Dolores Ibárruri, La Pasionaria |
Si se trata de buscar un modelo de mujer Comunista y revolucionaria tal como lo plantea el marxismo – leninismo y lo exige el momento histórico, sin lugar a dudas hay que acudir a las páginas maravillosas que con sudor, lágrimas y convicción escribió la camarada Dolores Ibárruri, más conocida en el planeta como La Pasionaria.
Es un modelo de mujer que se entregó de cuerpo completo a la noble causa de los pueblos, sobre todo a la lucha frontal contra el fascismo hitleriano y franquista, que recorrió a Europa incluyendo a su patria: España.
Hija de obreros mineros de la región de Vizcaya que hace parte del famoso país Vasco, cuya capital Bilbao fue escenario de encarnizada lucha de los obreros brutalmente explotados por transnacionales de la época, especialmente de origen inglés, que llegaron a la zona a apoderarse de minerales preciosos como el cobre, el plomo, el zinc, el estaño, la plata, el mercurio, etc y posteriormente, la resistencia frontal contra el fascismo alemán.
El movimiento socialista en el país Vasco sale de las entrañas de la Asociación Internacional de Trabajadores, después de 1868, una vez ocurrida la revolución de septiembre de este año. Fueron organizaciones que se vincularon a la primera Internacional Comunista orientada por los maestros del proletariado: Carlos Marx y Federico Engels.
La explotación minera de la zona era extrema. Para la muestra un botón: En 1876, que terminó la última guerra carlista, fueron extraídas de las minas de Vizcaya 432.418 toneladas de mineral; al siguiente año 1.040.264, cuatro años después, es decir, 1880: 2.683.628 y en 1890, 4.795.000 toneladas, según datos de Francisco Sánchez Ramos, consignado en el texto llamado: La economía siderúrgica española, 1945.[i]
Para extraer esas toneladas de la vasta región utilizaron 8.500 obreros con salarios de miseria, promediaba las dos pesetas. Además, sin salud, sin alimentación adecuada y sin seguridad social. Tenían más consideración los jamelgos que los heroicos y taciturnos obreros.
La represión era el lenguaje predominante. La compañía inglesa Orconera – por ejemplo – la más potente compañía extranjera que explotaba estas minas, despidió a cinco obreros el 13 de mayo 1890, de la mina Concha III, lo cual originó una poderosa protesta obrera, siendo reprimida violentamente. Mataron a muchos, pero no a todos. Atemorizaron a muchos, pero no a todos.
De las entrañas de esa aguda y dramática realidad, nace Dolores Ibárruri, La Pasionaria, en 1895. Era la número ocho de once hermanos. El entorno hosco forjó la personalidad de una mujer rebelde, crítica y analítica. Lo primero que hizo fue vencer la mitología religiosa. Abrazó con donaire la ciencia.
Fue iconoclasta. Todo lo cuestionaba y lo ponía en duda. A tanto rezo para sacar las almas del purgatorio, Dolores Ibárruri, reflexionaba así: “Si los juicios de Dios son inmutables y éste ha condenado a las ánimas a cien años de purgatorio, ¿Para qué rezamos si Dios no cambia sus juicios y las pobres ánimas deberán pasarse los cien años tragando pez ardiendo y cociéndose en la caldera de Pedro Botero?”[ii]
Hay otro acápite de sus memorias relacionado con el tema bastante elocuente. Veamos: “¿Dios?... ¿Castigarme?... ¡Si de mi casa salen las enfermedades! ¡Si mi marido y mi hijo trabajan como burros y ganan una miseria! ¿Y les parece poco castigo? Miren ustedes… a veces yo misma comienzo a dudar de Dios. Esto no se lo he dicho nunca a nadie. Se lo digo a ustedes ahora para que sepan que la miseria nos hace incrédulos. ¡Dios!... ¿Dónde está Dios cuando nos morimos de hambre, cuando no tenemos un cacho de pan que llevar a la boca? Para los pobres si existe Dios, es ciego y sordo. ¿Qué decir esto es pecado? ¡Mal año para los pecados! Porque cuando vienen los hombres de las minas llenos de barro, mojados hasta los huesos, cansados hasta más no poder y en el fogón solo hay una cazuela de sopas de ajo con mucha agua y poco pan y en la casa frío y tinieblas, se reniega del cielo y de la tierra, y se piensa que el infierno no puede ser peor que nuestra vida”. [iii]
A los 15 años terminó la primaria. Un saber matizado por la dura realidad al lado de sus progenitores y hermanos. No le fue jamás indiferente la vida apretada de sus padres y los demás obreros. Su indignación y frustración que produce las limitaciones económicas, se fue transformando en vocación de lucha, teniendo en el marxismo – leninismo el complemento perfecto para organizar y orientar esa lucha contra el opresor y explotador. Dice: “Conocí la literatura marxista y este conocimiento fue para mí como una ventana abierta en mi conciencia hacia la vida”.[iv]
Fue una lectora incorregible. “En mí afán de saber, no dejé un libro de la biblioteca de la Casa del Pueblo de Somorrostro sin leer. Leí a Marx y a Engels, quienes me reconciliaron con la literatura socialista revolucionaria. Y después de haber aprendido casi de memoria el Manifiesto Comunista, me atreví con un resumen de El Capital hecho por un francés, que si no era una maravilla en la selección de las partes más importantes de la gran obra científica marxista, me bastaba entonces para comprender, aunque fue de forma rudimentaria, dónde estaba la causa de nuestra miseria y el origen de la fortuna de nuestros explotadores”. [v]
Fue a la cárcel muchas veces. Eso no la desmoralizó. Por el contrario, templó su conciencia social y de clase. Utilizó la prisión como puesto de combate. El director de la cárcel le recriminaba a Dolores Ibárruri su comportamiento revolucionario en la prisión. “Hasta que usted no ha venido aquí, la cárcel era silenciosa, las mujeres humildes, disciplinadas. Hoy es un hervidero de protestas, de malestar”. [vi]
La gran enseñanza para el momento
Hasta aquí, apenas una axiomática y limitada introducción sobre la férrea personalidad de una Comunista Revolucionaria de todos los tiempos, que como tal tiene mucho que enseñar para los que asumen el compromiso revolucionario y el compromiso social que significa ser Comunista.
