Juan Manuel Santos Calderón, dice que ningún periodista puede entrevistar a comandante guerrillero.- Foto: Internet |
El presidente de la república, Juan Manuel Santos Calderón, dice que ningún periodista puede entrevistar a comandante guerrillero. La prensa reacciona y cataloga la decisión de censura. El mandatario ni corto ni perezoso sale a rechazar esta interpretación, diciendo que no se está censurando, que simplemente se le está ordenando a la guerrilla que no permita por ningún motivo sea entrevistada. ¿No es lo mismo? ¿Acaso, querrá el Presidente que la prensa llegue al convencimiento de que no es gobierno el censurador sino la insurgencia?
Son artimañas propias de un consumado jugador de póquer, que busca por todos los medios dominar al otro con sus propios artilugios expuestos por debajo de la mesa. En realidad son salidas torpes de un presidente pusilánime, temeroso de los enemigos de la paz y la misma posición ambivalente de los Estados Unidos. Todo se podrá fiar menos del imperialismo norteamericano, dicho sea de paso.
Si tuviera independencia el señor Santos y carácter de pretender de verdad buscar la reconciliación de los colombianos y colombianas, haría exactamente lo contrario. Criticaría el flaco comportamiento mediático frente al proceso de paz, animando en consecuencia la versión directa de la insurgencia armada a cerca de los acuerdos que hasta ahora se han suscrito en la mesa nacional de paz de la Habana (Cuba). Es decir, apoyaría sinceramente la labor pedagógica que arriesgadamente vienen haciendo los comandantes de las Farc – Ep.
Sería lo lógico. Lo elemental. Qué mejor que el personaje central le explique al país el desarrollo del proceso de paz. No habrá posibilidades a las malas interpretaciones, ni ventajismos. En ese sentido, es loable la propuesta de la insurgencia de que gobierno y Farc – Ep creen escenarios comunes para adelantar esta labor pedagógica.
De mala fe, sin lugar a dudas, el gobierno nacional pretende que el país se quede exclusivamente con su versión y haga de ésta argumento para arremeter contra el movimiento insurgente. Jugar de bueno, en otras palabras y colocar a la contraparte de mala. Esta ha sido la constante de la clase oligárquica que ha venido gobernando con las “patas” a este país. Siempre inventa la carita buena y oculta deliberadamente la cara perversa propia del régimen capitalista.
Es decir, desde el ángulo que se le mire es censura. No hay duda. Por supuesto, censura que no es de ahora, ha sido desde siempre entre otras cosas, lo cual ha generado incomunicación, violencia y desconocimiento del pueblo para hacerse una idea propia y autónoma de los acontecimientos cotidianos.
Qué interesante sería que el pueblo colombiano pudiera tener acceso a las dos versiones sin ningún tipo de cortapisas. Pudiera decir: Esta es la versión del gobierno y esta es la versión de las Farc – Ep, con fundamento en esas dos versiones, mi versión como pueblo es la siguiente. Sería lo correcto.
Duélale a quien le duela, pero en la Habana se desarrolla un proceso de paz de tú a tú, entre dos concepciones totalmente diferentes e intereses – igualmente – antagónicos. El Presidente Santos representa la ideología capitalista neoliberal, en consecuencia los intereses de las multinacionales y transnacionales, la gran oligarquía y el imperialismo norteamericano. Por su parte, las Farc – Ep, defienden la perspectiva socialista, en consecuencia los intereses del pueblo, del proletariado, de los de abajo, de los humildes, de los explotados.
Esto lo debe tener el pueblo bien clarito. Pero, ¿Cómo lo va a tener clarito si el gobierno no permite sino que circule su versión a través de los medios masivos? Es tal la estupidez que se abroga el derecho de pretender emitir la versión del movimiento insurgente.
¿A qué le teme Santos y más que Santos, la oligarquía y el imperialismo gringo? No hay dudas: A la verdad histórica. La oligarquía se ha mantenido en el poder sobre verdaderas montañas de mentiras infames. Su costumbre es mentirle al país nacional y lo que no consigue por esta vía lo hace por la vía de la violencia, del terrorismo de Estado. A eso es que le teme y por eso es que no duda en sacrificar el derecho a la información y pone en práctica la censura de la forma más canalla y cobarde.
Hay que entender políticamente este tejemaneje, esta arma mortífera de la comunicación masiva para entender el fondo y procurar desarrollar la prensa alternativa. Hay que rechazar la censura y exigir la libertad de prensa y la democratización de los medios masivos de comunicación. El pueblo tiene derecho a las dos versiones o más, si es posible. Hay que rechazar la versión única, la oficial, la gubernamental, la que tiene que pasar por el cedazo de la Casa de Nariño.
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