Ayer el sol no despuntó radiante. Tampoco amago de lluvia. Fue un día “toldado” fresco que permitió avanzar en la actividad de refaccionar la casa departamental de los comunistas del Tolima. Una vez más puntuales. Es más: El mismo libreto. La diferencia es que en esta oportunidad, Claudia, la recepcionista del señor gobernador, anunció que el mandatario estaba atendiendo, pero que tocaba tener paciencia.
“Tengo el antídoto para las esperas extenuantes”, le dije a la funcionaria de ojos zarcos y mirada transparente. Saqué del maletín el libro intitulado: “El único camino” de Dolores Ibárruri, la pasionaria. “¿Cuántos libros se lee don Nelson en la semana?”, me preguntó con cierta ingenuidad y curiosidad a su vez. “Depende del tamaño del libro, el contenido y la disponibilidad de tiempo”, le contesté al acomodarme en uno de los asientos en la sala de espera.
La gente se fue arremolinando, todas con el mismo propósito: Hablar con el mandatario departamental. Entre conversaciones difusas y baladíes, concentré la atención en la lectura del libro. Es una lectura apasionante. Dolores Ibárruri es una comunista del país Vasco que escribió su vida con letras de oro macizo. Un ejemplo inmortal de lo que debe ser un comunista. Eso es comunismo. “Conocí la literatura marxista y este conocimiento fue para mí como una ventana abierta en mi conciencia hacia la vida”[i], señala sin ambages.
Fue una lectora incorregible. Dice: “En mí afán de saber, no dejé un libro de la biblioteca de la Casa del Pueblo de Somorrostro sin leer”.[ii] ¿Cómo fue su encuentro con el pensamiento marxista – leninista? “Leí a Marx y a Engels, quienes me reconciliaron con la literatura socialista revolucionaria. Y después de haberme aprendido casi de memoria el Manifiesto Comunista, me atreví con un resumen de El Capital hecho por un francés, que si no era una maravilla en la selección de las partes más importante de la gran obra científica marxista, me bastaba entonces para comprender, aunque fuese de forma rudimentaria, dónde estaba la causa de nuestra miseria y el origen de la fortuna de nuestros explotadores”.[iii]
¿Teorizó solamente? No. Fue teoría y práctica. En eso fue consecuente y diáfana. Al lado de su marido y sin él por la cruda represión se mantuvo firme, clara políticamente. Avancé en esta oportunidad hasta la página 184 de un libro que tiene 585. Encontró en la lucha revolucionaria el único camino posible para alcanzar la libertad y la justicia. “Sé que el camino de la lucha por el Socialismo, que he emprendido, es el único camino que existe para nosotros”.[iv]
Otro pasaje conmovedor de su lucha consecuente, no de simple y mentirosa carreta de los que suelen hablar por hablar: “A veces debía llevar conmigo a las reuniones a mis hijos pequeños, porque no tenía con quien dejarlos. A veces los hacia dormir y salía silenciosamente de casa para que no se diesen cuenta de mi ausencia”.[v]
Tenía autoridad para ser crítica y autocrítica. Su vida era acción, movimiento. Por eso pasó de la simple aldea minera a la dirección del Partido Comunista. Caramba: contra el querer de los que dicen que los periodistas no hacemos nada, pues Dolores Ibárruri, al igual que Marx, Engels, Lenin, etc, también hizo sus pinitos de periodismo comprometido, al hacer parte de la redacción de “Mundo Obrero”, diario central del Partido Comunista de España.
Durante la segunda vez que fue a la cárcel. El carcelero le reclamaba así: “Hasta que usted no ha venido aquí, la cárcel era silenciosa, las mujeres humildes, disciplinadas. Hoy es un hervidero de protestas, de malestar”.[vi] Así las cosas, Dolores Ibárruri no se dejó amedrentar por los barrotes de la prisión, por el contrario, aprovechó el crudo escenario en las peores condiciones para educar y crear conciencia revolucionaria, comunista. No iba de carreta. No era “pantallera”. Era revolucionaria.
Hacia las 11:30 de la mañana me interrumpió Claudia para decirme: “El gobernador no lo puede atender, dijo que sabe para qué lo necesita y que venga el lunes a primera hora. Que lo disculpe”. Como dice la canción: “Después de un desengaño qué importa uno más”. No me incomodó el desaire en esta oportunidad. Dije para mis adentros: “De pronto el lunes volveré a tener tiempo “obligado” para seguir leyendo este u otro libro”.
