para la guerra, seguramente contra los niños, los jóvenes y el pueblo en general. Esa afirmación constituye una bofetada contra un pueblo herido e indignado.
Hay que salir masivamente a la calle a rechazar esta política de terror. No podemos quedarnos cruzados de brazos, viendo las ignominias que a diario comete el gobierno, con el único interés de proteger al mayor criminal que ha parido Antioquia: Álvaro Uribe Vélez. La resistencia callejera, la movilización organizada y el apoyo incondicional al Pacto Histórico, son los caminos viables para parar esta infamia que tiene mucho de fascismo, indudablemente.
Desde la eternidad, estos niños sacrificados por este descompuesto régimen capitalista, claman justicia, no más impunidad.
Por punta y punta el gobierno corrupto neoliberal ataca a la niñez con sevicia, siempre en defensa de la descompuesta clase dirigente nacional, los verdaderos dueños del país, como diría Julio Silva Colmenares. La masacre de niños presentada en el departamento de Guaviare el 2 de marzo, por parte del ejército nacional, resulta monstruosa, violando la norma del Derecho Internacional Humanitario que habla, precisamente, de la proporcionalidad.
Se comete el infanticidio, y el ministro mal llamado de Defensa, Diego Molano, sale a justificar lo injustificable, afirmando que los “niños son máquinas de guerra”. ¿Una criatura de nueve años es una máquina de guerra? Solo mentes perversas pueden hacer una afirmación de este calado. Es un doble crimen. Además, una burla para los padres de familia de los niños y la comunidad decente que ama la paz y el respeto hacia los pequeños.
No es un hecho aislado y circunstancial. Hace parte de la política inventada por el matarife y narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez, conocida como “seguridad democrática”. Esta, se ha enfilado contra los niños y contra los jóvenes. ¿Qué futuro puede tener Colombia, cuando el gobierno nacional se empecina en matar en primavera? El Herodes del siglo XXI, como dice el maestro Calarcá en su brillante caricatura de esta semana, es Diego Molano, pero también podría ser Iván Duque Márquez.
Causa escozor la reacción de la comunidad internacional. La Organización de los Estados Americanos (OEA), con el criminal Almagro, guarda cómplice silencio, lo mismo la locuaz Bachelet, pero, solo para hablar sandeces de la hermana república bolivariana de Venezuela. Ante este crimen atroz, ni puja siquiera.
Pero, no contento el gobierno con el accionar militar-paramilitar contra los niños y los jóvenes, acentúa sus medidas económicas en contra de estos sectores. En distintas regiones del país, siguen muriendo los niños de física hambre, de desnutrición (inanición), mientras tanto, el presidente de la república, anuncia el interés de comprar una nueva flotilla de aviones para la guerra, seguramente contra los niños, los jóvenes y el pueblo en general. Esa afirmación constituye una bofetada contra un pueblo herido e indignado.
Hay que salir masivamente a la calle a rechazar esta política de terror. No podemos quedarnos cruzados de brazos, viendo las ignominias que a diario comete el gobierno, con el único interés de proteger al mayor criminal que ha parido Antioquia: Álvaro Uribe Vélez. La resistencia callejera, la movilización organizada y el apoyo incondicional al Pacto Histórico, son los caminos viables para parar esta infamia que tiene mucho de fascismo, indudablemente.
Desde la eternidad, estos niños sacrificados por este descompuesto régimen capitalista, claman justicia, no más impunidad.
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