Coronel Robinson González del Río |
La confesión del coronel Robinson González del Río, ante las cámaras de la televisión colombiana en vísperas del debate electoral presidencial, con qué frialdad y certeza, avergüenza la institucionalidad del país que hoy dicen, precisamente, los candidatos estar dispuestos a defender. En honor a la verdad ninguna de estas dos campañas puede decir que no lo salpica semejantes confesiones. Quien se considere libre de pecado que lance la primera piedra, para hacer referencia a una expresión mitológica consagrada en la biblia, el libro de las mil caras.
Como es apenas obvio los implicados inicialmente en esta orgía de sangre de una larga violencia que hace más de cincuenta años sacude al país, para no ir más lejos, porque si de eso se trata hay que decir que desde la llegada de los españoles en 1492 a nuestro continente la estela de crímenes horripilantes no ha parado, siempre en la dinámica de defender los intereses económicos de la clase dominante.
El general Mario Montoya sale a decir que entablará sendas demandas contra el coronel González del Río y los exégetas de todos los pelambres elaboran toda clase de hipótesis y tesis para tratar de bajarle tono a la gravedad y de otra parte pretender justificar lo injustificable.
“Nos tocaba firmar documento por anticipado sobre cuántas bajas íbamos a hacer durante el año”, afirma el uniformado. ¡Qué horror! Es más: Según el denunciante era vox populi en encuentro de comandantes de las fuerzas militares al parecer oír decir al general Mario Montoya: “No quiero reguero de sangre, quiero ríos de sangre”.
Cuánta gente inocente todavía cree en el militarismo rabioso y anticomunista que inhala por todos los poros de su sucia piel Álvaro Uribe Vélez y sin tener conciencia ni social, ni de clase está dispuesta a seguir apoyando el terrorismo de Estado en todas sus formas y manifestaciones. Cuánta gente cree que hay diferencias sustanciales entre Uribe y Santos.
La oportunidad de salir de este laberinto la perdió el país con el dúo Clara López – Aída Avella, diríamos que se aplazó ese cambio real que necesita la patria de Bolívar y de millones y millones de compatriotas anónimos que caminan por calles y veredas sin amor y sin esperanza, bajo el imperio del horror que implica la violencia y de crímenes abominables como los que viene denunciando el coronel González del Río, seguramente buscando rebajas, es decir, salvar su pellejo.
Se confirma las valientes y oportunas denuncias que hicieron el Partido Comunista Colombiano y la prensa revolucionaria. No eran infundios, calumnias o mentiras delirantes, como solían decir los dueños del país desde los medios masivos de comunicación.
Desde esa perspectiva profundamente dramática, la esperanza reside en la solución política negociada a ese conflicto que alimentan todos los días los terratenientes, latifundistas, bancarios, políticos de derecha y de extrema derecha, el imperialismo norteamericano y la degenerada clase dirigente.
Insistir en la paz es un imperativo. Pero no la paz que se imaginan Santos o Zuluaga; se necesita la paz con justicia social. Es decir, con cambios sustanciales que abra la perspectiva de una democracia real y concreta.
En eso debe insistir con decisión y coraje la izquierda. La concreción de un frente amplio, democrático e incluyente, que permita ser alternativa de poder. Se necesita una izquierda caracterizada con amplitud y decisión de avanzar. Una izquierda capaz de parar el fascismo en Colombia.
Ciertamente en peleas de comadronas salen verdades a flote y eso es lo que, a nuestro criterio, ha permitido que la televisora colombiana permita testimonios tan desgarradores como el del coronel Robinson González del Río. No en vano el escritor uruguayo Eduardo Galeano considera a los medios de comunicación, medios de incomunicación.
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