viernes, 12 de abril de 2024

El valor de la mística revolucionaria

 


Por Nelson Lombana Silva

Eran tiempos memorables. La mística era el motor fundamental del revolucionario. Pasaba ratos escuchando historias de los veteranos que con alegría y entusiasmo contaban “cuando eran felices e indocumentados”, como diría el laureado escritor colombiano, Gabriel García Márquez. Eran relatos fantásticos de un profundo contenido humano, social y político.

Primera Cumbre Nacional por la Paz. Arriba, de izquierda a derecha, Otty Patiño y Jorge Gaviria Liévano; en la segunda fila, Álvaro Vásquez del Real y Alonso Ojeda Awad, entre otros. (Foto: Archivo U. Libre de Cali). 

Mientras el régimen arremetía con toda su virulencia, el revolucionario se las inventaba de mil maneras para fomentar la lucha, la presencia del Partido y la organización de este en el campo como en la ciudad. Mimeógrafo en mano o en la espalda, el camarada Álvaro Vásquez del Real, publicaba a la luz de la luna o de una esperma, miles de volantes en el departamento del Tolima, en las condiciones más adversas. Muchas veces pasaba la noche en “blanco” trabajando sin hacer pausa.

Para llevar una chapola de un lugar a otro había que recorrer largas distancias, muchas veces en la noche oscura con lluvia huracanada, en otras oportunidades a la intemperie bajo un sol abrazador. Por estos lares tolimenses, cruzó en algunas oportunidades el camarada Jacobo Arenas, cuando todavía no se llamaba así. Iba de un lado para otro explicando con vehemencia las tesis comunistas.

El ejemplo cundía por doquiera en un Partido de acero invencible. “Así se templó el acero”, mejor dicho, así nació el Partido de la vida y de la esperanza. La ilegalización del Partido por el dictador Gustavo Rojas Pinilla, no fue impedimento para que la dinámica de éste llegara a las regiones más distantes del país y del Tolima. El papá del camarada Aureliano Liberato viajaba de Anzoátegui a Ibagué, más de 72 kilómetros por caminos enfangados, solamente a participar de la reunión celular de Partido Comunista.

Camarada María Oliva Campos Torres

La camarada María Oliva Campos Torres, vendía en el sur del Tolima, más de cuatrocientos ejemplares de Voz Proletaria, recorría el imponente Cañón de las Hermosas, parte de los municipios de Rioblanco, Ataco y Planadas cumpliendo esta tarea, con sus hijas e hijos, siendo muy jovencitos y jovencitas, prácticamente, niños y niñas.  

Las reuniones celulares, no solamente eran frecuentes, sino dinámicas en la espesa vegetación, en los cafetales, en la vera de las cañadas y sonoros arroyuelos al comenzar la noche o a la madrugada cuando el enemigo de clase dormía a pierna suelta. ¡Había mística revolucionaria!

Camarada Raúl Rojas González

Ejemplos de lealtad al comunismo bastantes. Solo uno: El camarada Raúl Rojas González. Cómo explicar que un campesino literalmente analfabeto, supere pruebas tan crueles sin renunciar a sus principios comunistas: Perder varios hijos, perder una vista, una de sus extremidades inferiores, ser sometido a dos consejos verbales de guerra, ser puesto preso en varias oportunidades, su esposa también llevada a la cárcel, algunas hijas exiliadas. Había mística en su corazón y en su conciencia de clase. Superar tantos atentados no es cosa solamente de la suerte, es el chaleco moral que mantuvo este revolucionario que vivió para la revolución y no de ésta, con grandeza y profunda convicción.

La mística revolucionaria es el motorcito mágico que nos impulsa hacia adelante, hacia el puerto victorioso que encarna el Socialismo, nos enseña que la prensa revolucionaria es determinante ayer, hoy y mañana. La mística revolucionaria nos impide ser deshonesto, oportunista y burócrata. La mística revolucionaria nos permite dimensionar la lucha en defensa del Pacto Histórico y la más grande y genuina unidad; la mística revolucionaria nos impide claudicar y echar por la borda del oportunismo la esencia científica que encarna el marxismo y el leninismo. Nos impide decir que la prensa revolucionaria no tiene vigencia.

En esas condiciones, vale la pena preguntarnos: ¿Cómo está nuestra mística revolucionaria? ¿Todavía existe en nuestra conciencia de clase?

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