La sociedad capitalista está enferma, diría grave. La clase dominante (Burguesía) es insaciable, su único pensamiento es acumular y acumular capital al precio que sea, imponiendo Impuesto al Valor Agregado (IVA) a la canasta familiar, condenando a millones de colombianos y colombianas a morir de física hambre y desnutrición.
Por su parte, el pueblo común y corriente (El Proletariado), desnutrido, acosado por la cruda violencia, el desempleo, las deudas, la carestía, la falta de salud, la falta de educación, la falta de vivienda digna, la falta de recreación, etc, asume a veces posturas propias de un turulato, de un demente.
Esa terrible realidad socio económica hace que a diario se presenten los más agudos contrastes. Se presenten hechos asombrosos y deprimentes. La niña de meses violada y asesinada, el hijo asesinando a sus progenitores.
De igual manera, los hijos de Uribe empeñados en quitarle la recolección de basura a los recicladores de Bogotá, el flamante Fernando Londoño acabó con Invercolsa y en vez de ser castigado y obligado a devolver ese dinero mal habido, resulta promocionado a cargos de mayor tenor por el Centro Democrático, Juan Manuel Santos relacionados con Odebrecht, lo mismo el pupilo uribista, Zuluaga y no pasa nada. El narcotraficante número 82, Álvaro Uribe Vélez sigue dando lecciones dizque de ética y honradez.
Hay una locura total en el capitalismo. Dos hechos antagónicos tienen hoy en suspenso a un sector del pueblo tolimense, sobre todo a los animalistas: De un lado, la aparición de un felino (gato), sin nariz al parecer recortada por un afilado cuchillo de alguien inescrupuloso o sencillamente llevado por la extrema deshumanización que nos ofrece a diario el desalmado sistema capitalista.
El otro hecho es benigno y seguramente digno de admirar. La campaña generosa de un ingeniero agrónomo de alimentar a diario las palomas en la ciudad de Ibagué (Tolima). Son contrastes de una sociedad en el laberinto sin general.
El primer caso, ocurrió en el cañón del Combeima, exactamente en el corregimiento de Villa Restrepo. El noble felino apareció en la casa de la cultura con toda su nobleza bruta pidiendo solidaridad. Eso fue el pasado 9 de noviembre. La gente que asistía a una conferencia ambientalista en este recinto, no podía dar crédito de lo que estaba viendo. En noble animal con su mirada apacible y penetrante miraba uno a uno a los asistentes como denunciando el suceso y pidiendo ayuda.
La mayoría asumimos una postura cristiana. Lamentamos el hecho, lo condenamos, lo repudiamos, le dijimos una y otra vez: “¡Pobrecita”, pero no asumimos un liderazgo real de solidaridad, como quien dice: “Sálvese como pueda”. Esa es la sociedad capitalista: Individualista.
Afortunadamente, la encargada de la casa de la cultura tomó la iniciativa de comunicarse con una clínica de animales y pedir su concurso. No se sabe si ésta atendió al felino o lo echó a su suerte, al fin y al cabo, al parecer el gato no tiene dolientes o quizás éstos están más jodidos que el mismo animal.
La otra cara de la moneda, la lidera el ingeniero agrónomo egresado de la universidad del Tolima, Carlos Henry Acosta Franco. Parte de su dilatada vida la ha dedicado a alimentar las palomas que revoletean por parques y calles de la ciudad musical de Colombia, Ibagué. Es algo que lleva muy dentro y lo exterioriza de esta manera. Compra por bultos de concentrado para alimentar a las aves de la paz, prácticamente todos los días. No es un adinerado. No da sobrantes, simplemente da una parte de lo suyo y de su familia.
Cientos de palomas lo ven como el dios que dio maná a los israelitas en el desierto, según relato bíblico. Empero, tampoco es un creyente fanático. El doctor Acosta Franco, es un animalista, diríamos mejor, un humanista humano, demasiado humano como diría Federico Nietzsche.
Es un hombre de izquierda, demócrata a toda prueba, que admira la revolución cubana, el comandante Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, la revolución Bolivariana de Venezuela, el comandante Hugo Chávez, el presidente Nicolás Maduro y admira profundamente el proyecto político que encarna el Partido Comunista Colombiano. Es un hombre que no se ha dejado cooptar por un simple título, se ha mantenido consecuente con su clase social.
Además, es pintor, escritor, fotógrafo, filósofo, coleccionista, que tiene como principio central dos aspectos fundamentales: Honradez y justicia. “Tuve la oportunidad de ser multimillonario, pero a qué precio”, dice a veces mientras saborea un tinto.
Estos hechos, tan antagónicos nos han conmovido, pues también somos humanos y tenemos de alguna manera, capacidad de asombro.
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