Entonces volví a la sede comunista. Los mismos camaradas trabajando a todo vapor. Un entusiasmo desbordante. Una esperanza de cumplir con lo presupuestado, pero sobre todo con la conciencia revolucionaria. Danilo, entraba y salía admirando la labor de los compañeros. El menú del día sazonado nuevamente por el compañero Gilberto era un mondongo apetitoso. Una vez me puse el traje de fatiga, nos acomodamos a comer. Al terminar, una rica tertulia política. Ya no era el fútbol, era la política con el tema de que el Partido se desarrolle en el Tolima. Ni una sola crítica destructiva, arrumes de propuestas para avanzar y la retahíla nuestra: “El Comunismo es teoría y práctica”. “Hay que hacer una inauguración con rumba incluida y venta de cerveza para recolectar fondos y comprar silletería”, dijo Gilberto. “Me inclino por una celebración sobria y política con la presencia de dirigentes nacionales del Partido, una copa de vino y de pronto una urna para que los asistentes depositen voluntariamente”, dijo Eduardo. “Con cien compañeros que logremos organizar y convencer que done cada uno diez mil pesos, se puede comprar la silletería”, dijeron Miguel y Botache. Nosotros opinamos: “Al término de la obra hay que reunirnos como organismo para evaluar y proyectar. Hay que encontrar la esencia de la actividad más allá del hecho mismo de pintar la sede. Cuál es el hecho político. Qué buscamos”.
No demoró en aparecer la compañera Ruth. Sonriente. Un saludo corto y a trabajar. Toda la tarde estuvo activa. Pero además, gestionó recursos para comprar un tarro de estuco y hoy la alimentación. También participó de la tertulia sobre la comunicación que debe fluir al interior del Partido. La necesidad de la comunicación de doble vía para saber con exactitud qué hace la base y qué hace la respectiva dirección. Pero sobre todo, cómo se puede coordinar las respectivas dinámicas en la dirección de hacer del Partido un Partido de masas con capacidad de liderazgo, unidad, solidaridad y combatividad. Más tarde cruzó por allí los camaradas Ricardo Castiblanco y Edison Peralta González, quien nos alegró con este maravilloso poema de su propia autoría:
Elegía – 2
Estas voces enlutadas que discurren
Por los bordes globalizados
Del odio y la avaricia
Esta agonía
Que regurgita la ruindez
De un dios que nos oprime
Esta frialdad ignara
Que carcome los espacios enredados
De los Soles
Las Estrellas y el terror
Estos áulicos idiotizados de la pluma
Que envilecen la cultura
Y arrastran el cuerpo de Cristo
En las tribunas
Esta distopía que oscurece
Los sueños libertarios de Abya Yala
Estas calles vacías
Este olor
A harapos y desdichas
Estas lágrimas henchidas
Que resbalan
Por las células rasantes
De mi rostro
Ésta amarga derrota
Que traspasa los caminos
Y me azota
Esta lucha eterna
Atada a los sueños
Y los dioses
Estos grillos
Que laceran la esperanza
Estos gritos lastimeros
De las horas y los miedos
De los desplazados de la tierra
Estas ignotas distancias
Adormiladas en las furias
Acorralan la justicia
Y alienan las orillas
Sangrantes de la savia
Estos tétricos silencios
Pendidos de mi piel
Que me persiguen
Este afán de buscarte
Entre las hendiduras
Perdidas de tu ausencia
Esta paz que se acerca
Y que reboza la estupidez
Y las casacas
Estos ríos de sangre que caminan
Por los cauces dolidos
De las arenas y las hojas
Este afán dislocado de los huesos
Que revienta en estallidos de miserias
Y masacres
Este amor a patria y a verduras
Estas balas que atrofian mi cerebro
Y a canceran la luz que se aproxima
Este afán de encontrarte
En la espesura de las ciudades y la selva
Este olor a ti que me enloquece
Y que me ahoga
Este afán de libertad que me tortura…
Este afán…
[i] Dolores Ibárruri. El único camino. Editorial Progreso Moscú, 1976. Página consultada 93.
[ii] Ibíd. Página consultada 94.
[iii] Ibíd. Página consultada 94.
[iv] Ibíd. Página consultada 118.
[v] Ibíd. Página consultada 126.
[vi] Ibíd. Página consultada 182.
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