Es una mujer fraternal, humana, política y directa, que enseña más con el ejemplo que con la palabra. Coloca al descubierto el oportunismo, los comunistoides light y caracteriza al auténtico revolucionario. No duda en afirmar categóricamente: “Todos no somos iguales y la historia de nuestro país de los últimos treinta años muestra la enorme diferencia entre el revolucionario consecuente y el revolucionario ocasional. Entre quienes aspiran a la elevación de todo el pueblo y al engrandecimiento de la Patria, y quienes actúan en política en vuelo bajo, a ras de sus propios intereses personales o de grupo. Entre quienes son capaces de sacrificarse por el bien de todos, y quienes pretenden hacer del pueblo escabel de su mediocridad política, y que gritan como condenados llamándose a engaño, cuando la indignación popular da un puntapié a la escalera donde estaban encaramados”. [vii] (¿A cuál rango de revolucionario pertenecemos? ¡Qué pregunta tan imprudente!)
Tiene una concepción clara del Socialismo. “Sólo con el Socialismo se pondrá fin a un centralismo esterilizador y a un regionalismo y un cantonalismo retardatarios”, dice y agrega: “Sólo con el Socialismo se podrá terminar con odiosas desigualdades sociales y reorganizar sobre nuevas bases económicas y políticas la estructura del Estado”. [viii]
Sobre las formas de lucha para llegar al Socialismo, señala la camarada Dolores Ibárruri, La Pasionaria: “En el pasado, cuando el dominio del capitalismo era absoluto, la vía hacia el Socialismo se concebía fundamentalmente a través de la guerra civil y de la revolución violenta. Hoy, sin que la violencia esté descartada, en proporción a la resistencia que ofrecen las clases que han vivido su época, existe la posibilidad del camino pacífico, del camino democrático hacia el Socialismo, camino que puede ser más o menos largo, y que no está exento de choques ni colisiones. Que entraña un batallar diario, constante, permanente tanto en el terreno político como en el económico por cada paso hacia adelante, por cada modificación estructural”.[ix]
¿Cómo define la camarada Dolores Ibárruri el concepto de revolución? Lo define de una manera hermosísima, con mucha sensibilidad humana y profunda convicción ideológica y política: “La revolución – dice – es el motor de la historia y en su desarrollo los pueblos realizan maravillosas hazañas. Pero la revolución es también revulsiva que hace salir a la superficie el limo sedimentado en los bajos fondos de la sociedad. Desarrolla las ambiciones y los turbios afanes de los vividores políticos, de los que quieren poner la revolución a su servicio. Con esto hay que contar y contra ello hay que luchar”.[x]
Finalmente, la camarada destaca con especial atención el tema de la unidad de la izquierda en aras de avanzar en la lucha contra el enemigo de clase. “Ella es nuestra esperanza. Y estoy segura que ella marchará, está marchando ya, por el único camino de la lucha por la democracia, por la paz, por el Socialismo”. [xi]
¡Qué importante resulta repasar la historia para un revolucionario consecuente! Aprenderá de ella y tendrá elementos concretos para la lucha hoy y proyectar la de mañana con claridad y decisión.
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[i] Dolores Ibárruri. El único camino. Editorial Progreso, Moscú. 1976. Página consultada 29.
[ii] Ibíd. Página consultada 71.
[iii] Ibíd. Página consultada 85.
[iv] Ibíd. Página consultada 93.
[v] Ibíd. Página consultada 94.
[vi] Ibíd. Página consultada 182.
[vii] Ibíd. Página consultada 580.
[viii] Ibíd. Página consultada 579.
[ix] Ibíd. Página consultada 579.
[x] Ibíd. Página consultada 580.
[xi] Ibíd. Página consultada 582.
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